Nueva sesión de terapia en La consulta del
doctor Perring, séptimo test de Rorschach-Perring que os traemos. En esta
ocasión nuestro paciente es ni más ni menos que Pedro Moscatel, al que tenemos
on-fire después de sus últimas publicaciones (“Te prohíbo volver a dormir”,
Cazador de Ratas 2018; “Quintaesencia”, Apache Libros 2018) y también un poco cansado después de la
Hispacón 2018 que se ha pegado el muchacho.
Nació en el año noventa en algún rincón de
Extremadura, pero tras pasar la mayor parte de su vida dando tumbos por Aragón
se deja llamar «extremaño» y se siente ciudadano de ninguna parte.
Lleva toda la vida escribiendo, aunque le
parece más complicado cuanto más aprende. Mientras sigue intentando pillarle el
punto, ha ido acumulando entre sus publicaciones tres novelas, dos libros de
cuentos —con su hilo central, los dos— y una veintena de relatos en antologías
de varios autores, uno de los cuales fue traducido al inglés. Abandona
regularmente un sitio web en la dirección www.pedromoscatel.es.
También toca la guitarra en lugares de mala
reputación (como por ejemplo, su casa, entre escenario y escenario), escucha la
música más horrible y estridente que encuentra y por el día se dedica a la
informática. Se le puede ver en saraos y convenciones literarias como la
Hispacon mencionada más arriba.
Hace diez años soñaba con ganarse la vida
escribiendo: ahora casi cruza los dedos para que no sea así.
En
la novela “El señor de las moscas” se habla de… Bueno, de muchas cosas, pero
sobre todo de lo cabrones que pueden llegar a ser los niños, tú sabes. Yo
recuerdo momentos de ser un niño cabrón, muy cabrón, y todo el que conozco
igual. Venga, confiesa, cuéntanos ese momento en el que fuiste un auténtico
niño cabrón, con todas las letras, las palabras y el peor de los significados
posibles.
De cabrón nada, yo era bueno, bueno. Si te
dijese que una vez le tiré un tarro lleno de hormigas a mi hermana, o que desmenucé
un paquete entero de cigarrillos de mis padres y les puse las virutillas de
tabaco entre las sábanas de su cama, o que tiré una bomba fétida en un
ascensor, te estaría mintiendo. Lo juro.
Como
tantas veces cantó el Sherpa, mi rollo es
el rock, y el tuyo también, no lo niegues, así que dinos a qué leyenda del
rock muerta resucitarías y a qué concierto le llevarías.
Aunque me duela decirlo: algunas estrellas
del rock tienen pinta de ser un poco gilipollas en el tú a tú. Se me ocurre que
debe molar ver un concierto de Metallica con el fantasma de Cliff Burton. Pero
para pasar un buen rato creo que me iría con B.B. King, Nina Simone o Janis
Joplin al concierto de una banda amateur.
Vaya
dilema, Pedro, resulta que has conocido a un tal Morfeo y a su banda de
amigotes raros y te ha dicho que tu realidad es una simulación y que hay que
luchar y tal. Por otro lado, un comercial de telefonía llamado agente Smith te
dice que si no echas cuenta al otro plasta y cancelas la portabilidad, piratea
el programa para concederte cinco deseos y aquí todos contentos con la
simulación. Tú eliges. Si son los deseos, di cuáles.
Voy a fingir que elegiría la realidad y la
lucha por quedar bien (y porque durante los escarceos en la matriz podría llevar
una gabardina de cuero súper molona). Pero seguramente elegiría los deseos.
Escogería el filete de ternera ese, que llevo soñando con él desde el estreno,
la terraformación de Marte, la vida eterna y un primigenio mascota. Ah, y que
las máquinas se pasen al código abierto. Verás qué risas.
¡Qué
mal está el trabajo, joder! Resulta que te consigues un currito bien pagado,
aunque sea de peón de obra en el extranjero que queda muy lejos, en un sitio
llamado Babel, te lo curras pero bien, y a mitad de obra un tal Dios se mosquea
porque la construcción no tiene licencia de altura y os condena a todos los
trabajadores a hablar otro idioma. ¡Es que no hay derecho! En fin, dinos qué
idioma (no vale el español, of course), y por qué.
Arameo. Para jurar.
Y ya no hablando de idiomas, sino de acentos,
dinos los tres acentos con los que más te gusta escuchar tu propio idioma (dominicano,
gallego, argentino, mexicano, vasco, andaluz, canario, catalán, cubano… ¡qué
vergel!).
De menos a más, mis tres preferidos son:
catalán, gaditano y asturiano imitando a un gallego.
Lo
siento, compi, pero acabas de morir. Las circunstancias son lo de menos, lo
importante es que te criogenizan y, como supondrás, te despiertan en el futuro.
La cosa no ha ido del todo mal en lo que al cuerpo se refiere, pero lo que es
la mente… Sólo se ha podido salvar un año de tus recuerdos, un año de
experiencias y vivencias en el que basar tu yo renacido, con el que definirte.
Elige ese año y cuéntanos por qué es el elegido.
Escogería el último. Vivimos de batallitas,
así que podría creerme todas esas historias adornadas y exageradas sin recordar
que son adornadas y exageradas. Chúpate esa, realidad. Eso sí, no garantizo que
la montaña de ego que pudiera salir de ahí se mereciese un carnet de persona.
Qué
vicio más malo el de beber, ¿verdad? Que te lo digan a ti. En fin, te has
pegado una farra que ha dejado temblando las destilerías de media Europa, has
sido malo, y va a tener consecuencias, pero tú decides cuáles: se presenta en
tu casa una muchacha embarazada que no conoces y te dice que vas a ser papi; se
presenta en tu casa un oficial de la Legión Extranjera y te dice que tienes que
presentarte ahora mismo en el cuartel y que si no, con el documento que
firmaste, vas a prisión militar (y que tiene ganas de verte rapado, que no le
gustan tus pelos); se presenta en tu casa un alienígena de aspecto vagamente
humanoide pero muy cariñoso que te pregunta por qué no le has llamado después
de vuestra noche de amor y pasión. Tú elijes y dices por qué.
Lo de la paternidad inesperada dentro del
alcoholismo tiene un toque beatnik, y
tener un churumbel es algo que no me tira para atrás. Pero lo del alienígena
humanoide gana. Quiero ver rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta
de Tannhäuser. Quiero ver cómo se pliegan los trisolarianos. Quiero saber por
qué cuarenta y dos. ¡Llévame contigo, Glorfkrax!
Recibes
una llamada a cobro revertido de Dios (¡qué gurrumino!), y te dice que, después
de leerlo y releerlo infinidad de veces, ha decidido que el Génesis no está muy
bien escrito, que no tiene tirón, y que tú eres uno de los escritores elegidos
como candidato a reescribirlo. Te pide una cata de cien palabras, el inicio,
para ver si le convences y te contrata. Adelante.
Esto
es la Biblia. La puta Biblia. Y comienza así:
¡Pam!
Como un bofetón en un entierro. Como una
patada a un anciano. Con una jodida explosión de mil trillones de teratones, de
una intensidad tan enorme y blasfema como solo un Dios puede imaginar. Como
solo yo puedo imaginar.
Porque sí:
Yo soy Dios.
Y sí:
Lo del Big Bang fue cosa mía.
Primero la nada, la ausencia absoluta, y de
repente, ¡pimba!, el puto universo acelerando
a toda hostia y en todas direcciones, elongando el significado de «ninguna
parte», refutando ad aeternum la
noción de límite.
Yeah…
¿Te
han dicho alguna vez que te sienta bien el negro? Pues ahora te lo dice ni más
ni menos que el director editorial de una “mayor”, y que si lo haces bien en lo
que respecta a ciertas memorias, después te publicarán la novela que tú quieras
en tirada y con promoción acorde a la editorial. ¿Aceptas ser el Kunta Kinte de
esas memorias? Si es así elige entre Joselito, El Príncipe Gitano, Isabel
Pantoja, La Terremoto de Alcorcón o Cristiano Ronaldo, y di por qué.
Le escribiría sus memorias al Príncipe
Gitano, pero solo para averiguar quién le convenció de que hablaba inglés más
que suficiente para cantar In the Ghetto.
Quiero encontrar a ese ser de luz que tanta felicidad nos ha dado y devolverle una pequeña parte de todo
ese gozo con un abrazo y unas cañas. Luego ya lo del contrato editorial me lo
pensaría. Se está muy a gusto aquí, al calor infernal del underground.
Se va el planeta, se va se va, se va por
la barranquilla… Da
igual si es un petardazo en plan “Fight fire with fire”, una pandemia zombi
provocada por una hamburguesa en mal estado o Dios jugando a las canicas y los
meteoritos, el caso es que la civilización tal como la conocemos va a
desaparecer, y un grupo de cien personas, muy previsoras ellas, se ha preparado
un refugio de los más molón en el que pasar los tiempos oscuros. Tienen
provisiones para años, y les sobra sitio para cien libros con los que pasar el
tiempo. Tienes cien palabras para colar “Te prohíbo volver a dormir” y
“Quintaesencia” entre los elegidos (las mismas palabras para dos libros, por
abusón).
Te
prohíbo volver a dormir es una novela frenética, divertida y
sobrecogedora, y además es la única novela de tentáculos y cosas que existe en el mundo. Eso dice mi editora. Sabe de lo que habla, ha editado la única
novela de tentáculos y cosas que
existe en el mundo. Quintaesencia,
por otro lado, es una novela que especula con la idea de que miles y miles de
millones de años en el futuro, cuando hasta el universo mismo se acerca a su
fin, todavía quedan coletazos de civilización humana. ¿Qué mejor esperanza para
perderse en ella durante un apocalipsis?
También puedes leer éste y todos los demás Test de Rorschach-Perring en La consulta del doctor Perring.
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