sábado, 22 de diciembre de 2018

Cosas de princesa


Un golpe seco resonaba en todo el mostrador cada vez que nuestra protagonista bajaba el cuchillo y cortaba la cabeza de un pescado. Después con un arte sublime y bien estudiado separaba la espina de los lomos. Tira a un lado las espinas y guarda la carne en un cartucho. Otro cliente atendido, otro número a pasar.


—38.

La voz no era su mejor virtud. No podemos decir que fuera dulce y suave. Más bien aguda y escandalosa. Eran las diez de la mañana y el supermercado estaba lleno pero a las siete de la mañana cuando las puertas estaban cerradas regalaba a sus compañeros fragmentos de canciones de las grandes folclóricas españolas. Escuchar marinero de luces o como una ola con esa voz tan chirriante no era nada placentero. De pequeña le dijo a su abuelo que quería cantar copla y ser como Rocío Jurado. Reunió el dinero necesario para pagarle la matrícula de la mejor academia de Sevilla pero antes le pidió una muestra de su maestría cantando para cerciorarse de que no tiraba el dinero. El abuelo se ahorró un buen disgusto gracias a dicha prueba.


A las diez de la noche salía después de recoger y limpiar la pescadería. El olor delataba su profesión a leguas. Llegaba a casa, se daba una ducha, comía algo rápido y se acostaba soñando con su príncipe azul. Había tenido mala suerte en el amor y solía decir que siempre se encontraba con un príncipe azul y que al besarlo se transformaba en rana. Algunos intentaban convencerla para que le diera alguna oportunidad a las ranas, pero ella decía que otras los besaran, y que cuando fueran príncipes, entonces la buscaran. Cosas de princesa.

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