Tras
cerca de una hora arreglando fórmulas y resolviendo ecuaciones, descubrió la
razón que tenía aquel eslogan publicitario de una marca de neumáticos que
decía, la potencia sin control no sirve de nada. No era necesario dar una
energía de 1.000 julios a algo que con 200 funcionaba. Las ansias le habían
jugado una mala pasada. Al terminar, el profesor le dio una última advertencia.
—Ten
mucho cuidado con lo que haces. Piensa que cambiar algunas cosas puede
afectarnos a todos. Imagina que consigues viajar al futuro y ves que tu padre
se ha arruinado porque compró acciones en bolsa de acero por ejemplo y cayó en
picado, mientras el cartón subió como la espuma, eso sí la situación de extrema
pobreza que vive tu familia hace que estéis más unidos que nunca. Pero vuelves
y convences a tu padre de comprar cartón y cuando vuelves a mirar al futuro ves
a tu padre inmensamente rico, pero separado de tu madre y peleado contigo.
Ahora le dices que guarde el dinero en un banco a plazo fijo, y resulta que el
banco quiebra porque invirtió en acero. Pues le dices que lo guarde en una caja
fuerte en casa y unos ladrones entran para robarle y lo matan. El futuro es
complicado y si tocas lo más mínimo puede ser peor. E incluso el saber lo que
va a pasar te puede poner en predisposición a ello y que al final, llegado el
momento, no pase por distintas causas ¿Me entiendes?
Manolo
bufó. El objetivo principal de viajar en el tiempo no era tratar de favorecer a
su familia o a él mismo, era más bien científico. Aun viendo un futuro
desalentador no haría nada por cambiarlo o al menos eso creía.
—Don
Aurelio quédese tranquilo. Mi viaje será por mera devoción científica, no para
ver los números de la lotería.
—Y
recuerda —insistió—. Nada de agujeros de gusano, por minúsculo que sea adiós
planeta Tierra.
A Rubén
que hasta ese momento, y por salir del más absoluto de los aburrimientos, había
estado dibujando en la pizarra una nave espacial abduciendo al profesor y a
Manolo, le llamó la atención esa última frase.
—Eso
molaría. Todo un planeta viajando por un agujero de gusano hacia un universo
paralelo.
—¿Quién
ha dicho nada de universos paralelos? —le reprochó Manolo.
—Pero
es una observación interesante —añadió don Aurelio—. Si cambias algo del pasado
¿quién te asegura que no siga existiendo ese universo que has cambiado? ¿Y si
cada vez qué viajas en el tiempo cambiando algo estás originando un universo
paralelo?
—Guay.
—Rubén estaba mirando al horizonte pero no observaba nada, toda la acción
ocurría en su cabeza. Se veía saltando de un universo a otro—. Un mundo en el
que todos somos peces y vivimos debajo del agua. Otro donde somos seres
microscópicos. E incluso uno donde somos seres unicelulares y gobiernan la
Tierra los dinosaurios. Dinosaurios evolucionados que tras la caída del
meteorito sobrevivieron y tienen superpoderes y…
Una
tos forzada lo sacó de sus universos paralelos ideales. Lo miraban esperando
que volviera al mundo real sin dinosaurios y en tierra firme no bajo el agua.
Recogió su mochila y señalando el reloj indicó que era la hora de marcharse.
—Un
placer don Aurelio. —Manolo se despidió del profesor tendiéndole la mano—.
Espero volver mañana con buenas noticias.
—Lo
mismo digo. Pero espera. —Anotó algo en un papel y se lo dio—. Es mi número de
teléfono, ante cualquier problema o duda, llamadme.
Se
estrecharon la mano. Manolo y Rubén se marcharon mientras el profesor recogía
su escritorio. En el pasillo se encontraron con el profesor de gimnasia, la
excusa de que venían de una clase de refuerzo le bastó, y continuó su camino.
Al salir del colegio Rubén le preguntó por la piedra extraña que se encontró en
la vieja fábrica de pintura.
—Sabía
qué hacía mal en decírtelo. Eso no se lo podemos decir a nadie, queda entre
nosotros dos.
—Pero
él nos ha ayudado. Te ha resuelto todas las dudas que tenías en tus malditas
fórmulas. Es de fiar.
—¿Y
cómo lo sabes? No sabes nada de él. Solo que es tu profesor de física y un
flipado de los extraterrestres hasta tal punto que cree que el origen de los
viajes temporales se debe a ellos.
—También
tengo como amigo a un flipado de los viajes temporales hasta tal punto que en
vez de utilizarlo en su propio beneficio dice que lo hará por el bien de la
ciencia.
Manolo
no pudo más que sonreír y asentir. En el fondo tenía razón, se estaba
obsesionando con el tema y hasta que no consiguiera una evidencia de su viaje
no pararía. Llegaron a la puerta de su casa y se citaron a las seis y media. La excusa,
seguir con el falso proyecto de ciencias de Rubén. Manolo entró en su casa y se
preparó para el interrogatorio ritual de todos los días.
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