miércoles, 19 de noviembre de 2008

Santísima humedad

El sacerdote había llamado al proveedor de velas para que se reuniera en su despacho. Sobre la mesa había dispuesto en paralelo las doce que debían alumbrar el altar, pero que nunca lograba encender. Quería una explicación.
—¿Puedo pasar, Don Raimundo?
—Adelante, Jacinto.
—¿A qué se debe la urgencia?
—Seré claro: o me da una solución o no le compro ni una vela más para el convento.
—¿Por...?
—¡Porque no encienden! Mire las mechas, apenas se chamuscan; son incapaces de prender.
—¡Pues son las de siempre!
—Pues le están timando. Tenga, huela.
Jacinto la olfateó.
—¿Lo identifica?
—Me resulta familiar.
—Huele a pescado, seguramente es sebo de pescado. ¡Le pedí velas de cera virgen!
—¡Juro que así es!
En Jacinto, el olor había provocado una reacción no muy apropiada para un convento, le resultaba familiar y una idea comenzó a rondarle en la cabeza.
—Antes de que decida, necesito comprobar algo.

Por la mañana, a Don Raimundo ya le estaban esperando en el despacho parroquial.
—Padre, sé que sucede.
—Cuénteme.
—Mejor siéntese.
Y comenzó.
—Como acordamos, anoche me escondí en el confesionario. Quería comprobar si cierta idea se confirmaba o era simple... calentura.
—¿Y?
—Padre, las velas no huelen a pescado.
>>Nada más sonar las doce, y estando yo medio dormido, la puerta de la capilla se abrió y entró la novicia. Fue derechita al altar, se persigno, y tomó la primera vela del candelabro de la izquierda. Casi me provocó un infarto cuando se tumbó en los escalones, se arremangó el habito y con la vela empezó a rozarse el... sus partes, padre.
—¡¿Cómo?!
—Lo que oye. Y luego se la introdujo una y otra vez, cada vez más rápido. Y yo... la escuchaba jadear, la veía como sudaba... como su humedad empapaba la vela... como abría sus piernas para luego cerrarla en torno al céreo falo... Y yo en el confesionario, padre... Tras un último espasmo, y unos segundos de quietud, colocó de nuevo la vela y se marchó.
>>Pero eso no fue lo único que ocurrió. Luego entraron cinco hermanas más y cada una cogió otra de las cinco velas del candelabro, era como si las tuvieran numeradas. Y se desnudaron. Entonces yo... padre necesito confesión y que usted limpie el sillón del confesionario... comenzaron a besarse, acariciarse y a introducirse las velas. Una a la otra, otra ella sola, y otra más a pares. Cuando creía que aquello no podía ser más perverso, entraron las otras seis hermanas de la congregación y ya se puede imaginar que ocurrió.
>>Cuando todo acabó, me marché a casa, Padre... en busca de mi mujer.


—Jacinto —Don Raimundo fue quien rompió el incomodo silencio—, en la congregación no son doce, sino trece hermanas. Se olvida de la Madre Superiora.
—Creo que no sabe nada. Además —añadió con una lujuriosa sonrisa en el rostro— no le quedaban velas.
—En eso te equivocas, Jacinto —replicó el cura—. Esta mañana fui a encender el cirio pascual y... tampoco prendió.


Autor: F. Jesus Franco Díaz (francoix)

Correo electrónico: francoix10(arroba)hotmail.com

8 comentarios:

francoix dijo...

Solo puedo poner una excusa por la realización de este relato.
Está hecho para un concurso cuyo tema era Lujuria/depravación.
¡No penseis tan mal de mí cuando
lo leais!

Hasta luego

weiss dijo...

¡Pues es muy bueno! Casi parece un chiste; honestamente, me parece mucho mejor que cierto relato depravado-lujurioso de naturaleza ucrónica... :D

francoix dijo...

Jajajajaja

Yo pienso lo mismo. no me afectó tanto ese momento ucronico.
Pero sobre gusto no hay nada escrito.

weiss dijo...

Na, todos sabemos que si ganó (ex-aequo) el de Palabras es porque es tela pesao y dio una calor que no veas para que descalificaran otros relatos mucho mejores y para que le votaran el suyo...

Ángel Vela dijo...

No teneis ni puñetera idea, jajajja.

El mio es "más mejor". Cierto que no fue tan lujurioso ni depravado, pero me vi condicionado por el protagonista, que es muy delicaito y se iba a enfadar, jajajajaj.

Está en borrador, pronto los lectores podrán comparar.

Parafraseando a la bruja avería: ajajajajaja. ¡Pero que mala!, jajajajaj

Un abrazo, mamones.

weiss dijo...

Mira que eres picajoso... :p

Vito Márquez dijo...

Ja, ja, ja!

¿Qué sería de la literatura erótica y hasta de la pornográfica sin la clausura?

Manuel Mije dijo...

La verdad es que al principio me pareció excesivamente burdo, pero cuando se llega al final y se asume como chiste la cosa cambia. Muy golfo y con gracia; buena cosa.

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