martes, 18 de mayo de 2010

Ella te rompe el corazón




Cuando estudias minimalismo en el taller del novelista Tom Spanbauer, el primer relato que lees es La cosecha de Amy Hempel. Luego, estás arruinado. No bromeo. Casi todos los libros que leas después, te parecerán una chorrada. Todas esas espesas narraciones en tercera persona, esos libros morbosos con enrevesados argumentos sacados de los telediarios. Después de Amy Hempel te ahorrarás tiempo y dinero.

O no. Cada año, en mi declaración de la renta, deduzco más dinero por nuevas copias de los tres libros de Hempel, Razones para vivir, A las puertas del reino animal y Caer en casa. Todos los años presto esos libros. Lo que pasa es que nunca vuelven. Los buenos libros nunca lo hacen. Por eso mis estanterías están llenas de obras de no ficción demasiado densas para la mayoría de la gente, libros de texto de autopsias forenses y un montón de novelas que odio.

El año pasado en un bar de Nueva York, el bar literario KGB de East Village, Hempel me dijo que su primer libro estaba descatalogado. La única copia que conocía estaba debajo una vitrina en el cuarto de rarezas del Powell´s Book de Portland, una primera edición de tapa dura vendida por setenta y cinco dólares sin ni siquiera una firma. Tengo una teoría sobre conocer a gente de carne y hueso cuyo trabajo admiras, pero la estoy dejando para el final.

A menos que los libros de Hempel se reediten, me gastaré más dinero o tendré que hacer menos amigos. No puedo evitar entregar sus libros a la gente y decirles: “toma, lee esto”, y preguntarles después, “es sólo a mí o también a ti te ha hecho llorar”. Una vez regalé Reino Animal a un amigo y le dije “si no te gusta esto, no tenemos nada en común”.

No sólo cada frase está hecha a medida, sino que, incluso también, están forzadas. Cada cita, cada chiste que Hempel otorga a lo cómico, es algo profundo o divertido que tú recordarás durante años. Del mismo modo, tengo la sensación de que se recuerda a Hempel porque lo coloca justo en un lugar donde realmente brilla. Me da miedo la bisutería de la metáfora, pero sus historias parecen elaboradas con ingredientes irresistibles. Galletas de chocolate, sin la base de galleta, sólo chocolate y trocitos de nuez.

De este modo, su experiencia llega a ser tu experiencia. Los profesores dicen que los alumnos necesitan una emotiva epifanía, un ajá, un momento de descubrimiento para retener información. Fran Lebowitz escribe sobre el momento en que vio un reloj y entendió el concepto del tiempo en la narración. El trabajo de Hempel no es más que esos flashes, y cada uno de esos flashes te provoca un dolor con el que te identificas.

Ahora mismo, Spanbauer enseña a otro grupo de estudiantes con una fotocopia del relato La cosecha sacada de la vieja edición trimestral The Quaterly editada por Gordon Lis, el hombre que enseñó el minimalismo a Tom y a Amy. Y a mí.

Al principio La cosecha parece una larga lista de detalles. Tú no tienes ni idea de por qué está casi llorando al final de siete páginas. Estás confuso y desorientado. Es sólo una simple lista de hechos escritos en primera persona, pero en su conjunto es más que la suma de cada una de sus partes. La mayoría de los hechos son divertidos de cojones, pero al final cuando estás desarmado por las carcajadas, te rompe el corazón.

Ella te rompe el corazón. Lo primero y más importante. El demonio Amy Hempel. Es lo que primero que te enseña Spanbauer: una buena historia debería hacerte reír, y, en el último momento, romperte el corazón. Lo último que te enseña es: nunca escribirás así de bien. Nunca aprenderás esta parte hasta que no hayas arruinado un montón de papel, perdido tu tiempo libre durante años y años con un bolígrafo de la mano. En ese horrible momento, deberías coger una ejemplar de Hempel y descubrirás que tu mejor trabajo no es más que una imitación barata del peor de los suyos.

Para aprender minimalismo, los estudiantes se sientan alrededor de la mesa de la cocina de Spanbauer destripando durante diez semanas La cosecha de Amy Hempel. Lo primero que estudias es lo que Tom llama Caballos. La metáfora es: si tú conduces una caravana desde Utah hasta California, llevarás los mismos caballos durante todo el camino. Sustituyendo la palabra caballos por tema o estribillo, tendrás la idea. En el minimalismo, la historia es una sinfonía que se va construyendo, pero sin perder nunca la línea melódica original. Todos los personajes y escenas, cosas que parecen distintas, no hacen más que ilustrar algunos aspectos del tema de la historia. En La cosecha nosotros vemos cómo cada detalle es una parte de la mortalidad y disolución, desde los donantes de riñón, hasta los dedos rígidos o la serie Dinastía.

El siguiente aspecto, Spanbauer lo llama la lengua quemada. Una forma de decir algo, pero decirlo mal, obligando al lector a leer más lentamente, forzándole a una lectura atenta, incluso a que lo lea dos veces, cubriéndolo con una fina capa de imágenes abstractas, adverbios y clichés.

En el minimalismo llamamos clichés a los lugares comunes.

En La Cosecha, Hempel escribe “Me moví a lo largo del día como un cabeza cortada que termina una frase”. Aquí tienes los caballos de muerte y disolución y la frase escrita que te obliga a ir más lento, a una velocidad más pausada y atenta.

Ah, en minimalismo no hay abstracción. Ningún tontería tipo despiertamente, irritablemente, tristemente, por favor. Ninguna medida, ni pies, ni yardas, ni grados ni años de edad. ¿Qué significa la frase “chica de dieciocho años de edad”?

En La Cosecha, Hempel escribe “El año que yo empecé a decir bareto en lugar de bar, un hombre que apenas conocí, casi me mata por accidente”.

En lugar de una edad aséptica o medida, nosotros tenemos la idea de alguien que está convirtiéndose en una persona sofisticada. Más que la lengua quemada, aquí tenemos el caballo de la mortalidad.

¿Veis como se agregan estas cosas?

El minimalismo también incluye la grabación del ángel. Esto significa escribe sin pasión ni juicios. No aporta nada al lector las palabras gordo o feliz. Sólo puedes describir las acciones y los hechos, de tal manera que el lector emita su propio juicio en su cabeza. Sea lo que sea, lo desarmarás en piezas que luego se volverán a ensamblar en la cabeza del lector.

Amy Hempel hace esto. En lugar de decirnos en La cosecha que su novio es un gilipollas, nosotros vemos como mantiene un jersey manchado con la sangre de su novia y le dice, tú estarás bien, pero este jersey está arruinado.

Menos se convierte en más. En lugar de la habitual inundación de detalles, tú tendrás un lento goteo de párrafos de frases cortas, cada una de ellas evocando su propia reacción emocional. A lo mejor ella era una abogada que exponía su caso, poco a poco. Una prueba cada vez. A lo peor ella era una hechicera, embaucando a la gente. Pero leyendo, tú tendrás una bala sin que te hayan disparado.

Así que, una vez que tenemos caballos, lengua quemada y grabación del ángel, nosotros escribimos en el cuerpo. Hempel nos muestra como en una historia no tiene que haber un flujo constante de bla-bla-bla que intimide al lector para que preste atención. No puedes agarrar al lector de las orejas ni estrujarle la garganta. En su lugar, una historia tiene que ser una sucesión de detalles sabrosos, olorosos y palpables. Lo que Spanbauer y Lish llaman ir al cuerpo, es provocar una reacción empática al lector, que lo involucre en un nivel visceral.

El único problema del palacio de fragmentos de Amy es citarlo. Cualquier pieza fuera de contexto pierde su poder. El filósofo francés Jacques Derrida compara la escritura de ficción con un software que sólo funciona en el hardware de tu mente. Ensartando macros distintas, que juntos provocan una reacción. La realidad hace esto tan bien como Hempel. Cada una de sus historias es tan fuerte, quema como los hechos desnudos, que lo único que podemos hacer es tumbarnos en el suelo, bocabajo y adorarla.

Mi teoría sobre conocer a gente cuyo trabajo admiro es que no quiero correr el riesgo de verlos pedo o enseñándome los dientes. El año pasado en Nueva York, hice una lectura en la librería Barnes & Noble de Union Square, donde elogié a Hempel diciendo que si ella ya lo escribió todo yo estaría en casa, leyendo en la cama todo el día. La noche siguiente, ella apareció en mi lectura en el Village, me tomé media cerveza con ella y hablamos sin que hubiera química entre los dos.

Tengo la esperanza de no volver a verla otra vez, pero ya me he comprado esa primera edición por setenta y cinco dólares.


(El anterior texto es una traducción libre de un famoso artículo de Chuck Palahniuk, autor de El club de la lucha).

3 comentarios:

Manuel Mije dijo...

Oye, muy interesante esto. tendré que releerlo porque aquí hay más de un detalle a retener...

Muy buen aporte, Xuan.

Xuan dijo...

Gracias, tío.

Primero vi la película de El Club de la Lucha, de ahí pasé al libro. Después ya vinieron sus artículos.

A mí también me parece muy interesante, por eso lo traduje.

Manuel Mije dijo...

Bueno, yo por las lecturas no es, porque le leí "Fantasmas" y no me terminó de convencer, pero aquí hay elementos que concuerdan con cosas que he leído del realismo sucio y otras sobre la "fuerza" de un escrito... Ya digo, es cuestión de leerlo con detenimiento y combinarlo con esos otros conceptos que así por otros lares...

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