Son terribles estos días de mucho tráfico. Yo, que siempre suelo ir con el tiempo en los talones, los sufro especialmente. Supongo que nunca terminaré de aprender que mi rollo de los “tiempos establecidos” se puede venir abajo sólo porque un repartidor oportunista quiera acortar su retraso a costa de colapsar una calle.
A mi izquierda, tras dos cristales, medio metro de aire de mañana, y uno de ambiente de coche con olor a pino sintético, se sienta un conductor impaciente.
Él cree que el mundo se acabará si no consigue llegar en menos de tres minutos a tomar su dosis diaria de esclavitud, y azuza a su claxon para que ataque a los oídos de ese desaprensivo repartidor, energúmeno incivilizado, ese…
No, conductor impaciente, no me mires a mí. Yo no voy a secundar tu protesta sónica, ni voy a alterarme, indignarme, agobiarme, ni todas esas cosas que tu mirada cómplice me ha pedido. Si acaso colocaré una máscara de enfado sobre mi cara para que no te sientas incomprendido, pero, acto seguido, subiré el volumen de la música para no oír tus protestas.
¡Ah, mira por dónde! Ahí está el repartidor desaprensivo, contestando con un aspaviento a los pitidos y al cariñoso piropo que otro conductor impaciente le ha dedicado con la cabeza por fuera de la ventanilla.
Adiós, conductor impaciente, que te vaya bien. Y, si me permites un consejo, tómate la vida con calma, que al final se acabará sola, sin que tú le metas prisas.
Autor: Manuel Mije
Correo Electronico: perring255(arroba)hotmail.com
A mi izquierda, tras dos cristales, medio metro de aire de mañana, y uno de ambiente de coche con olor a pino sintético, se sienta un conductor impaciente.
Él cree que el mundo se acabará si no consigue llegar en menos de tres minutos a tomar su dosis diaria de esclavitud, y azuza a su claxon para que ataque a los oídos de ese desaprensivo repartidor, energúmeno incivilizado, ese…
No, conductor impaciente, no me mires a mí. Yo no voy a secundar tu protesta sónica, ni voy a alterarme, indignarme, agobiarme, ni todas esas cosas que tu mirada cómplice me ha pedido. Si acaso colocaré una máscara de enfado sobre mi cara para que no te sientas incomprendido, pero, acto seguido, subiré el volumen de la música para no oír tus protestas.
¡Ah, mira por dónde! Ahí está el repartidor desaprensivo, contestando con un aspaviento a los pitidos y al cariñoso piropo que otro conductor impaciente le ha dedicado con la cabeza por fuera de la ventanilla.
Adiós, conductor impaciente, que te vaya bien. Y, si me permites un consejo, tómate la vida con calma, que al final se acabará sola, sin que tú le metas prisas.
Autor: Manuel Mije
Correo Electronico: perring255(arroba)hotmail.com