La
Navidad,
tiempo de amor y paz, de solidaridad y confraternización, de regalos, de
turrones y peladillas, de mazapanes y bolitas de coco. Llega el veinticinco de
diciembre, y con él el árbol y sus bolas, o el Belén, las guirnaldas, las
coronas, las lucecitas y todo el aparato ornamental típico. Los parientes, los
amigos, los conocidos y los vecinos, todos se reúnen para celebrar el
nacimiento de Cristo y la nueva era, para olvidar rencillas y penas pasadas, para
brindar y reír, comer el pavo o el cordero, el jamón, los langostinos, las
angulas y los percebes. Todo eso, todo vuelve a casa por Navidad, como nos
recordaba el famoso spot. Un servidor también vuelve a casa por Navidad, a ésta
nuestra casa, nuestra barcaza del misterio y lo insólito, el resquicio a través
del cual contemplar lo que se esconde más allá de lo cotidiano… nuestras
Crónicas de lo Despatarrante.
Y, cómo no en estas fechas, vengo acompañado, singularmente acompañado, diría yo. Conmigo estará ni más ni menos que el padre Polón, uno de los pilares del estudio paranormal en nuestro país, la fuente primordial de la que todos nosotros hemos bebido. Comunicador, investigador, escritor, director editorial, pensador, sacerdote y místico. La voz tras el micrófono en aquellas mágicas noches de “Lo raro”; el director, redactor, impresor, articulista, columnista, reportero, fotógrafo, distribuidor, copista, corrector, ilustrador, y diseñador de la por todos conocida “Te lo cuento por ser tú”; aquel venerable padre que se asomaba a nuestras casas desde la televisión local de Astorga con su mítico “Tú piénsatelo”. También ha venido, ya recuperado de los percances sufridos en su última investigación, otro de los grandes, consagrado en cuerpo, alma y contusión, Javier Serra, al que ya presentamos en crónicas anteriores. Y, para redondear, uno de los más estrechos colaboradores de las Crónicas de lo Despatarrante, Santiago Macacho, redactor esporádico de artículos marginales en revistas como “Piojo verde”, ocasional en tertulias radiofónicas como “Hablemos de cosas raras”, y autor de libros tan aceptables como “Investigando con Quique”, “Te vas a caer de espaldas, chaval” o “Quique forever”.
Y, cómo no en estas fechas, vengo acompañado, singularmente acompañado, diría yo. Conmigo estará ni más ni menos que el padre Polón, uno de los pilares del estudio paranormal en nuestro país, la fuente primordial de la que todos nosotros hemos bebido. Comunicador, investigador, escritor, director editorial, pensador, sacerdote y místico. La voz tras el micrófono en aquellas mágicas noches de “Lo raro”; el director, redactor, impresor, articulista, columnista, reportero, fotógrafo, distribuidor, copista, corrector, ilustrador, y diseñador de la por todos conocida “Te lo cuento por ser tú”; aquel venerable padre que se asomaba a nuestras casas desde la televisión local de Astorga con su mítico “Tú piénsatelo”. También ha venido, ya recuperado de los percances sufridos en su última investigación, otro de los grandes, consagrado en cuerpo, alma y contusión, Javier Serra, al que ya presentamos en crónicas anteriores. Y, para redondear, uno de los más estrechos colaboradores de las Crónicas de lo Despatarrante, Santiago Macacho, redactor esporádico de artículos marginales en revistas como “Piojo verde”, ocasional en tertulias radiofónicas como “Hablemos de cosas raras”, y autor de libros tan aceptables como “Investigando con Quique”, “Te vas a caer de espaldas, chaval” o “Quique forever”.
Quique
Jiménez: Padre Polón…
Qué decir, todo un honor.
Padre
Polón: Lo mismo digo,
hijo mío.
QJ: Santiago… una vez más.
Santiago
Macacho: El gusto es
mío, Quique. Ya sabes lo que te admiro y lo que aprecio estas oportunidades que
me das de participar en las Crónicas. Es todo un honor estar aquí hoy, y más
viendo el resto de contertulios que…
QJ: Javier, amigo, bienvenido una vez más
a ésta nuestra barcaza del misterio y lo insólito.
Javier
Serra: Bienhallado,
Quique. Siempre es un placer estar aquí contigo.
QJ: ¿Todo bien de tus lesiones?
JS: Todo perfecto. Preparado para hablar
de todos esos temas que tanto nos gustan.
QJ: Me alegro, de corazón. Y, en fin,
creo que va llegando el momento de entrar en materia, porque es mucho lo que
tenemos para esta ocasión, para este especial. Ante mí está el guión de todos
los temas que vamos a tratar en esta entrega, todos relacionados con la Navidad. La Navidad, sí, noche
de paz, noche de amor… y noche de misterio… noche de lo despatarrante. Muy poca
gente lo sabe, pero esta festividad, tan… “hogareña” podríamos decir, tan… “inocente”
quizá sea la palabra, también oculta tras su cándida fachada un buen número de
fenómenos, de historias, de leyendas, de mitos recogidos a lo largo de los
tiempos y transmitidos de boca en boca, susurrados en corrillos,
conscientemente ignorados por esta nuestra sociedad tan afecta a dar la
espalda, a cerrar los ojos ante aquello que no puede comprender. Por ejemplo, y
por empezar de alguna manera, háblanos tú, Javier, del Papá Noel de Los Pajaritos,
un tema que ya trataste en tu programa “Sustos in the night” y que luego
incluiste en tu libro “Investigando mis cosas”.
JS: Efectivamente, Quique. Este caso se
remonta unos cuantos años atrás en el pasado. Todo partió de una noticia de
esas que suelen pasar desapercibidas en los periódicos, en parte por el tono
ultra escéptico y socarrón con el que son tratadas. El subtítulo me sorprendió:
“El acusado jura que todo el material incautado en su vivienda lo había dejado
allí Papa Noel, que había entrado por la chimenea.”
QJ: Vaya, prometedor encabezamiento.
JS: Exacto. Y lo tenía allí, delante de
mis narices, esperando a que lo investigara.
QJ: Tu sagacidad, una de las
características que te engrandecen y te aúpan a la cima de la investigación
paranormal patria. Bravo.
JS: Gracias, Quique. Como puedes imaginar,
me trasladé inmediatamente a Sevilla, y localicé el domicilio mencionado en la
barriada de Los Pajaritos. Se trataba de una vivienda humilde, una casita baja
en no muy buen estado de conservación. El dueño, cuando por fin abrió la
puerta, resultó ser un hombre robusto, peludo y moreno, con un par de espesas y
anchas patillas unidas por un hermoso mostacho. El individuo, en un principio,
antes de saber la naturaleza de mi investigación, me amenazó con un garrote que
parecía tener junto a la puerta para ocasiones similares.
QJ: Como siempre al filo del peligro,
Javier. Continúa.
JS: Cuando por fin le expliqué lo que me
había llevado allí, y tras unas risas y un pequeño desembolso económico en
concepto, supuse, de aportación para levantar algún tipo de altar o ermita en
el lugar del suceso paranormal, el señor me invitó a entrar. Si por fuera ya se
notaba una grave falta de cuidado en cuanto a higiene y conservación se
refiere, por dentro todo era aún peor. Manchas oscuras pasaron reptando por el
suelo, e incluso llegué a oír los chillidos de las ratas espantadas.
QJ: Terrible.
SM: ¿Puedo hacer un inciso, Quique?
QJ: No. Continúa, Javier.
JS: Una vez dentro pregunté por el lugar
concreto del suceso, a lo que este señor me contestó señalándome lo que parecía
un simple agujero en el techo de la vivienda, pero que según me aclaró era algo
así como la preinstalación de la chimenea que tenía pensado colocar desde hacía
mucho tiempo. Examiné el lugar buscando trazas, pequeñas evidencias del paso
por allí de lo paranormal.
QJ: Muy intuitivo por tu parte. Lo
extraño, lo despatarrante, siempre suele dejar su huella, su rastro presente,
identificable, sobre todo para un maestro de la investigación preternatural
como tú. Dime, ¿qué encontraste?
JS: Por desgracia nada, Quique. No sé,
supongo que no me pude concentrar con aquel olor nauseabundo y mi fobia a las
plagas. Fue superior a mis fuerzas. Tampoco ayudaron las varias interrupciones
que hubo. Primero fue un joven toxicómano que llevaba una radio de coche muy
parecida a la que yo tenía en el mío, el cual fue expulsado del umbral al grito
de “no quiero cosas sino guita”, confirmando al tiempo el previamente sospechado
uso habitual de la garrota junto a la puerta. Después vino otro joven
toxicómano con el que el dueño de la vivienda realizó algún tipo de intercambio
que no supe identificar.
QJ: Vaya, una lástima.
JS: De todas formas, Quique, aún me
quedaba recoger el relato del testigo, que una vez cerrados sus tratos con los
visitantes, y antes de invitarme amablemente a abandonar la vivienda, sí que
departió conmigo el tiempo suficiente como para llegar a algunas conclusiones.
Y como suele suceder en estos casos, el buen señor se mostró reacio a admitir
lo que en un primer momento sí que admitió.
QJ: Me gusta que saques ese tema, Javier,
el reparo con el que esta sociedad tan cerrada a lo desconocido, tan castradora
de intelectos, imbuye a los que alguna vez fueron testigos de lo oculto. No es
raro que, después de haberse sincerado en un primer momento, el sujeto se vea
demasiado presionado por el qué dirán, obligado a negar lo que sus propios ojos
vieron, a olvidar su encuentro con esas otras facetas de nuestra realidad, en
aras de un respeto ciego por el canon racional y racionalista que encorseta la
experiencia humana en esta nuestra sociedad de la razón.
JS: Ciertamente, éste también fue uno de
esos casos. Pero eso, entiendo, forma parte de nuestro trabajo de
investigación, conseguir extraer las verdades a pesar de la renuencia de los
testigos. En la referida ocasión el objeto del estudio comenzó negando la
mayor, atribuyendo su primera declaración a un rapto de hilaridad provocado por
la ingesta de alcohol y, según sus propias palabras, “por tocarle un poco los
huevos al comisario”. Pero en su falsa coartada había huecos, momentos de
nerviosismo, frotar de manos, miradas por el ventanillo de la puerta.
QJ: Ahí, muy bien, arañando esa costra de
racionalismo mal digerido e incredulidad de encefalograma plano que mantiene
tantas verdades encerradas.
JS: Al final no pude sacarle un relato
completo de los hechos, pero fueron tantos los indicios de su gestualidad, su
nerviosismo, que no puedo por menos que asegurar, con total convicción, que en
aquel lugar ocurrieron sucesos de carácter paranormal. ¿Fue Papá Noel, quien
pasó, por allí? ¿Un ángel? ¿Una entidad venida de otra estrella o un espíritu
errabundo atado a esta realidad por las gruesas cadenas del pasado? Eso nunca
lo sabremos.
QJ: Impactante. No sé qué decir, Javier.
¿Algo más?
JS:
Bueno, quizá añadir
que, si bien mi llegada al lugar de la investigación e incluso el proceso de la
misma no reportó ningún tipo de peligro, la vuelta no fue tan afortunada.
QJ: No sé por qué, pero me lo temía,
Javier.
JS: Apenas unos momentos después de salir
del lugar de los hechos en dirección a mi automóvil fui atracado por un joven
toxicómano, quizá el mismo de la radio antes mencionado, que me quitó el reloj,
la cartera, una cadena que llevaba y los zapatos. Después, cuando por fin
llegué al lugar en el que había dejado estacionado mi vehículo, descubrí con
estupor que le habían sido robadas las cuatro ruedas y la de repuesto, los
faros antiniebla, la batería y las bujías, que había forzado el maletero y
había sustraído todo el instrumental que llevaba dentro. Todos los cristales
estaban rotos, faltaba la radio y todos los documentos de la guantera y un
maletín de campo que llevaba sobre el asiento del copiloto.
QJ: Terrible.
JS: Aún no repuesto de aquello, otro
joven toxicómano se me acercó con intención de atracarme y, molesto porque el
anterior se había llevado todo lo de valor que llevaba encima, me abofeteó, me
quitó las gafas y las pisoteó. Y como
colofón a aquel infierno de tragedias, cuando pensaba que ya había sufrido
todas las penalidades que podía sufrir, fui rodeado por un grupo de aviesos
infantes que comenzaron a increparme. Después se armaron con algún tipo de vara
que no supe identificar debido al problema con mis gafas, y comenzaron a
martirizarme con ellas. Me fueron guiando por la calle en una suerte de
encierro macabro, golpeándome en la espalda, glúteos, corvas, muslos y
pantorrillas, hasta que por fin conseguí dejarlos atrás después de un rato de
carrera.
QJ: Acongojante, Javier. No me queda otra
que darte las gracias, tanto en nombre de todo nuestro público como de todos
tus compañeros, por la dedicación y el sacrificio que despliegas en el
desarrollo de esta nuestra actividad.
JS: No hay de qué.
QJ: Y bien, es el momento de pasar de la
charla a la tertulia. Por ejemplo, díganos usted, padre Polón, ¿cuál es su
opinión respecto a este caso?
PP: Bueno, yo, desde la experiencia que
dan los años de investigación, diría que se trata de un caso relativamente
común cuyo origen va en una de las líneas ya apuntadas por el joven
investigador. En resumen, y sin necesidad de mencionar la amplia documentación
casuística con la que podría demostrar mi tesis punto por punto (artículos,
libros o reportajes de Kamkrov, Niépce, Graham, o el mismo J. J. Ramírez),
opino que se trata de un caso de contacto con entidades extraterrestres, simple
y llanamente.
QJ: Extraterrestres… Brillante,
simplemente brillante.
PP: Ni más ni menos. Hace mucho que está
demostrado que entidades venidas de planetas lejanos, representantes de
civilizaciones quién sabe hasta qué punto diferentes a la nuestra, nos han
estado visitando desde tiempos inmemoriales. La finalidad de estas visitas está
muy clara: la investigación, la toma de muestras, y quién sabe si la
experimentación, la infiltración… o incluso la colonización, la conquista. Como
haríamos nosotros, por otra parte. Imaginémonos ante una civilización extraña
con la que nos topemos, como de hecho sucede en regiones perdidas de la cuenca
del Amazonas. No sólo vamos allí y observamos, también recogemos muestras,
sobre todo utensilios de uso cotidiano, adornos personales. Es exactamente el
mismo caso. Diga, joven, ¿de qué material incautado estamos hablando?
JS: Radios de coche, relojes, joyas, algunos
aparatos electrónicos…
PP: Ajá. Exactamente el mismo caso, como
yo decía. La conclusión es obvia: un grupo de exploración de procedencia
extraterrestre depositó las muestras recogidas, quizá accidentalmente, quizá
con algún incomprensible propósito, en la vivienda investigada. Y claro, como
suele suceder con una mente no entrenada, el sujeto que presenció el fenómeno
no supo distinguir la verdadera naturaleza del mismo, y lo atribuyó a algo más
connatural con su experiencia, la intervención de una figura, como puede ser
Papá Noel, perteneciente a su acervo cultural propio. Y eso es todo, ahí queda
el fenómeno analizado y demostrado punto por punto. He dicho.
QJ: Impresionante, padre. Una clase
maestra, una prueba más de que la experiencia es un grado, y aun así sólo una simple
cata del vasto conocimiento en el que estamos todos deseosos de profundizar a
lo largo de esta cuarta entrega. Muchísimas gracias.
PP: No hay de qué, pollo. Uno siempre se
siente inclinado a profundizar en estos temas cuando se encuentra ante una
audiencia dispuesta a escuchar, como es el caso, personas sin miedo a conocer
las otras realidades que se esconden bajo la superficie de lo cotidiano. Porque
a mí, hijo mío, por sacar a la luz estas verdades, a mí, repito… me llamaron
loco… ¡La censura ciega!
QJ: Terrible, padre. Y gracias por lo que
nos toca, pues ésa precisamente es la función que pretendemos desarrollar en
estas Crónicas de lo Despatarrante, la de hacernos eco, darle la palabra a los
que alguna vez se cruzaron con la maravilla, sin temor a enfrentarnos a la,
como usted acertadamente ha llamado, censura ciega. Prosigamos. Santiago, ¿algo
que opinar al respecto? Una cosa breve.
SM:
Sí, Quique. He estado
recopilando las leyendas, artículos y expedientes de casos similares al traído
aquí por Javier. La lista es larga, desde algunos más lejanos como el de San
Nicolás de Bari, o el Joulupukki lapón, que se puede decir son el auténtico
origen de mito de Papá Noel tal como lo conocemos hoy en día: un señor mayor,
de naturaleza más o menos sobrenatural, que reparte regalos entre los
necesitados, principalmente niños. Más moderno y cercano tenemos el expediente
de los duendes navideños de Vallecas, una curiosa historia en la que,
paradójicamente, esto míticos seres no fabricaban regalos para entregárselos a
las personas, sino que los sustraían. O el ratoncito Pérez de Trebujena, similar en el sentido de
que también se trata de la aparición tangible de una entidad tradicional de
carácter benéfico. O no tan benéfico, pues en esta ocasión, el testigo, una
niña en edad de mudar los dientes y convaleciente de un cólico, declaró haber
visto cómo el mítico ratón, vestido al estilo mosquetero, le obligaba a beber
vinagre. También podemos hablar de…
QJ: Muy bien, es suficiente. Vayamos
ahora con el plato fuerte, el monumento a la investigación erigido, cómo no,
por el perínclito padre Polón. Somos todo oídos, padre, adelante.
PP:
De acuerdo, hijo.
Vamos a ver, yo, aquí y hoy, voy a exponer, analizar y demostrar, un caso de
abducción con intenciones de hibridación sucedido hace… más de dos mil años.
Sí, señores. ¿De qué estamos hablando aquí? Del nacimiento de Cristo. Pero para
que hubiera nacimiento tuvo que haber antes una concepción, ¿verdad? Sí,
efectivamente, la Inmaculada Concepción.
Yo digo, aquí y ahora, que la Inmaculada
Concepción fue un fenómeno de abducción con intenciones de
hibridación. Y lo voy a demostrar.
QJ: Bravo.
PP: Lucas, 1:26 al 28: Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado
por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un
hombre que se llamaba José, de los descendientes de David; y el nombre de la
virgen era María. Y entrando el ángel, le dijo: ¡Salve, llena de gracia! El Señor
está contigo; bendita eres tú entre las mujeres. Ésta es la más antigua
crónica de aquel evento, y la única recogida dentro de los cuatro Evangelios Canónicos,
de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. No es un documento revelador, si bien tampoco
niega nuestra hipótesis de salida; está abierto. Cuando ya acudimos a los
evangelios apócrifos… la cosa cambia. Protoevangelio de Santiago: Y María, muy gozosa, fue a visitar a Isabel,
su prima. Y llamó a la puerta. E Isabel, habiéndola oído, dejó su escarlata,
corrió a la puerta, y abrió. Y, al ver a María, la bendijo, y exclamó: ¿De
dónde que la madre de mi Señor venga a mí? Porque el fruto de mi vientre ha saltado
dentro de mí, y te ha bendecido. Pero María había olvidado los misterios que el
arcángel Gabriel le revelara, y, alzando los ojos al cielo, dijo: ¿Quién soy,
Señor, que todas las generaciones de la tierra me bendicen? Aquí ya se
introduce un elemento claro, unívoco, repetido mil veces en los trabajos de
Sturdek, Germán de Grumosa o Niépce: es común que a los abducidos, sobre todo
cuando el fenómeno se produce con fines de hibridación, les sea borrada la
memoria de lo que es el hecho físico en sí. María no se acordaba. ¿Por qué no
se acordaba María? Porque le borraron la memoria.
QJ: Las piezas, las piezas del puzzle
preternatural se juntan.
PP: Prosigamos. Consultemos ahora el
Liber de infantia Salvatoris, o Libro de la Natividad de María: En estos mismos días -es decir, al principio
de su llegada a Galilea- fue enviado por Dios el ángel Gabriel, para que le
anunciase la concepción del Señor y para que la pusiera al corriente de la
manera y orden como iba a desarrollarse este acontecimiento. Y así, entrado que
hubo hasta ella, inundó la estancia donde se encontraba de un fulgor
extraordinario. Por Dios, se puede decir más alto pero no más claro.
Traigamos todos a la memoria aquella afamada película que, tras consultar con
multitud de expertos en la materia, realizó Steven Spielberg: Encuentros en la
tercera fase. La escena de la abducción del niño, las luces, la estancia
inundada por un fulgor extraordinario. Creo que sobran más comentarios al
respecto.
QJ: Impagable el análisis, padre.
PP: Sigamos profundizando en el Liber de
infantia Salvatoris: La Virgen, que estaba bien acostumbrada a ver rostros
angélicos y a quien le era familiar el verse circundada de resplandores
celestiales, no se asustó por la visión del ángel, ni quedó aturdida por la
magnitud del resplandor, sino que únicamente se vio sorprendida por la manera
de hablar de aquel ángel. Y así se puso a pensar a qué vendría saludo tan
insólito, qué pronóstico podría traerle y qué desenlace tendría finalmente.
He aquí una nueva pista, un dato fácilmente contrastable con la profusa
bibliografía sobre casos de abducción que circula por ahí. Si se busca en los
mencionados tratados, es sencillo encontrar el dato de que los abducidos, a
partir del primer contacto, establecen un vínculo con esas entidades superiores
venidas de no se sabe qué estrella. Es como si, una vez sintonizados a partir
de su primera experiencia, sea más fácil que vuelvan a toparse con el fenómeno.
El fragmento es altamente revelador en ese sentido, María estaba acostumbrada a
ver rostros angélicos y le era familiar verse circundada por luces celestiales:
¡María era una contactada! ¿Es que acaso se puede dudar de ello? Todo está ahí,
muy claro, para quien quiera verlo. Y la naturaleza de esos contactos previos
es también algo muy sencillo de deducir: María, junto con otras muchas mujeres
de aquella época histórica, fue previamente abducida y analizada fisiológica y
genéticamente en busca del sujeto idóneo para el experimento. Esto nos hace
volver de nuevo al Evangelio de Lucas que, a la luz de lo que he ido
desgranando a lo largo de este análisis, se vuelve también revelador: Gabriel,
el denominado ángel por gentes de una época en la que resultaban desconocidas
denominaciones más modernas y específicas como emisario, explorador o científico
extraterrestre, sabía a quién buscar, dónde buscar. ¿Por qué? Ya lo he dicho,
María fue la seleccionada de un grupo amplio de mujeres que fueron abducidas y
examinadas. A partir de aquí ya todo es tan claro y cristalino que sobran los
comentarios, nos basta con leer para encontrar más datos del suceso, como el
fragmento del Liber de infantia Salvatoris, análogo al del Protoevangelio de
Santiago, en el que María, tras conocer su elección, duda sobre la naturaleza
del proceso, a lo cual Gabriel le replica: No
pienses, María, que vas a concebir de manera humana: sin unión marital alguna,
alumbrarás siendo virgen y amamantarás permaneciendo virgen. El Espíritu Santo
vendrá, en efecto, sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra
contra todos los ardores de la concupiscencia. No se puede decir más: una
concepción distinta a la humana, sin unión marital, llevada a cabo por el
Altísimo, entidad que, como su propio nombre indica, vino de los cielos, de
estrellas lejanas, para cubrir a María. Finalmente, el sujeto de la
experimentación acepta en los siguientes términos: María, entonces, extendió sus brazos y elevó sus ojos al cielo,
diciendo: He aquí la esclava del Señor, puesto que no soy digna del nombre de
señora: hágase en mí según tu palabra. Con esto está dicho todo. Podríamos
seguir profundizando en el tema, incluir los fragmentos en los que las mismas
entidades extraterrestres contactan con José, o contrastar con otros datos que
demuestran la naturaleza extraterrestre de Cristo (el mismo J. J. Ramírez
aporta multitud de ellos en su “Jamelgo de Troya”), pero no creo que haga
falta. Como dije al principio de mi intervención, ahí queda expuesto, analizado
y demostrado, el caso de abducción con intenciones de hibridación que dentro de
la Iglesia Católica,
Apostólica y Romana, se conoce como Inmaculada Concepción y que supone uno de
los pilares en los que se sustenta nuestra religión, por mucho que la censura
ciega se empeñe en negarlo y ataque a los que alguna vez se atrevieron a
levantar la voz para sacar a la luz estas verdades. Como me sucedió a mí mismo,
que por profundizar en estos temas fui obligado a desvincularme de mi función
sacerdotal y recluirme en el balneario en el que actualmente resido. He dicho.
QJ: Bravo, padre. Bravísimo. Es, y nunca
mejor dicho, una bendición poder contar con alguien con usted en estas nuestras
Crónicas de lo Despatarrante. Toda una experiencia que, tanto los aquí
presentes como nuestros lectores, jamás podremos corresponderle: la verdad, esa
otra verdad en la que pocos se atreven a profundizar, ya sea por miedo o ciego
escepticismo, aquí, revelada, analizada, demostrada, desnuda ante los ojos de
todos. Muchísimas gracias, padre. Y bueno, mientras aún tratamos de
recuperarnos del shock que supone esta revelación, demos ahora la palabra a
Santiago Macacho, que también nos trae un tema de relativo interés relacionado
con la Navidad.
SM: Gracias, Quique. Lo que yo voy a
contar ahora es el fruto de una investigación realizada por mí a partir de la
aparición de los Pergaminos de la
Comadrona de Jesús, de los que ya habló en su momento don
Germán de Grumosa. Se trata de unos documentos de gran valor que, según su
datación por carbono catorce, se estima fueron escritos entre el siglo I y el
XX de nuestra era. Los mencionados pergaminos, escritos originalmente en griego,
fueron encontrados en unas excavaciones anejas a las de Nag Hammadi, y forman
parte de un total de nueve códices…
QJ: Abreviando, Santiago.
SM: Sí, Quique. En estos pergaminos se
hace mención a un personaje no incluido en el Evangelio de Mateo ni en los
apócrifos, pero al que sí se menciona en otras tradiciones cristianas, y me
refiero a Artabán, el cuarto rey mago. Según esta leyenda, confirmada por los
Pergaminos de la Comadrona
de Jesús, se conoce que si bien los tres primeros reyes magos iban juntos, este
cuarto mago llegó solo, uniéndose a los demás por el camino. Esto parece
confirmar la teoría implícita en el Evangelio del Pseudo Tomás, según la cual
los tres reyes magos clásicos, nombrados Melchor, Gaspar y Baltasar, eran
sacerdotes zoroastristas provenientes de Persia, frente a posteriores
interpretaciones que los consideran astrólogos originarios de África, Asia y
Europa. Más allá de eso, este cuarto rey mago se supone proveniente de la India, y practicante…
QJ: Lo dicho, Santiago, abreviando.
SM: Sí, sí. Pues bien, según los
Pergaminos de la Comadrona
de Jesús, este cuarto rey mago, Artabán, también estuvo allí en el momento de
la adoración y, como el resto de reyes magos, también entregó su presente al
niño dios. Ahora la pregunta es ¿cuál fue el presente en cuestión? El presente
fue, según estos documentos, algo llamado opós mekonos, que significa jugo de
adormidera, y a lo que hoy en día se le llama opio, algo que coincide con la
descripción que se da: Y he aquí que
Artabán entregó al niño una pequeña caja de madera de sándalo llena de unas
piedras oscuras y cristalinas, diciendo: te entrego aquí, oh, Señor, el opós
mekonos, que alivia dolores, calma fiebres, atrae al sueño y al olvido, y abre
el alma a Dios. Más adelante se detallan las instrucciones que este mismo
personaje dio a María y José para su uso: dosis pequeñas, sobre todo si se le
administraban al infante para hacerlo dormir cuando llorara demasiado, aplicación
por vía rectal, y conservación en un lugar seco, fresco, y no expuesto a la
luz.
QJ: Bien, prosigue.
SM: A partir de aquí se pierde la pista
al opós mekonos. De hecho no se vuelve a nombrar, y no sabemos qué pudo pasar
con él, si la Sagrada Familia
hizo uso del presente durante aquellos treinta años, hasta el momento en que
Jesús abandona su vida privada y empieza su vida pública. Pero he aquí que
gracias a unos documentos medievales de reciente aparición he conseguido
retomar la pista, pues en ellos se habla de que, tras su bautismo por parte de
Juan, Jesús le mostró a éste unas piedras negras antes de seguir al Espíritu de
Dios al desierto para ayunar los cuarenta días y superar las tentaciones. No se
da el nombre de estas piedras negras, pero no hace falta, queda bastante claro
por su descripción física y la declaración del propio Jesús en el sentido de
que aquellas piedras servirían para ayudarle a hablar con Dios, uso muy común,
éste de la inducción de trances extáticos, que se le suele dar a este tipo de
sustancias. Por último, otro indicio que confirma la teoría, el uso por parte
de Jesús de Nazaret del opio obsequiado por el rey mago Artabán durante sus
trances de los cuarenta días y cuarenta noches en el desierto, se encuentra en
un fresco de la abadía en cuya restauración fueron encontrados los manuscritos,
en el que se ve a Cristo, recién salido del desierto, señalando al cielo con un
dedo oscurecido…
QJ: Bien, ahí queda expuesto el caso,
ahora veamos qué opinan los expertos. Javier, ¿qué te parece?
JS: Bueno, Quique, yo aún no he estudiado
las Pergaminos de la
Comadrona de Jesús ni tenía referencias de esos documentos
medievales mencionados, por lo que no puedo opinar con fundamento. Pero sí que
traté en mi libro “Magadalena: seguidora, amante y dealer ocasional” la
posibilidad, apuntada por muchas referencias, de que Jesús fuera consumidor,
por mediación de María de Magdala, de sustancias psicoactivas con el fin de entrar
en trances extáticos, lo que es perfectamente compatible con la hipótesis
expuesta por Santiago.
SM: Gracias.
QJ: Padre Polón, ilumínenos.
PP: Bueno, hijo, permíteme que no diga
nada, hasta no tener acabado el trabajo de investigación que estoy haciendo al
respecto, sobre si eran tres, cuatro o doce los reyes magos, ni sobre su
procedencia, la cual según estos estudios parece ser extraterráquea, o la
naturaleza de los regalos entregados al niño Jesús. Sí me pronunciaré, no
obstante, acerca de la posible ingesta por parte de Cristo de sustancias
psicoactivas. Y lo tengo que hacer en contra, me temo, por supuesto avalado por
gran número de trabajos a los que he tenido acceso o de los que incluso yo he
sido el propio autor. Cierto es el uso que se ha dado a este tipo de compuestos
en multitud de culturas a lo largo y ancho de la historia, que no ha sido otro
que el contacto con el más allá, con entidades superiores que bien moran o
tienen acceso o otros planos de nuestra realidad. Yo por ejemplo he tomado
ayahuasca y he experimentado ciertos trances de naturaleza mística. Pero igual
de cierto es que gran parte de estas entidades no son otra cosa que esos
visitantes, venidos de otras galaxias, que desde tiempos inmemoriales han
estado interactuando con los habitantes de este planeta. Se trata de seres
superiores, evolucionados hasta el punto de hacerse tan puros que son capaces
de acceder a esos otros planos de forma natural, los ángeles de los relatos
antiguos. Siendo esto así, se llega a la
conclusión de que Cristo no necesitaba de estos elementos para alcanzar el
trance extático, se podría decir que los llevaba ya dentro, que formaban parte,
como he dicho, de su naturaleza alienígena, antes demostrada por mí en esta
misma tertulia. Por lo tanto, y teniendo también que dudar acerca de lo
interpretado a partir de los Pergaminos de la Comadrona de Jesús, de
cuyo significado y revelaciones podríamos hablar largo y tendido, pero en otra
dirección a la apuntada, me veo obligado a declarar la investigación del señor
Macacho como fallida, aunque sin negarle el valor del esfuerzo realizado ni la
posibilidad de que más adelante, con el tiempo y la experiencia, pueda llegar a
realizar trabajos de verdadero valor. He dicho.
QJ: Ahí está, sí señor. Frente a las
voces que se alzan, hostiles y desabridas, contra el mundo de la investigación
paranormal, contra los que estudiamos estos fenómenos, tildándonos de falta de
profesionalidad y rigor, acusándonos de aceptar cualquier hipótesis peregrina,
ahí queda la prueba de que no sólo se estudia, se investiga, se analiza, sino
que también se contrasta, se discute lo fallido, y se rechaza lo que no supera
la prueba de la infalibilidad. Gracias de nuevo, padre, por esta lección de
profesionalidad y rigor.
PP: No hay de qué, joven.
QJ: Santiago, ¿algo que decir al
respecto?
SM: … Lo siento.
QJ: Muy bien. Podríamos estar aquí horas
y horas, días, meses y años, disfrutando de la sabiduría del padre Polón,
admirándonos con el valor y la entrega de Javier, y con Santiago también, por
qué no. Pero nuestro tiempo ha finalizado, acaban de llegar dos amables
enfermeros del Hospital Psiquiátrico Virgen de la Iluminación y …
PP: Balneario Virgen de la Iluminación.
QJ: Perdón, Balneario Virgen de la Iluminación. En
fin, tenemos que dar por finalizada esta cuarta entrega de nuestras Crónicas de
lo Despatarrante. Padre Polón, todo un honor haberle tenido aquí con nosotros.
Ojalá podamos volver a contar con su sabio verbo.
PP: El honor ha sido mío. Ya hablaré con
el doctor Parra para que me deje venir otra vez.
QJ: Javier, cuídate mucho. Espero volver
a charlar contigo en breve, y que estés sano y salvo.
JS: Gracias, Quiqué. No dudes que
volveré.
QJ: Santiago… ya hablaremos.
SM: Sí, Quique.
QJ: Hasta aquí llegamos con nuestro
especial navideño de las Crónicas de lo Despatarrante; espero que lo hayáis
disfrutado tanto como nosotros. Ya sólo me queda desearos unas felices fiestas
y recordaros que volveremos aquí con nuevos relatos, testimonios y pruebas de
lo que se esconde al otro lado del misterio; estaos atentos.
…
Enfermero
anónimo: Padre Polón,
¿unos sedantes?
PP: Sí, por favor. Me vendrá bien un poco
de trance extático.
Quique
Jeménez’s
Crónicas
de lo Despatarrante
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