jueves, 3 de enero de 2019

El test de Rorschach-Perring - Paciente 07: Pedro Moscatel


Nueva sesión de terapia en La consulta del doctor Perring, séptimo test de Rorschach-Perring que os traemos. En esta ocasión nuestro paciente es ni más ni menos que Pedro Moscatel, al que tenemos on-fire después de sus últimas publicaciones (“Te prohíbo volver a dormir”, Cazador de Ratas 2018; “Quintaesencia”, Apache Libros 2018)  y también un poco cansado después de la Hispacón 2018 que se ha pegado el muchacho.


Nació en el año noventa en algún rincón de Extremadura, pero tras pasar la mayor parte de su vida dando tumbos por Aragón se deja llamar «extremaño» y se siente ciudadano de ninguna parte.
Lleva toda la vida escribiendo, aunque le parece más complicado cuanto más aprende. Mientras sigue intentando pillarle el punto, ha ido acumulando entre sus publicaciones tres novelas, dos libros de cuentos —con su hilo central, los dos— y una veintena de relatos en antologías de varios autores, uno de los cuales fue traducido al inglés. Abandona regularmente un sitio web en la dirección www.pedromoscatel.es.
También toca la guitarra en lugares de mala reputación (como por ejemplo, su casa, entre escenario y escenario), escucha la música más horrible y estridente que encuentra y por el día se dedica a la informática. Se le puede ver en saraos y convenciones literarias como la Hispacon mencionada más arriba.
Hace diez años soñaba con ganarse la vida escribiendo: ahora casi cruza los dedos para que no sea así.


En la novela “El señor de las moscas” se habla de… Bueno, de muchas cosas, pero sobre todo de lo cabrones que pueden llegar a ser los niños, tú sabes. Yo recuerdo momentos de ser un niño cabrón, muy cabrón, y todo el que conozco igual. Venga, confiesa, cuéntanos ese momento en el que fuiste un auténtico niño cabrón, con todas las letras, las palabras y el peor de los significados posibles.

De cabrón nada, yo era bueno, bueno. Si te dijese que una vez le tiré un tarro lleno de hormigas a mi hermana, o que desmenucé un paquete entero de cigarrillos de mis padres y les puse las virutillas de tabaco entre las sábanas de su cama, o que tiré una bomba fétida en un ascensor, te estaría mintiendo. Lo juro.

Como tantas veces cantó el Sherpa, mi rollo es el rock, y el tuyo también, no lo niegues, así que dinos a qué leyenda del rock muerta resucitarías y a qué concierto le llevarías.

Aunque me duela decirlo: algunas estrellas del rock tienen pinta de ser un poco gilipollas en el tú a tú. Se me ocurre que debe molar ver un concierto de Metallica con el fantasma de Cliff Burton. Pero para pasar un buen rato creo que me iría con B.B. King, Nina Simone o Janis Joplin al concierto de una banda amateur.

Vaya dilema, Pedro, resulta que has conocido a un tal Morfeo y a su banda de amigotes raros y te ha dicho que tu realidad es una simulación y que hay que luchar y tal. Por otro lado, un comercial de telefonía llamado agente Smith te dice que si no echas cuenta al otro plasta y cancelas la portabilidad, piratea el programa para concederte cinco deseos y aquí todos contentos con la simulación. Tú eliges. Si son los deseos, di cuáles.

Voy a fingir que elegiría la realidad y la lucha por quedar bien (y porque durante los escarceos en la matriz podría llevar una gabardina de cuero súper molona). Pero seguramente elegiría los deseos. Escogería el filete de ternera ese, que llevo soñando con él desde el estreno, la terraformación de Marte, la vida eterna y un primigenio mascota. Ah, y que las máquinas se pasen al código abierto. Verás qué risas.

¡Qué mal está el trabajo, joder! Resulta que te consigues un currito bien pagado, aunque sea de peón de obra en el extranjero que queda muy lejos, en un sitio llamado Babel, te lo curras pero bien, y a mitad de obra un tal Dios se mosquea porque la construcción no tiene licencia de altura y os condena a todos los trabajadores a hablar otro idioma. ¡Es que no hay derecho! En fin, dinos qué idioma (no vale el español, of course), y por qué.

Arameo. Para jurar.

 Y ya no hablando de idiomas, sino de acentos, dinos los tres acentos con los que más te gusta escuchar tu propio idioma (dominicano, gallego, argentino, mexicano, vasco, andaluz, canario, catalán, cubano… ¡qué vergel!).

De menos a más, mis tres preferidos son: catalán, gaditano y asturiano imitando a un gallego.

Lo siento, compi, pero acabas de morir. Las circunstancias son lo de menos, lo importante es que te criogenizan y, como supondrás, te despiertan en el futuro. La cosa no ha ido del todo mal en lo que al cuerpo se refiere, pero lo que es la mente… Sólo se ha podido salvar un año de tus recuerdos, un año de experiencias y vivencias en el que basar tu yo renacido, con el que definirte. Elige ese año y cuéntanos por qué es el elegido.

Escogería el último. Vivimos de batallitas, así que podría creerme todas esas historias adornadas y exageradas sin recordar que son adornadas y exageradas. Chúpate esa, realidad. Eso sí, no garantizo que la montaña de ego que pudiera salir de ahí se mereciese un carnet de persona.

Qué vicio más malo el de beber, ¿verdad? Que te lo digan a ti. En fin, te has pegado una farra que ha dejado temblando las destilerías de media Europa, has sido malo, y va a tener consecuencias, pero tú decides cuáles: se presenta en tu casa una muchacha embarazada que no conoces y te dice que vas a ser papi; se presenta en tu casa un oficial de la Legión Extranjera y te dice que tienes que presentarte ahora mismo en el cuartel y que si no, con el documento que firmaste, vas a prisión militar (y que tiene ganas de verte rapado, que no le gustan tus pelos); se presenta en tu casa un alienígena de aspecto vagamente humanoide pero muy cariñoso que te pregunta por qué no le has llamado después de vuestra noche de amor y pasión. Tú elijes y dices por qué.

Lo de la paternidad inesperada dentro del alcoholismo tiene un toque beatnik, y tener un churumbel es algo que no me tira para atrás. Pero lo del alienígena humanoide gana. Quiero ver rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Quiero ver cómo se pliegan los trisolarianos. Quiero saber por qué cuarenta y dos. ¡Llévame contigo, Glorfkrax!

Recibes una llamada a cobro revertido de Dios (¡qué gurrumino!), y te dice que, después de leerlo y releerlo infinidad de veces, ha decidido que el Génesis no está muy bien escrito, que no tiene tirón, y que tú eres uno de los escritores elegidos como candidato a reescribirlo. Te pide una cata de cien palabras, el inicio, para ver si le convences y te contrata. Adelante.

Esto es la Biblia. La puta Biblia. Y comienza así:

¡Pam!

Como un bofetón en un entierro. Como una patada a un anciano. Con una jodida explosión de mil trillones de teratones, de una intensidad tan enorme y blasfema como solo un Dios puede imaginar. Como solo yo puedo imaginar.

Porque sí:

Yo soy Dios.

Y sí:

Lo del Big Bang fue cosa mía.

Primero la nada, la ausencia absoluta, y de repente, ¡pimba!, el puto universo acelerando a toda hostia y en todas direcciones, elongando el significado de «ninguna parte», refutando ad aeternum la noción de límite.

Yeah

¿Te han dicho alguna vez que te sienta bien el negro? Pues ahora te lo dice ni más ni menos que el director editorial de una “mayor”, y que si lo haces bien en lo que respecta a ciertas memorias, después te publicarán la novela que tú quieras en tirada y con promoción acorde a la editorial. ¿Aceptas ser el Kunta Kinte de esas memorias? Si es así elige entre Joselito, El Príncipe Gitano, Isabel Pantoja, La Terremoto de Alcorcón o Cristiano Ronaldo, y di por qué.

Le escribiría sus memorias al Príncipe Gitano, pero solo para averiguar quién le convenció de que hablaba inglés más que suficiente para cantar In the Ghetto. Quiero encontrar a ese ser de luz que tanta felicidad nos ha dado y devolverle una pequeña parte de todo ese gozo con un abrazo y unas cañas. Luego ya lo del contrato editorial me lo pensaría. Se está muy a gusto aquí, al calor infernal del underground.

Se va el planeta, se va se va, se va por la barranquilla… Da igual si es un petardazo en plan “Fight fire with fire”, una pandemia zombi provocada por una hamburguesa en mal estado o Dios jugando a las canicas y los meteoritos, el caso es que la civilización tal como la conocemos va a desaparecer, y un grupo de cien personas, muy previsoras ellas, se ha preparado un refugio de los más molón en el que pasar los tiempos oscuros. Tienen provisiones para años, y les sobra sitio para cien libros con los que pasar el tiempo. Tienes cien palabras para colar “Te prohíbo volver a dormir” y “Quintaesencia” entre los elegidos (las mismas palabras para dos libros, por abusón).

Te prohíbo volver a dormir es una novela frenética, divertida y sobrecogedora, y además es la única novela de tentáculos y cosas que existe en el mundo. Eso dice mi editora. Sabe de lo que habla, ha editado la única novela de tentáculos y cosas que existe en el mundo. Quintaesencia, por otro lado, es una novela que especula con la idea de que miles y miles de millones de años en el futuro, cuando hasta el universo mismo se acerca a su fin, todavía quedan coletazos de civilización humana. ¿Qué mejor esperanza para perderse en ella durante un apocalipsis?


También puedes leer éste y todos los demás Test de Rorschach-Perring en La consulta del doctor Perring

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