viernes, 18 de enero de 2019

¿El tiempo es relativo? 12


El trastero era de nuevo un dormitorio pero en esta ocasión estaba decorado de manera ostentosa. Dos paredes contiguas estaban pintadas de color rosa y las otras dos de color rojo. Manolo recordó cuando de pequeño escribía cartas de amor en San Valentín a sus compañeras de clase y lo que todas las niñas le decían: “rosa con rojo no pega, es de hortera”. Dos mesitas de noche con una lámpara en forma de flamenco y una bombilla naranja en cada una custodiaban una cama redonda con una colcha de corazones rojos y blancos. La lámpara de cristales del techo y el armario rosa hacían el conjunto más esperpéntico, si se podía.


—Manolo no tengo muy claro donde estamos ¿y tú?

—No lo sé pero desde luego la casa de éste no es —respondió señalando a Rubén 2.0 sin siquiera mirarlo.

La puerta del sótano se abrió y Rubén de un salto se volvió a esconder tras la cama. Manolo lo observó y con un gesto de la mano le indicó que saliera de su escondite, no merecía la pena esconderse otra vez, debían afrontar juntos lo que ese nuevo mundo les deparaba. Y bajando la escalera se veía a Manolo con un chal de plumas morado, una camiseta rosa, unos leggins rojos y unas manoletinas rosas.


—Lo que me faltaba —dijo Manolo.

—¿Quién anda ahí? Tengo el número de la policía marcado en el móvil, solo tengo que llamar y un coche patrulla estará aquí en —se interrumpió al verse abajo con dos Rubén al lado—. ¿Pero esto qué es, una broma?

—Yo paso de explicarle a ése nada —dijo Rubén 2.0 mientras su igual se reía a carcajadas.

—No esperaba menos. Volvámonos y cerremos el portal.

Manolo se giró en dirección a su trastero pero una idea le hizo pararse en seco. Echó una ojeada a su doble y después otra a Rubén 2.0, podría salir bien.

—Rubén ve delante. —Le guiñó un ojo—. Yo tengo que hablar una cosa con ellos.

—Escúchame Rubén 2.0 necesito que busques una piedra azul en esa mesita de noche de ahí. —Señaló en dirección al lado izquierdo de la cama—. Yo iré en busca de la otra que tengo en la máquina, creo que así podremos ir a tu mundo.

—¿Seguro?

—Soy un físico muy famoso en mi mundo —mintió—. ¿Si no cómo crees que habría construido esa máquina? Confía en mí.

—De acuerdo.

Se giró en dirección a la mesita de noche indicada por Manolo. Los dos ignoraron la cara de estupefacción del otro Manolo que con el teléfono móvil en la mano no daba crédito a lo que veía.

—¿Y yo qué hago?

—Tú te quedas ahí tranquilo y cierras los ojos. Es un mal sueño.

Manolo cruzó el portal y salió corriendo en dirección a la rueda de potencia, la puso al mínimo pero en esta ocasión no se atrevió a coger la piedra. Rubén lo observaba y no daba crédito.

—¿Los vas a dejar encerrados?

—Sí y reza para que se cierre rápido.

—Pero quita la piedra.

—No, creo que la piedra es la clave para abrir un portal y no otro. No la muevas.

El portal seguía allí. No encogía ni desaparecía. De repente apareció una figura. Era Rubén 2.0 y su cara lo decía todo, se había dado cuenta de lo que tramaba Manolo.

—Me ibas a dejar allí con el mono de feria ése, ¡serás!

Manolo lo agarró por los brazos y forcejeó un poco. Con una mirada le pidió ayuda a Rubén. Entre los dos lo cogieron en volandas y lo lanzaron al portal pero chocaron de frente con el otro Manolo que intentaba entrar. Salieron trastabillados hacia la máquina y cayeron sobre ella. El otro Manolo salió corriendo en su dirección y el portal se cerró tras él.

—¿Estáis bien?

—¡La máquina! —gritó Manolo—. Ayudadme por Dios, tenemos que arreglarla.

Observándola silenciosamente no encontró nada raro ni fuera de lugar, solo que la piedra había caído al suelo. Volvió a insertarla con mucho cuidado. El poco tiempo que había tenido para asimilar todo lo vivido también le había servido para observar que dependiendo de la postura en la que colocara la piedra iba a un universo distinto. Solo había un problema, que no sabía si estaba colocándola igual que antes o no.

—¿Capullito? —El otro Manolo miraba a Rubén—. Soy yo, tu pimpollo.

—Perdona pero no te conozco y desde luego no soy tu capullito.

—Ya me lo dijo el rubio. Venís de este mundo. Pensé que a lo mejor era una broma tuya mi amor.

—Ufff. —Tardó unos segundos en echar el aire que tenía en los pulmones—. Joder, que miedo da tu universo. Manolo, tú y yo pareja ¿Te imaginas?

Manolo miraba pensativo la piedra incrustada en la máquina. Por más que entornaba los ojos no conseguía ver si estaba igual que antes. Su intuición le decía que no.

—El otro día al salir de clase me dijiste pimpollo y nunca antes me lo habías dicho.

—¿Yo? —dijo extrañado—. Nunca te he llamado así.

—¿Tendrá algo qué ver?

—Te estoy diciendo que nunca te he llamado pimpollo, hostia.

—Lo que tú digas. Pero te gusta mi madre y hay un universo en el que se muere mi padre y te vas con ella. Y me llamaste pimpollo y ahora éste me lo llama también. Es muy raro.

Un nuevo portal se abrió justo delante de la escalera.

—Este portal es distinto —añadió.

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