El
torrente de sensaciones y sentimientos que acompañó a Mariano durante el instante
que atravesaba el portal se convirtió en mera desidia al comprobar que no había
atravesado ningún túnel ni nada por el estilo, simple y llanamente entrar por
el portal era como cruzar cualquier puerta de su casa. Lo que si llamó su
atención fue que había aparecido en el mismo sótano que había abandonado pero
con el mobiliario de su dormitorio. Estaba todo exactamente igual, el mismo
póster en la misma pared, los mismos libros en la misma repisa en el mismo
sitio. Todo igual. Ante tal cúmulo de información no se percató de la presencia
de su amigo tirado en el suelo tras su empujón.
—¡Estás
loco Manolo! ¡Podrías haberme matado, subnormal!
—Tranquilo
—comentó embelesado en todo lo que le rodeaba—. Es increíble. Esto tiene que
ser broma. Una de esas cámaras ocultas que a la gente divierte tanto. Eso o que
realmente lo que me dio don Aurelio fue peyote y estoy flipando.
—Ahora
que lo dices ¿no es está tu habitación?
—Sí.
—¿Y no
es este tu trastero?
—Sí.
Rubén
se quedó en silencio observando todo a su alrededor, después echó una ojeada a
su amigo. En verdad lo estaba flipando. Una duda le asaltó y no pudo reprimir
el instinto más básico de todo hombre. Le dio una colleja a Manolo.
—¿Pero
qué haces? —preguntó un dolorido Manolo.
—Resolver
una duda y un asunto pendiente que tenía. La duda es que al dolerte no se trata
de un sueño así que no hemos sufrido ningún accidente y por ende no estamos en
coma ni nada parecido. El asunto pendiente es que te debía una después de
empujarme a un portal sin saber lo que hay al otro lado. Ya estamos en paz
aunque aún hay algo que no veo claro ¿hemos viajado en el tiempo?
—Ni
idea.
El
ruido de la puerta del sótano interrumpió la charla. Rubén que era más ágil y
tenía la cama cerca se tiró a esconderse tras ella. Manolo se quedó inmóvil
mirando a la parte superior de la escalera. Rubén le hacía señas para que se
uniera a él. Su amigo no reaccionaba.
—¿Manolo
eres tú?
Veía
la figura bajando por la escalera y no daba crédito a lo que sus ojos le
mostraban. Parpadeó un par de veces. Miró a su izquierda donde su amigo estaba escondido
tras la cama con los ojos entrecerrados y tapándose la boca. Otra mirada a la
escalera donde la figura estaba ya a medio camino. No podía ser. No podía ser
Rubén.
—¿Manolo
eres idiota o qué? Te estoy hablando.
Trataba
de organizar su mente sin volverse loco pero lo que estaba viendo superaba con
creces los niveles de raciocinio de una persona normal. Rubén con una bata de
seda roja había bajado las escaleras del sótano. Y si lo de la bata era poco
para colmo era rubio.
—¿Quién
eres? —preguntó.
—Pues
quien voy a ser pedazo de idiota. Soy Rubén ¿Y qué carajo te has hecho en el
pelo que lo tienes moreno? ¿Y esta puerta qué es?
—Siempre
he sido moreno y esa puerta mientras no la toques irá todo bien.
—¿Qué
no la toque? —dijo incrédulo—. ¿Pero quién te crees que eres para darme órdenes?
—Tu
mejor amigo ¿no?
—Desde
que murió tu padre hace un año no. Ahora soy tu padrastro.
Manolo
se quedó blanco. En el futuro su padre moría y su mejor amigo se quedaba con su
madre. Este comentario hizo salir a Rubén como un resorte de su escondite. Y
allí vio delante a su viva imagen rubia y en bata de seda roja.
—Soy
yo.
—No,
tú eres yo.
—Somos
iguales menos en el pelo —dijo boquiabierto.
—¡Rubén!
—Gritar su nombre hizo que los dos lo mirasen—. Un momento, Rubén eres tú y
Rubén 2.0 tú —dijo señalándolos.
—No lo
entiendo ¿Esto qué coño es? —dijo el otro Rubén agarrando la barandilla de la
escalera para no caer tras el shock inicial.
—Verás,
hemos venido del pasado, del año 2019 para ver cómo sería el futuro pero si
como bien dices. —Tragó saliva—. Mi padre ha muerto no me interesa nada más,
solo dime como murió. Lo arreglaré.
—Déjate
de sandeces —dijo todavía un poco mareado—. Estamos en el año 2019.
—No
puede ser ¿Qué día es hoy?
—¿Qué
día va a ser? Uno de noviembre.
Rubén
y Manolo se miraron. No habían viajado al futuro. Era la misma fecha.
—¿Me
estás diciendo que aquí, en este universo por decirlo de alguna manera, estoy
con la madre de éste? —dijo señalando a Manolo.
—Sí
—respondió.
—Esto
es el colmo. Mi padre está muerto y a ti te preocupa que aquí eres el noviete
de mi madre. Vámonos. Vamos a solucionar esto como sea.
Manolo
se dirigió al portal, echó una mirada encolerizada a Rubén y éste lo siguió.
Con un simple hasta luego se despidió de su doble rubio e inició la marcha
hacia el portal. Ambos cruzaron con caras largas. Manolo se dirigió a la rueda
que daba potencia al mecanismo y la giró hasta apagarlo. Pero la piedra siguió
brillando y el portal no se cerraba.
—¿Pero
qué demonios pasa aquí? —preguntó Rubén exaltado.
—Ni
idea. Debería haberse cerrado al manipular la rueda. Se habrá quedado algo de
energía residual en los circuitos. Esperemos que se cierre pronto.
—¿Y si
quitamos la piedra?
—Buena
idea, voy.
Manolo
se dirigió al centro de aquella máquina con cautela. No quería romper nada ni
tampoco hacerse daño cogiendo la dichosa piedra.
—¿Pero
esto qué es? —dijo Rubén 2.0 asomando su cabeza por el portal.
—¡Corre
Manolo, quítala que éste se nos cuela! —gritó Rubén.
Manolo
agarró con fuerza la piedra y la separó de la máquina pero el portal no se
cerró. Rubén 2.0 observaba todo a su alrededor tras traspasar completamente el
portal. Al instante se cerró tras él.
—No me
lo puedo creer ¿Tu padre no le ha hecho un vestidor a tu madre en tu cuarto?
Será idiota. Por esa mujer hay que hacer lo que sea aunque ella no te lo pida.
—¡Rápido,
pon la piedra otra vez! —gritó Rubén.
Manolo
la volvió a colocar y de una zancada agarró la rueda y le dio potencia al
máximo. Un portal se abrió tras el escritorio. A ambos les extraño que fuese en
otro lugar distinto al anterior pero no había tiempo para pensar en una minucia
como esa. Agarraron a Rubén 2.0 por ambos brazos y se introdujeron con él a través
del portal.
—¿Pero
esto qué cojones es ahora? —preguntó Manolo indignado.
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