Extraterrestres, los visitantes que han fascinado a
la humanidad desde el mismo nacimiento de ésta y que se han visto plasmados en
su tradición y en sus costumbres; hoy en día, iconos y modas aupados a esa
bestia que todo lo puede y que llaman Hollywood. Extraterrestres, el misterio
del que unos reniegan, pensando así conjurar una verdad que sigue al otro lado
y que a otros ha marcado profundamente, hasta convertirse en el estigma de sus
vidas. Extraterrestres, quizá llamados dioses por nuestros ancestros, los
supuestos autores de tantas maravillas de la antigüedad que aun hoy quitan el
aliento y nos dejan sin respuesta ante tanta imposibilidad técnica, ante tanto
misterio despachado con la primera explicación a mano. Extraterrestres, el tabú
de los gobiernos y las agencias espaciales y de inteligencia, que niegan acceso
a esa información que todos sabemos que poseen, quizá, quién sabe, porque el
impacto de la verdad sería tan fuerte en este mundo de racionalismo irracional
que nuestra sociedad no podría soportarlo.
Hoy
vamos a tratar de extraterrestres, sí, y de abducciones también, quizá la más
aterradora de sus manifestaciones. Estos sucesos, a veces recordados en
sesiones de hipnosis regresiva, o como imágenes que surgen del pasado después
de haber estado perdidas por años, o también echándole un poco de imaginación
al asunto tras una noche de excesos y amnesia, suelen ser achacados a la
paranoia o a cualquier otro error de la mente, algo posible según dicta la
ciencia. Pero qué hay de esas almas sumidas en la angustia, del dolor, de la
sensación de inseguridad, de los desórdenes sexuales derivados según el
tratamiento recibido. Son tres los testigos de esta realidad que tenemos hoy
aquí, tres de esas víctimas, auténticas o no, que vienen a darnos su testimonio.
Y frente a ellos, enarbolando el
pendón de la ciencia y el racionalismo bien entendido, el auténtico, el único e
inigualable, doctor Cabrero, amigo personal y colaborador de estas Crónicas de
lo Despatarrante, que tratará de extraer la verdad y el posible misterio de
estos singulares casos aplicando su novísima teoría de la cura por humillación.