–Esto es imposible –afirmó el científico–. No tiene sentido.
Los zombis se arremolinaban al otro lado de la valla.
–El el fin del mundo, el Apocalípsis –sentenció el sacerdote.
Uno de los soldados levantó su arma y disparó una ráfaga. Dos cuerpos se desplomaron sobre el asfalto. Ninguno de los supervivientes trató de impedírlo. Nadie se lo reprochó.
Necesitaban soltar lastre para continuar adelante.
0 comentarios:
Publicar un comentario