martes, 1 de marzo de 2011

A veces es mejor la oscuridad


Despierto, pero no veo nada, tan sólo oscuridad en la oscuridad. “Me he quedado ciego, pienso fugazmente, ¿o es tal vez esto la muerte?” Intento pensar, recordar, pero en mi mente tan sólo hay vacío. De repente, escucho un tenue ruido a mi derecha.
—¿Quién hay ahí?— pregunto, con la voz ligeramente temblorosa. Hace mucho que no me sentía asustado, pero ahora lo estoy, demasiado.
—Shhh, calla, no hagas ruido o lo despertarás— me responde una voz femenina.
No hago más preguntas porque su tono apremiante ha conseguido callarme. Escucho respirar dificultosamente a la mujer que se encuentra en la habitación conmigo. No sé quién es, y en cierto modo ni siquiera recuerdo quién soy yo. La mujer está muy asustada, tan sólo susurra que va a volver, va a volver a por nosotros. No sé de qué habla, pero no puede tratarse de nada bueno.
Cuando los dos nos hemos quedado callados, escuchamos un cerrojo abrirse, y un extraño sonido de pasos ahogados, como si alguien estuviese gateando. La respiración se me acelera, continúo sin poder ver nada, pero noto que alguien — ¡o algo!— se ha acercado hasta mí, y está respirando con un aliento putrefacto junto a mi rostro. Una lengua áspera y húmeda lame mi cara. A pesar de la repugnancia que siento me quedo quieto, para que crea que estoy muerto, y consigo que se aleje de mí.
Una melodía festiva comienza a surgir por algún altavoz acompañada de una voz desprovista de sentimientos, como la voz de un robot. Y recuerdo cómo llegué allí.
—Gracias por elegir nuestra empresa y someterse a nuestro experimento. Disfruten de su estancia.
La luz llega de repente. Miro alrededor y me descubro en una habitación larga. Y entonces la veo. A esa cosa. Se está dando un festín con la mujer. Se me escapa un gemido, y al oírme gira su rostro hacia mí. No tiene ojos, pero sé que me ve. Su enorme boca llena de gigantescos dientes se abre. Cierro los ojos y vuelvo a la oscuridad.

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