El Diablo, Beelzebub, Zemial, Satán y un largo etcétera de nombres de diversas procedencias semióticas, han sido desde hace mucho tiempo la nomenclatura precisa y singular con la que hemos tratado de significar a veces la fatalidad, otras la perversión, o la abyección, esa inasible oscuridad que sin duda se esconde en lo más profundo de todos nosotros; o quizá más a flor de piel, según lo casos. Como émulos del desdichado doctor Jekyll, hemos tratado históricamente de sajar esa parte de nuestra propia naturaleza, quizá con la intención de separarla de nuestra existencia, de comprenderla mejor, o simplemente por esa inclinación humana a simplificar en opuestos, esa costumbre maniquea que obvia la escala de grises que media entre el blanco y el negro.
Esta tendencia, más acusada y clara en la cultura judeocristiana imperante en nuestra sociedad occidental, a veces se difumina cuando cruzamos la imaginaria frontera que nos separan de otras sociedades con un acervo cultural más antiguo, más apegado, incluso, a esas raíces atávicas de cuando el hombre aún no se había separado totalmente de su naturaleza animal. Todavía existen cultos en los que se ensalza esa esencia de la maldad, o en los que ésta se contempla como una simple elección, en ningún caso peor que la opuesta, simplemente diferente y no del todo separada.
Volviendo a nuestro entorno social judeocristiano y occidental, también hay constancia de grupos transgresores, ampliamente documentados y registrados desde hace siglos y hasta la actualidad, que han flirteado con esa esencia oscura, con ese mal en estado puro que se opone al bienintencionado mensaje del que se considera redentor de la humanidad.
En esta segunda entrega de nuestras Crónicas de lo Despatarrante, cederemos la palabra a nuestro amigo y colaborador Javier Serra, que recientemente ha realizado una profunda investigación de estos temas, un trabajo de campo, un reportaje de investigación que ha buceado en las catacumbas de nuestra civilización para sacar a la luz las perturbadoras miasmas que se ocultan tras el velo de nuestra tecnológica sociedad de la razón. El aquelarre, el cónclave de brujos y brujas, la adoración de la figura del Maligno, no son meros rastros de un pasado en el que el fuego inquisidor trataba de purgar esas excreciones diabólicas, supuradas por una sociedad inculta y anclada entre las pasadas glorias del antiguo imperio romano y la renacentista vuelta a la razón que culminaría siglos después en el empirismo y su irresponsable desapego por todo lo que no fuera abarcable por la ciencia y su miope perspectiva. Aún existen adoradores de Satán, de Zemial, de Beelzebub, del Diablo, y este es el testimonio de esa verdad perturbadora, oculta… despatarrante.
Quique Jiménez: Bienvenido Javier a esta nuestra barcaza del misterio, y muchas gracias por concedernos un hueco en tu apretada agenda y guiarnos en esta segunda travesía a través de ese mar de sueños y quimeras que es el mundo de lo paranormal.
Javier Serra: Gracias a ti Quique. Te aseguro que es todo un honor para mí compartir contigo y con tus lectores una charla más sobre estos temas que tanto nos apasionan.
Q J: Bueno, no quiero seguir adelante con la entrevista sin antes dar un perfil de quién es Javier Serra, aunque me extrañaría que alguno de nuestros lectores no tuviera ya noticias de una figura tan insigne dentro del mundo de lo paranormal como tú. Javier Sierra, cuasi-licenciado en humanidades por la Universidad Complutense de Madrid, ha trabajado como colaborador para varias publicaciones tales como “Piojo verde”, “Fantasmas, demonios, taxistas y otros espectros de la noche”, “Mondo Raro” y “Más acullá”, y también ha publicado diversos libros dentro del mundillo, algunos tan famosos y señeros como “Cusha que te asusto”, “¿Cómo de virgen era la Virgen María?”, “Magdalena: seguidora, amante y dealer ocasional”, “Investigando mis cosas” o “Los cuentos de mi abuela”. Actualmente ocupa plaza fija en la tertulia radiofónica “Hablemos de cosas raras” en la misma cadena en la que dirige y presenta el programa “Sustos in the night”. Este ínclito investigador, este prohombre, es a quien tenemos hoy aquí para que nos haga partícipes de todo lo que ha descubierto en su último trabajo de investigación, en el que basará su próximo libro.
J S: Efectivamente, aún no tiene título ni fecha de publicación, pero ya está en el horno esa obra.
Q J: Esa obra, esa criatura que esperamos tener pronto entre nosotros para deleitarnos con sus maravillosos pasajes. Por eso ahora quiero que nos des un anticipo de tu libro en forma de relato de esa investigación que, según me has contado tú mismo en petit comitee, ha entrañado peligros, muchos.
J S: Efectivamente, Quique, he de confesar que a lo largo de estos meses de trabajo he llegado a temer por mi integridad física, e incluso a verla comprometida.
Q J: Sin duda este ha sido un reportaje de riesgo, un trabajo de los que ponen a prueba el temple y la madera de periodista de un investigador. ¿Cómo surgió la idea, Javier? ¿Qué objetivos perseguías?
J S: Me gusta que me hagas esa pregunta, porque es algo que en todo reportaje de investigación que se precie, y en especial en éste por sus singulares connotaciones, creo que debe quedar claro desde un principio, antes de entrar en materia: su partida y su finalidad. Lo primero es decir que no he partido desde ningún tipo de prejuicios, que he dejado a un lado toda la imaginería tradicional que acude a nuestra mente cuando tratamos de evocar los conceptos de Diablo, aquelarre, satanismo u ocultismo. He sacado toda esa información de mi cerebro para, con la mayor objetividad y veracidad posible, arrojar luz sobre este fenómeno que, a pesar del escepticismo de muchos, aún se da en la actualidad: el satanismo. Mi intención última no ha sido otra que conseguir testimoniar la que en teoría sería la máxima expresión de este tipo de grupos: la misa negra, el aquelarre, la supuesta unión con esa personificación del mal a la que lo mismo da llamar Diablo, Satán, o cualquiera de los muchos nombres con los que se conoce a esta mítica entidad. Esta declaración de intenciones está en el prólogo de mi libro.
Q J: No puedo estar más de acuerdo contigo, Javier. Y sin duda ése es uno de tus sellos de identidad: la minuciosidad, el mimo al detalle, ese ansia de perfección que hace de tu obra un archivo completo, exhaustivo y fiable de esos sucesos, de esas otras realidades que a veces se cruzan con nuestra más tangible realidad. ¿Pero cómo se comienza una investigación así? ¿Dónde está el cabo de ese hilo de Ariadna que nos saca de este laberinto de la razón ciega?
J S: Bueno, la verdad es que es un tema muy recurrente, es fácil toparse con algún artículo al respecto, que haya algún estreno en cartelera relacionado con el asunto, o que alguien te cuente la última historia que ha escuchado. Ahí se despiertan las ganas de conocer de primera mano qué de real se esconde tras tanta parafernalia. Y la verdad es que para dar comienzo a una investigación así nada más fácil que buscar los primeros indicios en los periódicos: esas noticias sueltas, esas pequeñas notas de sucesos que, a pesar de ser muchas veces tildadas de mero vandalismo o delito, están adornadas con una serie de características singulares que quizá evidencian algo más profundo y aterrador que la mera tendencia a la destrucción o al latrocinio.
Q J: Inteligente y sagaz tu deducción, Javier. Y dinos, ¿qué encontraste en tu supongo exhaustivo análisis de periódicos y hemerotecas?
J S: De todo. Desde profanaciones de tumbas, durante cuya perpetración se dejaron en muchas ocasiones inscripciones y símbolos de tradicional carácter satanista (estrellas de cinco puntas, tríos de seises, cruces invertidas, etcétera), pasando por denuncias por maltrato a animales con la clara y sanguinolenta marca del sacrificio ritual, hasta varios casos de agresión, sexual en menor grado, cuyos perpetradores al parecer pertenecieron a algún tipo de organización de carácter desconocido en cuyas reuniones tuvieron lugar las agresiones.
Q J: Un ejemplo, sólo uno más, que vuelve a evidenciar lo cercanos que estamos, a poco más de un rapto de atención, de toparnos con las tinieblas que se esconden más allá del entendimiento humano, con las facetas ocultas de este caleidoscopio de visiones al que llamamos vida. Y después, Javier, ¿cómo atacaste lo que sería el verdadero trabajo de campo de esta investigación?
J S: Con mucha voluntad, Quique, y también con mucha confianza en que lo que saldría de esto iba a merecer la pena de verdad. Han sido incontables los viajes que he realizado, las entrevistas que he hecho, y las consultas en bibliotecas y todo tipo de archivos.
Q J: Y todo eso asediado por los peligros, hostigado, como la luz que surca un mar de prenombras.
J S: Sin duda. Ha habido de todo en esta investigación. Así a bote pronto se me viene a la memoria aquella ocasión en la que, durante la visita al lugar de autos de una profanación con sustracción de restos de cadáver y otros despropósitos, fui confundido con los profanadores por un familiar del titular de la tumba que me acosó y me agredió con un recio bastón de roble. También fui acosado y perseguido por una banda de jóvenes delincuentes que me acusaban de voyeurismo, sólo por que se dio la fatídica casualidad de que ellos usaban como lugar propicio para sus escarceos amorosos una zona a la que yo fui a investigar un posible caso de sacrificios rituales.
Q J: Terrible, acongojante muestra de la maldad y la abyección, de la falta de razón y piedad de gentes capaces de agredir a un hombre inocente, pacífico, desarmado y con gafas.
J S: Así es. Y eso fueron sólo los principios, porque cuando por fin trabé contacto con grupos de ideología supuestamente satanista las cosas fueron a peor; se me forma un nudo en la garganta con sólo pensar en ello.
Q J: Cuenta, cuenta por favor.
J S: En una ocasión entablé relación con un grupo que supuestamente me iba a permitir la asistencia a una misa satánica completa, un ritual elaborado en el que según me dijeron participarían más de una veintena de personas, un verdadero aquelarre. Entonces mi contacto me informó de que debía aportar una importante suma de dinero para sufragar los gastos de la misa que en poco tiempo me sería devuelta, en cuanto el mecenas principal de la secta regresara de un viaje. No volví a saber nada más del dinero ni de aquel supuesto sectario al que se lo entregué. El caso ya está en los juzgados pendiente de que identifiquen al autor de la estafa. Pero aún peor fue la ocasión en la que, ya personado en lo que iba a ser el lugar de la ceremonia, me encontré con un grupo de sujetos despreciables que, entre coacciones y amenazas, me obligaron a posar para una comprometida serie de fotografías que luego fue colgada en Internet. Este caso también está denunciado en los juzgados.
Q J: Espeluznante sin duda, estremecedor. De gallina tengo la piel con sólo pensar en las terribles situaciones en las que te has visto envuelto. Pero aún eriza más el vello el ver con qué entereza afrontas tan duros recuerdos, con qué profesionalidad, con qué valentía y decisión has sido capaz de abordar tan peligroso asunto con la sola intención de arrojar luz sobre las tinieblas de lo desconocido, sobre esa cara de la vida ante la que muchos otros, la mayoría, no tendrían por menos que retroceder, quebrado el ánimo.
J S: Así es, y todo por mi obcecación con profundizar al máximo, por no evitar la experiencia en todo lo que investigo, por vivir en mi piel las realidades documentadas para dar más veracidad a mis investigaciones y mis libros.
Q J: Ciertamente, ése es uno de tus sellos de identidad y por lo que algunos compañeros, los más cercanos y amigos, te hemos censurado en más de una ocasión. Bueno, y retomando el tema de nuestra entrevista, ¿cómo fue al final ese contacto con verdaderas sectas satanistas? ¿Llegaste a presenciar una misa negra?
J S: Efectivamente. Todo está en el libro, del que no quiero desvelar demasiado para mantener el interés de la publicación, pero sí que te puedo revelar grosso modo algunos de los detalles más llamativos. Al final conseguí entablar contacto con tres verdaderas sectas satánicas y pude asistir a dos misas negras, o si no misas negras en el estricto sentido de la palabra al menos sí ceremonias satánicas genuinas.
Q J: Dos, ni más ni menos. Al final conseguiste tu objetivo, y con creces. Dinos lo que puedas sobre esas sectas satánicas, cuál es su idiosincrasia, qué caracteriza a sus miembros, qué fines persiguen. Y sobre todo, ¿cómo fueron las ceremonias a las que pudiste asistir? Algo que tanto yo como nuestros lectores estamos ansiosos por que nos anticipes, en espera de la publicación del libro y tener ese magno documento en nuestras manos.
J S: Bueno, la primera secta auténtica que he podido documentar es un grupo afincado en la ciudad de Sevilla, “Los tres seises que no bailan”, cuyo nombre alude en parte a una vieja tradición de la ciudad hispalense. Sus miembros son gente totalmente normal en apariencia; te aseguro que nadie podría sospechar nada de ellos al verlos por la calle. Te hablo de típicas amas de casa con una vida familiar totalmente normal, venerables jubilados de peña futbolística y club social para la tercera edad, carniceros de barrio que regentan negocios familiares, etcétera.
Q J: Lo mismo que yo he repetido muchas veces en este mismo espacio, que el misterio, lo insólito, la esencia de eso que se da por llamar, con cierta ligereza y a veces incluso mofa, lo paranormal, está ahí, a la vuelta de la esquina, acechando, esperando su oportunidad para enfrentarnos a la maravilla, a lo increíble, a lo despatarrante.
J S: Exactamente como tú dices. Estas personas, de las que ya he dicho que ninguno de los lectores de estas líneas ni nadie sospecharía nada, sufren una horripilante transformación cuando se reúnen para sus ceremonias. Este grupo en concreto, innegablemente satanista, busca el acercamiento a esa entidad maligna conocida comúnmente como Diablo mediante la práctica de todo tipo de ritos sadomasoquistas, mediante vejaciones, humillaciones, y otros actos de depravación con cierto contenido sexual. La ceremonia a la que asistí es sin duda uno de los pasajes más amargos de mi vida. Según me dijeron, sus normas implicaban que los novicios, como yo en este caso, que acudía por primera vez a una de sus ceremonias, son el chivo expiatorio sobre el que todos descargan su agresividad y sus abyectas pasiones, y como, por una fatídica casualidad, yo fui el único novicio de la ceremonia, tuve que soportar estoicamente los más duros tratamientos. Aún recuerdo sus risas histéricas mientras me sometían a las más viles humillaciones; es algo que jamás podré borrar de mi memoria.
Q J: Estremecedor. No tengo palabras, lo que es raro en mí.
J S: Te comprendo. Yo he sudado sangre a la hora de rememorar aquellos momentos para plasmarlos en mi libro. Y lo peor es que, al menos que a mí me conste, no hubo ningún tipo de contacto, real o imaginario, con Satán. Después me propusieron la asistencia a otra ceremonia, asegurándome que en esta ocasión sería más efectiva y animándome con la posibilidad de que hubiera algún otro novicio, lo que me habría ahorrado muchas penurias, pero preferí declinar su invitación.
Q J: Sí, seguramente eso era lo mejor que podías hacer. Y dinos, ¿cómo fueron tus otros dos contactos con sectas satánicas y cómo fue ese otro ritual al que asististe?
J S: Bueno, la segunda secta satánica con la que establecí contacto efectivo fue un colectivo autodenominado “Los Tinieblas”, también afincado en la ciudad de Sevilla. Si de los miembros del anterior grupo te dije que eran personas perfectamente normales en apariencia e integradas en la sociedad, en este caso las cosas fueron diferentes. Los miembros de “Los Tinieblas” son en su mayoría personas de extracción social baja, marginal en muchos casos, exceptuando apenas a mi propia persona y a un diletante que se incorporó al grupo más o menos en las mismas fechas que yo. Las actividades de esta secta se podría decir que son más normales, si es que en esta materia se puede hablar de normalidad, con prácticas similares a las que todos suponemos, las que hemos visto en películas o leído en novelas del ramo. En su momento se nos pidió, al menos a mí y al diletante del que he hablado, según a mí me consta, una nada despreciable suma de dinero para sufragar los gastos del rito, algo que al parecer todos los celebrantes de la ceremonia tenían que aportar. Yo en un principio me negué, recordando la experiencia similar que ya había tenido a lo largo de esta misma investigación, pero después de que me dieran ciertas garantías que a mí me parecieron suficientes terminé accediendo. Al final la misa negra se celebró y, aunque fue mucho más austera de lo que yo esperaba después del desembolso económico que supuestamente todos realizamos, no entrañó ningún tipo de peligro ni menoscabo de mi integridad física o moral. Todo se resumió en el sacrificio de una gallina, la libación de su sangre y la entonación de una serie de plegarias al maligno que me dieron cierta impresión de falsedad o improvisación, todo en el entorno de una iglesia derruida sita a las afueras de la capital. Después de eso, ciertamente defraudado por aquella ceremonia, atendiendo a la sospecha de estafa de mi amigo el diletante y a la posibilidad, que no puedo asegurar, de la presencia durante el acto de aquel individuo de cuya estafa hablé anteriormente, decidí desvincularme definitivamente de este grupo.
Q J: Hiciste bien, Javier.
J S: Por último, cuando ya consideraba terminada mi investigación, establecí un primer contacto con un grupo madrileño que respondía al nombre de “Los Satanos”. Incluso, debido a la buena acogida que me dispensaron y los ánimos que me dieron, estuve cerca de participar en un rito, según me dijeron, de iniciación, pero la única fecha que yo tenía disponible en aquellos momentos era el 28 de junio, y al parecer ellos tenían disponibles la mayoría de las fechas menos ésa precisamente. Así que, ya con suficiente material en mis archivos, decidí dar por concluida la investigación en ese punto y centrarme en la redacción del libro que sobre estos temas estoy ya ultimando.
Q J: Estremecedor, impactante, y a su vez de un fascinador interés. No me queda otra cosa que felicitarte por tu tenaz y sacrificada labor y rogarte que concluyas esa obra a la máxima brevedad posible, para poder disfrutar de ella y saciar la curiosidad que has despertado tanto en mí como supongo en todos los lectores de estas Crónicas de lo Despatarrante.
J S: Muchas gracias por lo que me toca.
Q J: No, gracias a ti por deleitarnos con tu presencia y tu insondable sabiduría. Y ahora, antes de despedirnos y aprovechando que has destapado el tarro de las esencias, me gustaría que nos dieras al menos unas pistas, algún indicio, de por qué derroteros irá tu próxima investigación.
J S: La verdad, Quique, es que aún no lo tengo del todo cerrado y claro, pero es muy posible que en mi próximo trabajo me aleje un poco de los temas paranormales, no así de lo siniestro y oscuro. Tengo pensado iniciar una investigación sobre un fenómeno, negado por las fuentes oficiales de la policía pero sobre el que circulan rumores en sus círculos internos, como son las peleas ilegales, al estilo de “El Club de la Lucha”, que al parecer se celebran en muchas partes de España y en las que se mueve mucho dinero en apuestas.
Q J: Bueno, Javier, conociéndote y conociendo tus métodos de investigación, yo te sugeriría, desde la amistad que sabes que te profeso, que optaras por algo menos peligroso, más tranquilo, como pueden ser las apariciones marianas o los avistamientos OVNI, que además están más en consonancia con los temas que sueles tratar.
J S: No sé, ya te digo que no es nada seguro. También me planteé el investigar el fenómeno de las Experiencias Cercanas a la Muerte.
Q J: No, eso no, por Dios. En fin, ya hablaremos tú y yo más tranquilamente del asunto. Demos por concluida la entrevista aquí, agradeciéndote tu presencia y que nos hayas iluminado en este oscuro asunto de las sectas satánicas y las misas negras. Ha sido todo un honor poder contar con un magnífico investigador, una eminencia en el terreno de lo paranormal, y un amigo, para esta segunda entrega de nuestras Crónicas de lo Despatarrante. Muchas gracias, Javier. Y cuídate.
J S: Gracias a ti, Quique. Y ya sabes que me tienes siempre a tu disposición.
Q J: Hasta aquí esta segunda entrega de las Crónicas de lo Despatarrante. Contamos con todos vosotros, estimados lectores, para las próximas que vendrán; estaos atentos.
Nota del redactor: No queremos dar por concluida la redacción de este documento sin informar del reciente ingreso en un hospital de la ciudad de Barcelona del investigador Javier Serra, que se encuentra internado en estado grave pero estable después de un percance sufrido durante su última investigación y que le ha supuesto un cuadro de fracturas y contusiones múltiples. Le deseamos desde aquí una pronta y total recuperación.
Quique Jeménez’s
Crónicas de lo Despatarrante
Originalmente publicado en "La Biblioteca Fosca Nº 2: el Diablo"
Autor: Manuel Mije
Correo Electronico: perring255(arroba)hotmail.com
3 comentarios:
Bueno coleguilla, ¿qué decirte?
Sabes que soy fan de estas cronicas, y que estoy deseando de leer la proxima, ¿Por qué habrá proxima verdad? ;)
Un abrazo.
Jajajajajjaajj muy buena!!!!
Sólo escribiste mal una palabra: pusiste "investigación" en vez de "imbestigación" :D
Un salu2.
Pues nada, a ver si siguen gustando las próximas (que las habrá seguro; de hecho ya hay un atisbo de idea para la próxima).
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