miércoles, 25 de febrero de 2009

Pobres diablos


He de decir que pese a lo recurrente del tema no sabía muy bien qué mandar. Primero pensé en un relato, pero no me venía a la cabeza ninguna historia que interesante. Luego pensé en enviar un artículo, pero cada vez que cavilaba al respecto llegaba a la conclusión de que por su importancia ya lo habrían hecho otros; y lo desdeñaba. Y fue entonces, próximo a desesperar y sin saberme o no fuera de plazo, cuando recordé esa reseña del número cero de esta misma revista recomendando “Le roman de la momie”, una novela sobre la momia, un tanto diferente, y eso me animó a tratar de buscar algo parecido entre mis lecturas; tal vez obras menos conocidas, pero muy interesantes, y que comparten un denominador común: todos y cada uno de los diablos que aparecen en ellas son o acaban siendo… pobres diablos.

El alguacil endemoniado, de Francisco de Quevedo

Este texto en cuestión, (satírico – moralesco en prosa), forma parte de “Sueños”, obra que se compone de cuatro partes independientes, aunque relacionadas entres sí, (ésta sería la segunda). Una obra que fue publicada en 1627, y que durante los años siguientes tuvo problemas con la censura, suprimiéndose párrafos enteros por considerarlos: “escandalosos y problemáticos”.

Finalmente, en 1631 apareció una nueva edición en Madrid, supervisada por el Santo Oficio, con el nombre de “Juguetes de la niñez y travesuras de ingenio”.

La acción de “El Alguacil endemoniado” transcurre en la sacristía de la iglesia de San Pedro de Madrid, en la que se encuentran varios personajes: el autor, el licenciado Calabrés, clérigo experto en exorcismos y que existió realmente, un alguacil y el demonio que habita el cuerpo de éste.

Para no destriparos el texto solo os diré que las circunstancias que envuelven la escena no resultan nada convencionales, y bastante hilarantes. Y previo exorcismo, el autor entabla una conversación con el demonio, el cual hace un repaso exhaustivo y mordaz de la sociedad y de temas varios.

Una pequeña joyita literaria para los que gusten del estilo narrativo y la mordacidad de este gigante de las letras.

Por aquí dejo un fragmento:

-¿Qué es esto?- le pregunté espantado.
Respondióme: -Un hombre endemoniado-, y al punto, el espíritu que en él tiranizaba la posesión a Dios, respondió: -No es hombre, sino alguacil. Mirad cómo habláis, que en la pregunta del uno y en la respuesta del otro se vee que sabéis poco. Y se ha de advertir que los diablos en los alguaciles estamos por fuerza y de mala gana; por lo cual, si queréis acertar, debéis llamarme a mí demonio enaguacilado, y no a éste alguacil endemoniado. Y avenísos tanto mejor los hombres con nosotros que con ellos cuanto no se puede encarecer, pues nosotros huimos de la cruz y ellos la toman por instrumento para hacer mal. ¿Quién podrá negar que demonios y alguaciles no tenemos un mismo oficio, pues bien mirado nosotros procuramos condenar y los alguaciles también; nosotros que haya vicios y pecados en el mundo, y los alguaciles lo desean y procuran con más ahínco, porque ellos lo han menester para su sustento y nosotros para nuestra compañía. Y es mucho más de culpar este oficio en los alguaciles que en nosotros, pues ellos hacen mal a hombres como ellos y a los de su género, y nosotros no, que somos ángeles, aunque sin gracia. Fuera desto, los demonios lo fuimos por querer ser más que Dios y los alguaciles son alguaciles por querer ser menos que todos. Así que por demás te cansas, padre, en poner reliquias a este, pues no hay santo que si entra en sus manos no quede para ellas. Persuádete que el alguacil y nosotros todos somos de una orden, sino que los alguaciles son diablos calzados y nosotros diablos recoletos, que hacemos áspera vida en el infierno.

El diablo cojuelo de Luís Vélez de Guevara

Otra obra del Barroco, que cuando menos parece beber de las mismas fuentes que la anterior. Y en la que del mismo modo el diablo pasa lo suyo.

Tras la simpática e imaginativa historia de un joven hidalgo que libera a un demonio encerrado en el desván de un astrólogo, con el que acaba sobrevolando varias ciudades españolas y asomándose al interior de cada casa, se esconde una sátira a la sociedad de la época, consumida por la decadencia. Una obra en la que cabe destacar las referencias místicas, culturales, y la abundancia y riqueza de sus diálogos.

Por aquí dejo un fragmento:

Don Cleofás, espumando valor, prerrogativa de estudiante de Alcalá, le dijo: -¿Eres demonio plebeyo, o de los de nombre?

-Y de gran nombre -le repitió el vidrio endemoniado-,y el más celebrado en entrambos mundos.
-¿Eres Lucifer? -le repitió don Cleofás.

-Ese es demonio de dueñas y escuderos -le respondió la voz.
-¿Eres Satanás? -prosiguió el Estudiante.

-Ese es demonio de sastres y carniceros –volvió la voz a repetirle.

-¿Eres Bercebú? -volvió a preguntarle don Cleofás.
Y la voz a responderle: -Ese es demonio de tahúres, amancebados y carreteros.

-¿Eres Barrabás, Belial, Astarot? –finalmente le dijo el Estudiante.

-Esos son demonios de mayores ocupaciones -le respondió la voz-: demonio más por menudo soy, aunque me meto en todo: yo soy las pulgas del infierno, la chisme, el enredo, la usura, la mohatra; yo traje al mundo la zarabanda, el déligo, la chacona, el bullicuzcuz, las cosquillas de la capona, el guiriguirigay, el zambapalo, la mariona, el avilipinti, el pollo, la carretería, el hermano Bartolo, el carcañal, el guineo, el colorín colorado; yo inventé las pandorgas, las jácaras, las papalatas, los comos, las mortecinas, los títeres, los volatines, los saltambancos, los maesecorales y, al fin, yo me llamo el Diablo Cojuelo.

De la mano de Ramón Fernández se hizo una adaptación de dicha obra para el cine en 1971.

Los tres pelos de oro del Diablo de los Hermanos Grimm

Cuento escrito a principios del siglo XIX, en el que se narra la historia de un muchacho humilde al que se le profetiza que acabará casándose con la hija del rey. Como es de esperar, el rey se opone, y hace cuanto está en su mano para evitarlo, tanto es así que llega a pedirle que le traiga tres pelos de oro que habrá de arrancarle al diablo.

Es un cuento breve, pero apasionante, rebosante de dulce candidez. Una aventura ingeniosa, con un final muy simpático. Y en el que, al igual que en los casos anteriores, el Diablo es burlado.

Por aquí dejo un par de fragmentos:

Cuando hubo cruzado el río, encontró la entrada del infierno. Todo estaba lleno de hollín; el diablo había salido, pero su ama se hallaba sentada en un ancho sillón.

- ¿Qué quieres? –preguntó al mozo; y no parecía enfadada.
- Quisiera tres cabellos de oro de la cabeza del diablo –respondióle él-, pues sin ellos no podré conservar a mi esposa.

- Mucho pides –respondió la mujer-. Si viene el diablo y te encuentra aquí, mal lo vas a pasar. Pero me das lástima; veré de ayudarte.

Y, transformándolo en hormiga, le dijo: - Disimúlate entre los pliegues de mi falda; aquí estarás seguro.

Al anochecer llegó el diablo a casa, y ya al entrar notó que el aire no era puro: - ¡Huelo, huelo a carne humana! -dijo-; aquí pasa algo extraño.

Y registró todos los rincones, buscando y rebuscando, pero no encontró nada. El ama le increpó: - Yo venga barrer y arreglar; pero apenas llegas tú, lo revuelves todo. Siempre tienes la carne humana pegada en las narices. ¡Siéntate y cena, vamos!

Comió y bebió, y, como estaba cansado, puso la cabeza en el regazo del ama, pidiéndole que lo despiojara un poco.

El 7 de agosto de 1962 se estrenó en Estados Unidos, “El fabuloso mundo de los Hermanos Grimm”, película en la que se relata la vida de los dos hermanos, y en la que se va intercalando cuentos, entre los que aparece el que aquí nos ocupa. Decir que todo cuento es escenificado como si fuera un pequeño cortometraje que complementara la película.

Una película de las que tal vez las nuevas generaciones pudieran renegar por su excesiva candidez, lo primitivo de sus efectos visuales y la caracterización de algunas criaturas o personajes, (casi podría interpretarse, al menos los cuentos, como escenas de teatro) pero que al menos a mi criterio es una pequeña joyita, una de esas películas que marcó mi infancia, y quiero pensar que una de las que me encauzó, junto a otras películas y libros, a sentir esta pasión por el fantástico.

El diablo en el cómic:

Haciendo memoria, y buscando entre mis comics antiguos encontré un par de cosillas más sobre el Diablo que se prestan a ser comentadas.

Las sexystorias tenebrosas: de Vampollona.

Allá por los años setenta la editorial Iru y Salva, en la colección cuervo, sacó al mercado una saga para adultos con el título: “Las sexystorias tenebrosas: de Vampollona”, en la que él y un murcielaguillo comparten piso con Vampollona, una compañera muy ligera de cascos y bastante promiscua que ha de buscarle más de un disgusto.

Creo que esta colección es el más claro ejemplo de hasta qué punto el diablo sale mal parado. Le pasa de todo, desde ser robado y engañado, hasta ser violado análmente por un travestí activo que mete en su casa al creerlo una mujer muy liberada.

Una historia del Diablo sacada del Creepy. Creepy, por si hubiera alguien que no lo sabe, era una revista mensual de terror que en los setenta y ochenta hizo las delicias de muchos, (ojalá tuviéramos algo parecido ahora).

El caso es que entre las muchas historias que componían la revista hubo una que se me quedó grabada, y es la que voy a contaros brevemente.

Es la historia de un tipo que vive solo, y que para nada está contento con la vida que lleva. Una noche llaman a la puerta de su casa y, al abrirla, nadie. Sólo una pequeña cajita en el suelo que contiene un mapa, y unas palabras enigmáticas que no alcanza a entender.

Esa misma noche el tipo, hombre curioso y decidido, coge su coche y va en busca del lugar marcado en el mapa. Una vez allí se adentra en una cueva, y cuando se viene a dar cuenta está bajando a los infiernos, pero aun así no se amedrenta y continúa el descenso hasta llegar a una sala donde encuentra al Diablo tal y cómo lo concebimos: cuernos, rabo, y de piel roja, pero para mi sorpresa resulta ser una criatura delgada y enferma, que mostraba un aspecto tan lastimero que es difícil de explicar con palabras. El caso es que tras una breve charla, el tipo que llegó hasta allí mata al Diablo de una pedrada. Pero antes de morir, éste, aliviado, le habla agradeciéndole lo que ha hecho por él, y haciéndole ver que ahora deberá ocupar su lugar.

Tras de esto dos viñetas: la primera, el tipo dotado de sus cuernos y rabo sentado en el trono del Diablo con aspecto triunfal y la segunda del mismo tipo, apático, y derrotado por la desidia y el aburrimiento, condenado durante siglos al más horrible aburrimiento, y con la única salida de buscar a alguien que ocupe su lugar.



Autor: Ángel Vela (palabras)


Correo electronico: lanaiel(arroba)hotmail.com

2 comentarios:

Manuel Mije dijo...

Joder, pues ninguna de estas obras ha caído en mis manos, y sobre todo la de Quvedo, uno de mis favoritos, sí que me llama la atención...

Ángel Vela dijo...

Pues recuerdameló y te lo llevo este martes, es un cuentito corto y se lee en nada. Y el otro poco más.

Parece que vamos a terminar contestandote tú a mí y yo a ti, eejejeje¿Donde está la gente? jejejeej

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