viernes, 15 de febrero de 2013

Crónicas de lo Despatarrante 4: Especial Navidad


La Navidad, tiempo de amor y paz, de solidaridad y confraternización, de regalos, de turrones y peladillas, de mazapanes y bolitas de coco. Llega el veinticinco de diciembre, y con él el árbol y sus bolas, o el Belén, las guirnaldas, las coronas, las lucecitas y todo el aparato ornamental típico. Los parientes, los amigos, los conocidos y los vecinos, todos se reúnen para celebrar el nacimiento de Cristo y la nueva era, para olvidar rencillas y penas pasadas, para brindar y reír, comer el pavo o el cordero, el jamón, los langostinos, las angulas y los percebes. Todo eso, todo vuelve a casa por Navidad, como nos recordaba el famoso spot. Un servidor también vuelve a casa por Navidad, a ésta nuestra casa, nuestra barcaza del misterio y lo insólito, el resquicio a través del cual contemplar lo que se esconde más allá de lo cotidiano… nuestras Crónicas de lo Despatarrante.
Y, cómo no en estas fechas, vengo acompañado, singularmente acompañado, diría yo. Conmigo estará ni más ni menos que el padre Polón, uno de los pilares del estudio paranormal en nuestro país, la fuente primordial de la que todos nosotros hemos bebido. Comunicador, investigador, escritor, director editorial, pensador, sacerdote y místico. La voz tras el micrófono en aquellas mágicas noches de “Lo raro”; el director, redactor, impresor, articulista, columnista, reportero, fotógrafo, distribuidor, copista, corrector, ilustrador, y diseñador de la por todos conocida “Te lo cuento por ser tú”; aquel venerable padre que se asomaba a nuestras casas desde la televisión local de Astorga con su mítico “Tú piénsatelo”. También ha venido, ya recuperado de los percances sufridos en su última investigación, otro de los grandes, consagrado en cuerpo, alma y contusión, Javier Serra, al que ya presentamos en crónicas anteriores. Y, para redondear, uno de los más estrechos colaboradores de las Crónicas de lo Despatarrante, Santiago Macacho, redactor esporádico de artículos marginales en revistas como “Piojo verde”, ocasional en tertulias radiofónicas como “Hablemos de cosas raras”, y autor de libros tan aceptables como “Investigando con Quique”, “Te vas a caer de espaldas, chaval” o “Quique forever”.



Quique Jiménez: Padre Polón… Qué decir, todo un honor.

Padre Polón: Lo mismo digo, hijo mío.

QJ: Santiago… una vez más.

Santiago Macacho: El gusto es mío, Quique. Ya sabes lo que te admiro y lo que aprecio estas oportunidades que me das de participar en las Crónicas. Es todo un honor estar aquí hoy, y más viendo el resto de contertulios que…

QJ: Javier, amigo, bienvenido una vez más a ésta nuestra barcaza del misterio y lo insólito.

Javier Serra: Bienhallado, Quique. Siempre es un placer estar aquí contigo.

QJ: ¿Todo bien de tus lesiones?

JS: Todo perfecto. Preparado para hablar de todos esos temas que tanto nos gustan.

QJ: Me alegro, de corazón. Y, en fin, creo que va llegando el momento de entrar en materia, porque es mucho lo que tenemos para esta ocasión, para este especial. Ante mí está el guión de todos los temas que vamos a tratar en esta entrega, todos relacionados con la Navidad. La Navidad, sí, noche de paz, noche de amor… y noche de misterio… noche de lo despatarrante. Muy poca gente lo sabe, pero esta festividad, tan… “hogareña” podríamos decir, tan… “inocente” quizá sea la palabra, también oculta tras su cándida fachada un buen número de fenómenos, de historias, de leyendas, de mitos recogidos a lo largo de los tiempos y transmitidos de boca en boca, susurrados en corrillos, conscientemente ignorados por esta nuestra sociedad tan afecta a dar la espalda, a cerrar los ojos ante aquello que no puede comprender. Por ejemplo, y por empezar de alguna manera, háblanos tú, Javier, del Papá Noel de Los Pajaritos, un tema que ya trataste en tu programa “Sustos in the night” y que luego incluiste en tu libro “Investigando mis cosas”.

JS: Efectivamente, Quique. Este caso se remonta unos cuantos años atrás en el pasado. Todo partió de una noticia de esas que suelen pasar desapercibidas en los periódicos, en parte por el tono ultra escéptico y socarrón con el que son tratadas. El subtítulo me sorprendió: “El acusado jura que todo el material incautado en su vivienda lo había dejado allí Papa Noel, que había entrado por la chimenea.”

QJ: Vaya, prometedor encabezamiento.

JS: Exacto. Y lo tenía allí, delante de mis narices, esperando a que lo investigara.

QJ: Tu sagacidad, una de las características que te engrandecen y te aúpan a la cima de la investigación paranormal patria. Bravo.

JS: Gracias, Quique. Como puedes imaginar, me trasladé inmediatamente a Sevilla, y localicé el domicilio mencionado en la barriada de Los Pajaritos. Se trataba de una vivienda humilde, una casita baja en no muy buen estado de conservación. El dueño, cuando por fin abrió la puerta, resultó ser un hombre robusto, peludo y moreno, con un par de espesas y anchas patillas unidas por un hermoso mostacho. El individuo, en un principio, antes de saber la naturaleza de mi investigación, me amenazó con un garrote que parecía tener junto a la puerta para ocasiones similares.

QJ: Como siempre al filo del peligro, Javier. Continúa.

JS: Cuando por fin le expliqué lo que me había llevado allí, y tras unas risas y un pequeño desembolso económico en concepto, supuse, de aportación para levantar algún tipo de altar o ermita en el lugar del suceso paranormal, el señor me invitó a entrar. Si por fuera ya se notaba una grave falta de cuidado en cuanto a higiene y conservación se refiere, por dentro todo era aún peor. Manchas oscuras pasaron reptando por el suelo, e incluso llegué a oír los chillidos de las ratas espantadas.

QJ: Terrible.

SM: ¿Puedo hacer un inciso, Quique?

QJ: No. Continúa, Javier.

JS: Una vez dentro pregunté por el lugar concreto del suceso, a lo que este señor me contestó señalándome lo que parecía un simple agujero en el techo de la vivienda, pero que según me aclaró era algo así como la preinstalación de la chimenea que tenía pensado colocar desde hacía mucho tiempo. Examiné el lugar buscando trazas, pequeñas evidencias del paso por allí de lo paranormal.

QJ: Muy intuitivo por tu parte. Lo extraño, lo despatarrante, siempre suele dejar su huella, su rastro presente, identificable, sobre todo para un maestro de la investigación preternatural como tú. Dime, ¿qué encontraste?

JS: Por desgracia nada, Quique. No sé, supongo que no me pude concentrar con aquel olor nauseabundo y mi fobia a las plagas. Fue superior a mis fuerzas. Tampoco ayudaron las varias interrupciones que hubo. Primero fue un joven toxicómano que llevaba una radio de coche muy parecida a la que yo tenía en el mío, el cual fue expulsado del umbral al grito de “no quiero cosas sino guita”, confirmando al tiempo el previamente sospechado uso habitual de la garrota junto a la puerta. Después vino otro joven toxicómano con el que el dueño de la vivienda realizó algún tipo de intercambio que no supe identificar.

QJ: Vaya, una lástima.

JS: De todas formas, Quique, aún me quedaba recoger el relato del testigo, que una vez cerrados sus tratos con los visitantes, y antes de invitarme amablemente a abandonar la vivienda, sí que departió conmigo el tiempo suficiente como para llegar a algunas conclusiones. Y como suele suceder en estos casos, el buen señor se mostró reacio a admitir lo que en un primer momento sí que admitió.

QJ: Me gusta que saques ese tema, Javier, el reparo con el que esta sociedad tan cerrada a lo desconocido, tan castradora de intelectos, imbuye a los que alguna vez fueron testigos de lo oculto. No es raro que, después de haberse sincerado en un primer momento, el sujeto se vea demasiado presionado por el qué dirán, obligado a negar lo que sus propios ojos vieron, a olvidar su encuentro con esas otras facetas de nuestra realidad, en aras de un respeto ciego por el canon racional y racionalista que encorseta la experiencia humana en esta nuestra sociedad de la razón.

JS: Ciertamente, éste también fue uno de esos casos. Pero eso, entiendo, forma parte de nuestro trabajo de investigación, conseguir extraer las verdades a pesar de la renuencia de los testigos. En la referida ocasión el objeto del estudio comenzó negando la mayor, atribuyendo su primera declaración a un rapto de hilaridad provocado por la ingesta de alcohol y, según sus propias palabras, “por tocarle un poco los huevos al comisario”. Pero en su falsa coartada había huecos, momentos de nerviosismo, frotar de manos, miradas por el ventanillo de la puerta.

QJ: Ahí, muy bien, arañando esa costra de racionalismo mal digerido e incredulidad de encefalograma plano que mantiene tantas verdades encerradas.

JS: Al final no pude sacarle un relato completo de los hechos, pero fueron tantos los indicios de su gestualidad, su nerviosismo, que no puedo por menos que asegurar, con total convicción, que en aquel lugar ocurrieron sucesos de carácter paranormal. ¿Fue Papá Noel, quien pasó, por allí? ¿Un ángel? ¿Una entidad venida de otra estrella o un espíritu errabundo atado a esta realidad por las gruesas cadenas del pasado? Eso nunca lo sabremos.

QJ: Impactante. No sé qué decir, Javier. ¿Algo más?

JS: Bueno, quizá añadir que, si bien mi llegada al lugar de la investigación e incluso el proceso de la misma no reportó ningún tipo de peligro, la vuelta no fue tan afortunada.

QJ: No sé por qué, pero me lo temía, Javier.

JS: Apenas unos momentos después de salir del lugar de los hechos en dirección a mi automóvil fui atracado por un joven toxicómano, quizá el mismo de la radio antes mencionado, que me quitó el reloj, la cartera, una cadena que llevaba y los zapatos. Después, cuando por fin llegué al lugar en el que había dejado estacionado mi vehículo, descubrí con estupor que le habían sido robadas las cuatro ruedas y la de repuesto, los faros antiniebla, la batería y las bujías, que había forzado el maletero y había sustraído todo el instrumental que llevaba dentro. Todos los cristales estaban rotos, faltaba la radio y todos los documentos de la guantera y un maletín de campo que llevaba sobre el asiento del copiloto.

QJ: Terrible.

JS: Aún no repuesto de aquello, otro joven toxicómano se me acercó con intención de atracarme y, molesto porque el anterior se había llevado todo lo de valor que llevaba encima, me abofeteó, me quitó las gafas y las pisoteó.  Y como colofón a aquel infierno de tragedias, cuando pensaba que ya había sufrido todas las penalidades que podía sufrir, fui rodeado por un grupo de aviesos infantes que comenzaron a increparme. Después se armaron con algún tipo de vara que no supe identificar debido al problema con mis gafas, y comenzaron a martirizarme con ellas. Me fueron guiando por la calle en una suerte de encierro macabro, golpeándome en la espalda, glúteos, corvas, muslos y pantorrillas, hasta que por fin conseguí dejarlos atrás después de un rato de carrera.

QJ: Acongojante, Javier. No me queda otra que darte las gracias, tanto en nombre de todo nuestro público como de todos tus compañeros, por la dedicación y el sacrificio que despliegas en el desarrollo de esta nuestra actividad.

JS: No hay de qué.

QJ: Y bien, es el momento de pasar de la charla a la tertulia. Por ejemplo, díganos usted, padre Polón, ¿cuál es su opinión respecto a este caso?

PP: Bueno, yo, desde la experiencia que dan los años de investigación, diría que se trata de un caso relativamente común cuyo origen va en una de las líneas ya apuntadas por el joven investigador. En resumen, y sin necesidad de mencionar la amplia documentación casuística con la que podría demostrar mi tesis punto por punto (artículos, libros o reportajes de Kamkrov, Niépce, Graham, o el mismo J. J. Ramírez), opino que se trata de un caso de contacto con entidades extraterrestres, simple y llanamente.

QJ: Extraterrestres… Brillante, simplemente brillante.

PP: Ni más ni menos. Hace mucho que está demostrado que entidades venidas de planetas lejanos, representantes de civilizaciones quién sabe hasta qué punto diferentes a la nuestra, nos han estado visitando desde tiempos inmemoriales. La finalidad de estas visitas está muy clara: la investigación, la toma de muestras, y quién sabe si la experimentación, la infiltración… o incluso la colonización, la conquista. Como haríamos nosotros, por otra parte. Imaginémonos ante una civilización extraña con la que nos topemos, como de hecho sucede en regiones perdidas de la cuenca del Amazonas. No sólo vamos allí y observamos, también recogemos muestras, sobre todo utensilios de uso cotidiano, adornos personales. Es exactamente el mismo caso. Diga, joven, ¿de qué material incautado estamos hablando?

JS: Radios de coche, relojes, joyas, algunos aparatos electrónicos…

PP: Ajá. Exactamente el mismo caso, como yo decía. La conclusión es obvia: un grupo de exploración de procedencia extraterrestre depositó las muestras recogidas, quizá accidentalmente, quizá con algún incomprensible propósito, en la vivienda investigada. Y claro, como suele suceder con una mente no entrenada, el sujeto que presenció el fenómeno no supo distinguir la verdadera naturaleza del mismo, y lo atribuyó a algo más connatural con su experiencia, la intervención de una figura, como puede ser Papá Noel, perteneciente a su acervo cultural propio. Y eso es todo, ahí queda el fenómeno analizado y demostrado punto por punto. He dicho.

QJ: Impresionante, padre. Una clase maestra, una prueba más de que la experiencia es un grado, y aun así sólo una simple cata del vasto conocimiento en el que estamos todos deseosos de profundizar a lo largo de esta cuarta entrega. Muchísimas gracias.

PP: No hay de qué, pollo. Uno siempre se siente inclinado a profundizar en estos temas cuando se encuentra ante una audiencia dispuesta a escuchar, como es el caso, personas sin miedo a conocer las otras realidades que se esconden bajo la superficie de lo cotidiano. Porque a mí, hijo mío, por sacar a la luz estas verdades, a mí, repito… me llamaron loco… ¡La censura ciega!

QJ: Terrible, padre. Y gracias por lo que nos toca, pues ésa precisamente es la función que pretendemos desarrollar en estas Crónicas de lo Despatarrante, la de hacernos eco, darle la palabra a los que alguna vez se cruzaron con la maravilla, sin temor a enfrentarnos a la, como usted acertadamente ha llamado, censura ciega. Prosigamos. Santiago, ¿algo que opinar al respecto? Una cosa breve.

SM: Sí, Quique. He estado recopilando las leyendas, artículos y expedientes de casos similares al traído aquí por Javier. La lista es larga, desde algunos más lejanos como el de San Nicolás de Bari, o el Joulupukki lapón, que se puede decir son el auténtico origen de mito de Papá Noel tal como lo conocemos hoy en día: un señor mayor, de naturaleza más o menos sobrenatural, que reparte regalos entre los necesitados, principalmente niños. Más moderno y cercano tenemos el expediente de los duendes navideños de Vallecas, una curiosa historia en la que, paradójicamente, esto míticos seres no fabricaban regalos para entregárselos a las personas, sino que los sustraían. O el ratoncito  Pérez de Trebujena, similar en el sentido de que también se trata de la aparición tangible de una entidad tradicional de carácter benéfico. O no tan benéfico, pues en esta ocasión, el testigo, una niña en edad de mudar los dientes y convaleciente de un cólico, declaró haber visto cómo el mítico ratón, vestido al estilo mosquetero, le obligaba a beber vinagre. También podemos hablar de…

QJ: Muy bien, es suficiente. Vayamos ahora con el plato fuerte, el monumento a la investigación erigido, cómo no, por el perínclito padre Polón. Somos todo oídos, padre, adelante.

PP: De acuerdo, hijo. Vamos a ver, yo, aquí y hoy, voy a exponer, analizar y demostrar, un caso de abducción con intenciones de hibridación sucedido hace… más de dos mil años. Sí, señores. ¿De qué estamos hablando aquí? Del nacimiento de Cristo. Pero para que hubiera nacimiento tuvo que haber antes una concepción, ¿verdad? Sí, efectivamente, la Inmaculada Concepción. Yo digo, aquí y ahora, que la Inmaculada Concepción fue un fenómeno de abducción con intenciones de hibridación. Y lo voy a demostrar.

QJ: Bravo.

PP: Lucas, 1:26 al 28: Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre que se llamaba José, de los descendientes de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel, le dijo: ¡Salve, llena de gracia! El Señor está contigo; bendita eres tú entre las mujeres. Ésta es la más antigua crónica de aquel evento, y la única recogida dentro de los cuatro Evangelios Canónicos, de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. No es un documento revelador, si bien tampoco niega nuestra hipótesis de salida; está abierto. Cuando ya acudimos a los evangelios apócrifos… la cosa cambia. Protoevangelio de Santiago: Y María, muy gozosa, fue a visitar a Isabel, su prima. Y llamó a la puerta. E Isabel, habiéndola oído, dejó su escarlata, corrió a la puerta, y abrió. Y, al ver a María, la bendijo, y exclamó: ¿De dónde que la madre de mi Señor venga a mí? Porque el fruto de mi vientre ha saltado dentro de mí, y te ha bendecido. Pero María había olvidado los misterios que el arcángel Gabriel le revelara, y, alzando los ojos al cielo, dijo: ¿Quién soy, Señor, que todas las generaciones de la tierra me bendicen? Aquí ya se introduce un elemento claro, unívoco, repetido mil veces en los trabajos de Sturdek, Germán de Grumosa o Niépce: es común que a los abducidos, sobre todo cuando el fenómeno se produce con fines de hibridación, les sea borrada la memoria de lo que es el hecho físico en sí. María no se acordaba. ¿Por qué no se acordaba María? Porque le borraron la memoria.

QJ: Las piezas, las piezas del puzzle preternatural se juntan.

PP: Prosigamos. Consultemos ahora el Liber de infantia Salvatoris, o Libro de la Natividad de María: En estos mismos días -es decir, al principio de su llegada a Galilea- fue enviado por Dios el ángel Gabriel, para que le anunciase la concepción del Señor y para que la pusiera al corriente de la manera y orden como iba a desarrollarse este acontecimiento. Y así, entrado que hubo hasta ella, inundó la estancia donde se encontraba de un fulgor extraordinario. Por Dios, se puede decir más alto pero no más claro. Traigamos todos a la memoria aquella afamada película que, tras consultar con multitud de expertos en la materia, realizó Steven Spielberg: Encuentros en la tercera fase. La escena de la abducción del niño, las luces, la estancia inundada por un fulgor extraordinario. Creo que sobran más comentarios al respecto.

QJ: Impagable el análisis, padre.

PP: Sigamos profundizando en el Liber de infantia Salvatoris: La Virgen, que estaba bien acostumbrada a ver rostros angélicos y a quien le era familiar el verse circundada de resplandores celestiales, no se asustó por la visión del ángel, ni quedó aturdida por la magnitud del resplandor, sino que únicamente se vio sorprendida por la manera de hablar de aquel ángel. Y así se puso a pensar a qué vendría saludo tan insólito, qué pronóstico podría traerle y qué desenlace tendría finalmente. He aquí una nueva pista, un dato fácilmente contrastable con la profusa bibliografía sobre casos de abducción que circula por ahí. Si se busca en los mencionados tratados, es sencillo encontrar el dato de que los abducidos, a partir del primer contacto, establecen un vínculo con esas entidades superiores venidas de no se sabe qué estrella. Es como si, una vez sintonizados a partir de su primera experiencia, sea más fácil que vuelvan a toparse con el fenómeno. El fragmento es altamente revelador en ese sentido, María estaba acostumbrada a ver rostros angélicos y le era familiar verse circundada por luces celestiales: ¡María era una contactada! ¿Es que acaso se puede dudar de ello? Todo está ahí, muy claro, para quien quiera verlo. Y la naturaleza de esos contactos previos es también algo muy sencillo de deducir: María, junto con otras muchas mujeres de aquella época histórica, fue previamente abducida y analizada fisiológica y genéticamente en busca del sujeto idóneo para el experimento. Esto nos hace volver de nuevo al Evangelio de Lucas que, a la luz de lo que he ido desgranando a lo largo de este análisis, se vuelve también revelador: Gabriel, el denominado ángel por gentes de una época en la que resultaban desconocidas denominaciones más modernas y específicas como emisario, explorador o científico extraterrestre, sabía a quién buscar, dónde buscar. ¿Por qué? Ya lo he dicho, María fue la seleccionada de un grupo amplio de mujeres que fueron abducidas y examinadas. A partir de aquí ya todo es tan claro y cristalino que sobran los comentarios, nos basta con leer para encontrar más datos del suceso, como el fragmento del Liber de infantia Salvatoris, análogo al del Protoevangelio de Santiago, en el que María, tras conocer su elección, duda sobre la naturaleza del proceso, a lo cual Gabriel le replica: No pienses, María, que vas a concebir de manera humana: sin unión marital alguna, alumbrarás siendo virgen y amamantarás permaneciendo virgen. El Espíritu Santo vendrá, en efecto, sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra contra todos los ardores de la concupiscencia. No se puede decir más: una concepción distinta a la humana, sin unión marital, llevada a cabo por el Altísimo, entidad que, como su propio nombre indica, vino de los cielos, de estrellas lejanas, para cubrir a María. Finalmente, el sujeto de la experimentación acepta en los siguientes términos: María, entonces, extendió sus brazos y elevó sus ojos al cielo, diciendo: He aquí la esclava del Señor, puesto que no soy digna del nombre de señora: hágase en mí según tu palabra. Con esto está dicho todo. Podríamos seguir profundizando en el tema, incluir los fragmentos en los que las mismas entidades extraterrestres contactan con José, o contrastar con otros datos que demuestran la naturaleza extraterrestre de Cristo (el mismo J. J. Ramírez aporta multitud de ellos en su “Jamelgo de Troya”), pero no creo que haga falta. Como dije al principio de mi intervención, ahí queda expuesto, analizado y demostrado, el caso de abducción con intenciones de hibridación que dentro de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, se conoce como Inmaculada Concepción y que supone uno de los pilares en los que se sustenta nuestra religión, por mucho que la censura ciega se empeñe en negarlo y ataque a los que alguna vez se atrevieron a levantar la voz para sacar a la luz estas verdades. Como me sucedió a mí mismo, que por profundizar en estos temas fui obligado a desvincularme de mi función sacerdotal y recluirme en el balneario en el que actualmente resido. He dicho.

QJ: Bravo, padre. Bravísimo. Es, y nunca mejor dicho, una bendición poder contar con alguien con usted en estas nuestras Crónicas de lo Despatarrante. Toda una experiencia que, tanto los aquí presentes como nuestros lectores, jamás podremos corresponderle: la verdad, esa otra verdad en la que pocos se atreven a profundizar, ya sea por miedo o ciego escepticismo, aquí, revelada, analizada, demostrada, desnuda ante los ojos de todos. Muchísimas gracias, padre. Y bueno, mientras aún tratamos de recuperarnos del shock que supone esta revelación, demos ahora la palabra a Santiago Macacho, que también nos trae un tema de relativo interés relacionado con la Navidad.

SM: Gracias, Quique. Lo que yo voy a contar ahora es el fruto de una investigación realizada por mí a partir de la aparición de los Pergaminos de la Comadrona de Jesús, de los que ya habló en su momento don Germán de Grumosa. Se trata de unos documentos de gran valor que, según su datación por carbono catorce, se estima fueron escritos entre el siglo I y el XX de nuestra era. Los mencionados pergaminos, escritos originalmente en griego, fueron encontrados en unas excavaciones anejas a las de Nag Hammadi, y forman parte de un total de nueve códices…

QJ: Abreviando, Santiago.

SM: Sí, Quique. En estos pergaminos se hace mención a un personaje no incluido en el Evangelio de Mateo ni en los apócrifos, pero al que sí se menciona en otras tradiciones cristianas, y me refiero a Artabán, el cuarto rey mago. Según esta leyenda, confirmada por los Pergaminos de la Comadrona de Jesús, se conoce que si bien los tres primeros reyes magos iban juntos, este cuarto mago llegó solo, uniéndose a los demás por el camino. Esto parece confirmar la teoría implícita en el Evangelio del Pseudo Tomás, según la cual los tres reyes magos clásicos, nombrados Melchor, Gaspar y Baltasar, eran sacerdotes zoroastristas provenientes de Persia, frente a posteriores interpretaciones que los consideran astrólogos originarios de África, Asia y Europa. Más allá de eso, este cuarto rey mago se supone proveniente de la India, y practicante…

QJ: Lo dicho, Santiago, abreviando.

SM: Sí, sí. Pues bien, según los Pergaminos de la Comadrona de Jesús, este cuarto rey mago, Artabán, también estuvo allí en el momento de la adoración y, como el resto de reyes magos, también entregó su presente al niño dios. Ahora la pregunta es ¿cuál fue el presente en cuestión? El presente fue, según estos documentos, algo llamado opós mekonos, que significa jugo de adormidera, y a lo que hoy en día se le llama opio, algo que coincide con la descripción que se da: Y he aquí que Artabán entregó al niño una pequeña caja de madera de sándalo llena de unas piedras oscuras y cristalinas, diciendo: te entrego aquí, oh, Señor, el opós mekonos, que alivia dolores, calma fiebres, atrae al sueño y al olvido, y abre el alma a Dios. Más adelante se detallan las instrucciones que este mismo personaje dio a María y José para su uso: dosis pequeñas, sobre todo si se le administraban al infante para hacerlo dormir cuando llorara demasiado, aplicación por vía rectal, y conservación en un lugar seco, fresco, y no expuesto a la luz.

QJ: Bien, prosigue.

SM: A partir de aquí se pierde la pista al opós mekonos. De hecho no se vuelve a nombrar, y no sabemos qué pudo pasar con él, si la Sagrada Familia hizo uso del presente durante aquellos treinta años, hasta el momento en que Jesús abandona su vida privada y empieza su vida pública. Pero he aquí que gracias a unos documentos medievales de reciente aparición he conseguido retomar la pista, pues en ellos se habla de que, tras su bautismo por parte de Juan, Jesús le mostró a éste unas piedras negras antes de seguir al Espíritu de Dios al desierto para ayunar los cuarenta días y superar las tentaciones. No se da el nombre de estas piedras negras, pero no hace falta, queda bastante claro por su descripción física y la declaración del propio Jesús en el sentido de que aquellas piedras servirían para ayudarle a hablar con Dios, uso muy común, éste de la inducción de trances extáticos, que se le suele dar a este tipo de sustancias. Por último, otro indicio que confirma la teoría, el uso por parte de Jesús de Nazaret del opio obsequiado por el rey mago Artabán durante sus trances de los cuarenta días y cuarenta noches en el desierto, se encuentra en un fresco de la abadía en cuya restauración fueron encontrados los manuscritos, en el que se ve a Cristo, recién salido del desierto, señalando al cielo con un dedo oscurecido…

QJ: Bien, ahí queda expuesto el caso, ahora veamos qué opinan los expertos. Javier, ¿qué te parece?

JS: Bueno, Quique, yo aún no he estudiado las Pergaminos de la Comadrona de Jesús ni tenía referencias de esos documentos medievales mencionados, por lo que no puedo opinar con fundamento. Pero sí que traté en mi libro “Magadalena: seguidora, amante y dealer ocasional” la posibilidad, apuntada por muchas referencias, de que Jesús fuera consumidor, por mediación de María de Magdala, de sustancias psicoactivas con el fin de entrar en trances extáticos, lo que es perfectamente compatible con la hipótesis expuesta por Santiago.  

SM: Gracias.

QJ: Padre Polón, ilumínenos.

PP: Bueno, hijo, permíteme que no diga nada, hasta no tener acabado el trabajo de investigación que estoy haciendo al respecto, sobre si eran tres, cuatro o doce los reyes magos, ni sobre su procedencia, la cual según estos estudios parece ser extraterráquea, o la naturaleza de los regalos entregados al niño Jesús. Sí me pronunciaré, no obstante, acerca de la posible ingesta por parte de Cristo de sustancias psicoactivas. Y lo tengo que hacer en contra, me temo, por supuesto avalado por gran número de trabajos a los que he tenido acceso o de los que incluso yo he sido el propio autor. Cierto es el uso que se ha dado a este tipo de compuestos en multitud de culturas a lo largo y ancho de la historia, que no ha sido otro que el contacto con el más allá, con entidades superiores que bien moran o tienen acceso o otros planos de nuestra realidad. Yo por ejemplo he tomado ayahuasca y he experimentado ciertos trances de naturaleza mística. Pero igual de cierto es que gran parte de estas entidades no son otra cosa que esos visitantes, venidos de otras galaxias, que desde tiempos inmemoriales han estado interactuando con los habitantes de este planeta. Se trata de seres superiores, evolucionados hasta el punto de hacerse tan puros que son capaces de acceder a esos otros planos de forma natural, los ángeles de los relatos antiguos. Siendo esto así, se llega  a la conclusión de que Cristo no necesitaba de estos elementos para alcanzar el trance extático, se podría decir que los llevaba ya dentro, que formaban parte, como he dicho, de su naturaleza alienígena, antes demostrada por mí en esta misma tertulia. Por lo tanto, y teniendo también que dudar acerca de lo interpretado a partir de los Pergaminos de la Comadrona de Jesús, de cuyo significado y revelaciones podríamos hablar largo y tendido, pero en otra dirección a la apuntada, me veo obligado a declarar la investigación del señor Macacho como fallida, aunque sin negarle el valor del esfuerzo realizado ni la posibilidad de que más adelante, con el tiempo y la experiencia, pueda llegar a realizar trabajos de verdadero valor. He dicho.

QJ: Ahí está, sí señor. Frente a las voces que se alzan, hostiles y desabridas, contra el mundo de la investigación paranormal, contra los que estudiamos estos fenómenos, tildándonos de falta de profesionalidad y rigor, acusándonos de aceptar cualquier hipótesis peregrina, ahí queda la prueba de que no sólo se estudia, se investiga, se analiza, sino que también se contrasta, se discute lo fallido, y se rechaza lo que no supera la prueba de la infalibilidad. Gracias de nuevo, padre, por esta lección de profesionalidad y rigor.

PP: No hay de qué, joven.

QJ: Santiago, ¿algo que decir al respecto?

SM: … Lo siento.

QJ: Muy bien. Podríamos estar aquí horas y horas, días, meses y años, disfrutando de la sabiduría del padre Polón, admirándonos con el valor y la entrega de Javier, y con Santiago también, por qué no. Pero nuestro tiempo ha finalizado, acaban de llegar dos amables enfermeros del Hospital Psiquiátrico Virgen de la Iluminación y …

PP: Balneario Virgen de la Iluminación.

QJ: Perdón, Balneario Virgen de la Iluminación. En fin, tenemos que dar por finalizada esta cuarta entrega de nuestras Crónicas de lo Despatarrante. Padre Polón, todo un honor haberle tenido aquí con nosotros. Ojalá podamos volver a contar con su sabio verbo.

PP: El honor ha sido mío. Ya hablaré con el doctor Parra para que me deje venir otra vez.

QJ: Javier, cuídate mucho. Espero volver a charlar contigo en breve, y que estés sano y salvo.

JS: Gracias, Quiqué. No dudes que volveré.

QJ: Santiago… ya hablaremos.

SM: Sí, Quique.

QJ: Hasta aquí llegamos con nuestro especial navideño de las Crónicas de lo Despatarrante; espero que lo hayáis disfrutado tanto como nosotros. Ya sólo me queda desearos unas felices fiestas y recordaros que volveremos aquí con nuevos relatos, testimonios y pruebas de lo que se esconde al otro lado del misterio; estaos atentos.


Enfermero anónimo: Padre Polón, ¿unos sedantes?

PP: Sí, por favor. Me vendrá bien un poco de trance extático.


Quique Jeménez’s
Crónicas de lo Despatarrante

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