sábado, 28 de febrero de 2009

Confesiones de un fumeta I: Poesía Mística

A… a veces… veo cosas… pero el resto de las veces hay tanto humo a mi alrededor que no veo nada…



Hace unos días, mientras rebuscaba entre la interminable lista de concursos literarios que un amigo me había enviado, alguno que se adaptara a mis limitaciones y escasez de voluntad, voy y me topo con algo cuando menos… sorprendente:

XXIII PREMIO MUNDIAL FERNANDO RIELO DE POESÍA MÍSTICA


“¡Vaya, poesía mística ni más ni menos! –pensé.” A mi cabeza llegaron imágenes de adolescentes con el karma a flor de piel trazando sobre papel delicados versos de pureza angelical, jóvenes novicias componiendo hosannas gimientes, profundos teólogos, en comunión con el espíritu de Dios, traduciendo al lenguaje del verso sus experiencias más allá de este mundo…


Yo, recordando la frase que aquel cabo chusquero que una vez tuve por vecino solía decir “Cuando veas algo imposible, enfréntate a ello” (y olvidando lo que solía añadir después de “Bueno, o eso o te vas al bar a tomarte unas cañas, que tampoco hay que tomarse la vida tan así”), decidí aceptar el reto y lanzarme al mundo del misticismo poético a pecho descubierto.


Ah, y yo soy encarnizado con los retos, me los tomo como una cuestión de honor al estilo de los caballeros medievales. “Me lo quieren poner difícil –pensé–. Pues que sepan que como me pique, me fumo aquí mismo un trompetón y les escribo poesía mística, estratosférica, e intergaláctica como cargue la cosa más de la cuenta; ¡que esta gente no me conoce a mí!” Y así lo hice.


Ríanse ustedes de la Fragua de Vulcano o los Altos Hornos de Mordor, minucias en comparación con la que yo formé en mi cuarto. En el patio empezaron a escucharse algunos “¡Fuego, fuego!” que, después de un aclarador “No, es el niñato del primero con los porros”, se transformaron en “¡Porrero!”, “¡Golfo!”, que si bien eran igual de molestas que las alarmas de fuego, no llegaban a preocuparme tanto.


Yo no sé cómo pudo orientarse la inspiración en medio de aquella humareda, pero el caso es que llegó a mí y me poseyó. Y los versos fluyeron, versos venidos del fondo del alma o de la cima del colocón, porque no sabría decir si es que estaba a punto de desdoblarme e iniciarme en la moda tibetana del turismo astral, o es que me estaba poniendo malo con tanta resina marroquí surcando, en estado gaseoso, esos canales venecianos que para ella son mis alvéolos.


El caso es que la poesía estaba escrita. ¿Era una joya del espíritu versificado o una cagada de joven intoxicado? Yo no podía saberlo, porque ni me gusta la poesía ni quería reconocer como mío a ese niño pomposo y absurdo que había nacido. Pero al final lo mandé, con dos de esos que debe tener todo aquel que quiera ser llamado macho (y espero no haber molestado con esto a ningún veterano de guerra).


Pasaron los días uno tras otro (y menos mal que fue así, porque si no menudo lío que se podría haber formado) hasta que llegó la fecha del fallo del jurado. Y los muy… eso, fallaron de verdad al no premiar mi magna obra.


–¡Aaaa, gente envidiosa, que no queréis dar al Cesar lo que es del Cesar y a mí lo que es de Dios! –grité desde mi cuarto.

–¡Cállate ya, tarado! –me respondieron desde el patio.


“¡Tongo! –pensé–. ¡Tráfico de influencias! –me puntualicé a mí mismo.” Enseguida me puse a surcar la red en ese purasangre cojo que es mi ADSL 500 (¡menudo chusco!). Al final encontré el poema ganador: “Él y yo” de una tal Santa Teresa de Jesús, una obra póstuma. Estuve investigando a la autora y, ni por fechas, ni por localización geográfica ni por nada de nada, se podía establecer alguna conexión que probara mi teoría del tongo. Aunque sí que era verdad que con la presencia de esa autora la cosa ya no era un concurso para aficionados, como yo pensé al principio. Y esto, al menos en parte, servía de muleta para mi orgullo tullido.


Pero yo no soy como Rick Blaine, que se queda tan pancho pensando en que siempre le quedará París mientras su novia se va con otro dejándolo a él con un policía francés que le tira los tejos. ¡No señor! Me he enterado de que circula por ahí un brazo incorrupto de la tal Santa Teresa, quizá el mismo con el que escribió “Él y yo”. Muy bien, Santa Teresa, tú ganaste el concurso, pero a mí no me va a quitar nadie el gustazo de hacerte sentir en esa mano incorrupta el tacto de una nuez blanda y con pelillos. Jeje, cómo me voy a reír.

La petición

La piedad es indigna; camino de cobardes que más que el perdón buscan eludir la condena. Y el perdón no se regala. Resulta algo falso y vació si la falta no se ha purgado en su justa medida. Pide en su lugar justicia, pide que el castigo redentor te sea aplicado, pide porque se purifique tanto el cuerpo como el alma, y que el dolor sentido sea tan grande que por un instante te sientas en comunión con los dioses.



Respuesta que Ileas Daemar, regente de la antigua Casa de Odrun, dio a un acólito al que se juzgaba por una falta grave, el cual no sobrevivió a la purificación de uno de los sanadores del alma.


Autor: Ángel Vela (palabras)

Correo Electronico: lanaiel(arroba)hotail.com

Entrevista a Mario Vargas Llosa





miércoles, 25 de febrero de 2009

El club de los vivos

Mi pérdida de la inocencia no fue con el sexo. A los trece años, a pocos días de las vacaciones de navidad, me enfrenté a la pesadilla de asimilar que ya nada sería igual. Mi madre tenía que pasar por el quirófano para que le extirpasen un pecho. Traté de sacar ingenuamente de mi padre una confirmación de que eso no podía ser cáncer. Pero él no me dijo que no.


Tal vez detectado veinte años más tarde hoy siguiese viva. Las investigaciones médicas, los avances farmacéuticos y de técnicas operatorias han conseguido aumentar pausadamente el porcentaje de pacientes de cáncer que dejan de pertenecer al club de los sin vida.


Desgraciadamente el peor escenario para una persona a la que comunican un cáncer es cómo la sociedad inmediatamente deja de considerarle un miembro del club de los vivos. Sabemos que nos puede tocar a cualquiera de nosotros. Las estadísticas son tozudas. Según los años y las fuentes, se habla de uno de cada tres, del treinta por ciento, de una cuarta parte, pero las posibilidades son muchas de que algún día nos toque pasar por el trance de enfrentar nuestra suerte o la de alguien próximo a la palabra maldita.


Viven entre nosotros. Se colocan pelucas, pierden kilos, se agarran a nuestras manos pidiendo caricias mientras miran al techo esperando que la próxima revisión vaya a ser distinta, que las células asesinas que le comen por dentro aparezcan muertas en los informes futuros y que poco a poco el pelo volverá, la cara tomará color y los tratamientos se irán suavizando hasta poder llamar de nuevo al club de los vivos.


Se teme nombrarlo. Murió de una larga enfermedad. Se teme preguntar por conocidos que lo padecen. Mejor no conocer detalles. Tememos tocarnos nuestro cuerpo pensando encontrar algún ganglio, alguna muestra de células asesinas. Mejor imaginar que con nosotros no.


Mi pensamiento hacia quienes se sientan fuera de este club de los que vivimos en aparente sintonía con nuestro cuerpo. Por todos los que se afanan por disimular los efectos de la quimioterapia para no preocupar más de la cuenta. Los que tratan de sacar sonrisas de donde no las hay. A los padres, hermanos, amigos, hijos, abuelos, compañeros de trabajo, primos, conocidos de los miembros de ese club maldito. Cientos de miles en España, millones y millones en el mundo, que gustarían sentirse uno más entre nosotros, entre los que se creen inmunes a la muerte y no miran, no preguntan, no escuchan.


En estos años la historia de una mujer de cuarenta y tantos años a la que detectan un bulto en el pecho, será sin duda una historia dolorosa, pero no tiene por qué terminar en negro.


Mi pensamiento para los que se aferran a la vida. Porque esta vida es de todos y hay que acabar como sea con los clubs que pretenden apropiársela.


A mi madre, una joven mujer de cuarenta y pocos años, la vimos luchar por no mostrar dolor a sus hijos, usar pelucas con toda la dignidad, pintarse las cejas para hacer ver que todo iba bien. Mi madre no pudo luchar contra una maldita célula asesina que se escapó camino arriba por su cuerpo machacado por radiaciones, operaciones y medicamentos. Tras cuatro años de lucha, nos tomó la mano a cada hijo para decirnos que cuidásemos de nosotros, de nuestro padre, de nuestros hermanos… Su lucha digna nos hizo a todos los que la conocimos más humanos, mejores personas y entendedores de lo que es un paciente de cáncer.


Un miembro más del club de la vida.



Pobres diablos


He de decir que pese a lo recurrente del tema no sabía muy bien qué mandar. Primero pensé en un relato, pero no me venía a la cabeza ninguna historia que interesante. Luego pensé en enviar un artículo, pero cada vez que cavilaba al respecto llegaba a la conclusión de que por su importancia ya lo habrían hecho otros; y lo desdeñaba. Y fue entonces, próximo a desesperar y sin saberme o no fuera de plazo, cuando recordé esa reseña del número cero de esta misma revista recomendando “Le roman de la momie”, una novela sobre la momia, un tanto diferente, y eso me animó a tratar de buscar algo parecido entre mis lecturas; tal vez obras menos conocidas, pero muy interesantes, y que comparten un denominador común: todos y cada uno de los diablos que aparecen en ellas son o acaban siendo… pobres diablos.

El alguacil endemoniado, de Francisco de Quevedo

Este texto en cuestión, (satírico – moralesco en prosa), forma parte de “Sueños”, obra que se compone de cuatro partes independientes, aunque relacionadas entres sí, (ésta sería la segunda). Una obra que fue publicada en 1627, y que durante los años siguientes tuvo problemas con la censura, suprimiéndose párrafos enteros por considerarlos: “escandalosos y problemáticos”.

Finalmente, en 1631 apareció una nueva edición en Madrid, supervisada por el Santo Oficio, con el nombre de “Juguetes de la niñez y travesuras de ingenio”.

La acción de “El Alguacil endemoniado” transcurre en la sacristía de la iglesia de San Pedro de Madrid, en la que se encuentran varios personajes: el autor, el licenciado Calabrés, clérigo experto en exorcismos y que existió realmente, un alguacil y el demonio que habita el cuerpo de éste.

Para no destriparos el texto solo os diré que las circunstancias que envuelven la escena no resultan nada convencionales, y bastante hilarantes. Y previo exorcismo, el autor entabla una conversación con el demonio, el cual hace un repaso exhaustivo y mordaz de la sociedad y de temas varios.

Una pequeña joyita literaria para los que gusten del estilo narrativo y la mordacidad de este gigante de las letras.

Por aquí dejo un fragmento:

-¿Qué es esto?- le pregunté espantado.
Respondióme: -Un hombre endemoniado-, y al punto, el espíritu que en él tiranizaba la posesión a Dios, respondió: -No es hombre, sino alguacil. Mirad cómo habláis, que en la pregunta del uno y en la respuesta del otro se vee que sabéis poco. Y se ha de advertir que los diablos en los alguaciles estamos por fuerza y de mala gana; por lo cual, si queréis acertar, debéis llamarme a mí demonio enaguacilado, y no a éste alguacil endemoniado. Y avenísos tanto mejor los hombres con nosotros que con ellos cuanto no se puede encarecer, pues nosotros huimos de la cruz y ellos la toman por instrumento para hacer mal. ¿Quién podrá negar que demonios y alguaciles no tenemos un mismo oficio, pues bien mirado nosotros procuramos condenar y los alguaciles también; nosotros que haya vicios y pecados en el mundo, y los alguaciles lo desean y procuran con más ahínco, porque ellos lo han menester para su sustento y nosotros para nuestra compañía. Y es mucho más de culpar este oficio en los alguaciles que en nosotros, pues ellos hacen mal a hombres como ellos y a los de su género, y nosotros no, que somos ángeles, aunque sin gracia. Fuera desto, los demonios lo fuimos por querer ser más que Dios y los alguaciles son alguaciles por querer ser menos que todos. Así que por demás te cansas, padre, en poner reliquias a este, pues no hay santo que si entra en sus manos no quede para ellas. Persuádete que el alguacil y nosotros todos somos de una orden, sino que los alguaciles son diablos calzados y nosotros diablos recoletos, que hacemos áspera vida en el infierno.

El diablo cojuelo de Luís Vélez de Guevara

Otra obra del Barroco, que cuando menos parece beber de las mismas fuentes que la anterior. Y en la que del mismo modo el diablo pasa lo suyo.

Tras la simpática e imaginativa historia de un joven hidalgo que libera a un demonio encerrado en el desván de un astrólogo, con el que acaba sobrevolando varias ciudades españolas y asomándose al interior de cada casa, se esconde una sátira a la sociedad de la época, consumida por la decadencia. Una obra en la que cabe destacar las referencias místicas, culturales, y la abundancia y riqueza de sus diálogos.

Por aquí dejo un fragmento:

Don Cleofás, espumando valor, prerrogativa de estudiante de Alcalá, le dijo: -¿Eres demonio plebeyo, o de los de nombre?

-Y de gran nombre -le repitió el vidrio endemoniado-,y el más celebrado en entrambos mundos.
-¿Eres Lucifer? -le repitió don Cleofás.

-Ese es demonio de dueñas y escuderos -le respondió la voz.
-¿Eres Satanás? -prosiguió el Estudiante.

-Ese es demonio de sastres y carniceros –volvió la voz a repetirle.

-¿Eres Bercebú? -volvió a preguntarle don Cleofás.
Y la voz a responderle: -Ese es demonio de tahúres, amancebados y carreteros.

-¿Eres Barrabás, Belial, Astarot? –finalmente le dijo el Estudiante.

-Esos son demonios de mayores ocupaciones -le respondió la voz-: demonio más por menudo soy, aunque me meto en todo: yo soy las pulgas del infierno, la chisme, el enredo, la usura, la mohatra; yo traje al mundo la zarabanda, el déligo, la chacona, el bullicuzcuz, las cosquillas de la capona, el guiriguirigay, el zambapalo, la mariona, el avilipinti, el pollo, la carretería, el hermano Bartolo, el carcañal, el guineo, el colorín colorado; yo inventé las pandorgas, las jácaras, las papalatas, los comos, las mortecinas, los títeres, los volatines, los saltambancos, los maesecorales y, al fin, yo me llamo el Diablo Cojuelo.

De la mano de Ramón Fernández se hizo una adaptación de dicha obra para el cine en 1971.

Los tres pelos de oro del Diablo de los Hermanos Grimm

Cuento escrito a principios del siglo XIX, en el que se narra la historia de un muchacho humilde al que se le profetiza que acabará casándose con la hija del rey. Como es de esperar, el rey se opone, y hace cuanto está en su mano para evitarlo, tanto es así que llega a pedirle que le traiga tres pelos de oro que habrá de arrancarle al diablo.

Es un cuento breve, pero apasionante, rebosante de dulce candidez. Una aventura ingeniosa, con un final muy simpático. Y en el que, al igual que en los casos anteriores, el Diablo es burlado.

Por aquí dejo un par de fragmentos:

Cuando hubo cruzado el río, encontró la entrada del infierno. Todo estaba lleno de hollín; el diablo había salido, pero su ama se hallaba sentada en un ancho sillón.

- ¿Qué quieres? –preguntó al mozo; y no parecía enfadada.
- Quisiera tres cabellos de oro de la cabeza del diablo –respondióle él-, pues sin ellos no podré conservar a mi esposa.

- Mucho pides –respondió la mujer-. Si viene el diablo y te encuentra aquí, mal lo vas a pasar. Pero me das lástima; veré de ayudarte.

Y, transformándolo en hormiga, le dijo: - Disimúlate entre los pliegues de mi falda; aquí estarás seguro.

Al anochecer llegó el diablo a casa, y ya al entrar notó que el aire no era puro: - ¡Huelo, huelo a carne humana! -dijo-; aquí pasa algo extraño.

Y registró todos los rincones, buscando y rebuscando, pero no encontró nada. El ama le increpó: - Yo venga barrer y arreglar; pero apenas llegas tú, lo revuelves todo. Siempre tienes la carne humana pegada en las narices. ¡Siéntate y cena, vamos!

Comió y bebió, y, como estaba cansado, puso la cabeza en el regazo del ama, pidiéndole que lo despiojara un poco.

El 7 de agosto de 1962 se estrenó en Estados Unidos, “El fabuloso mundo de los Hermanos Grimm”, película en la que se relata la vida de los dos hermanos, y en la que se va intercalando cuentos, entre los que aparece el que aquí nos ocupa. Decir que todo cuento es escenificado como si fuera un pequeño cortometraje que complementara la película.

Una película de las que tal vez las nuevas generaciones pudieran renegar por su excesiva candidez, lo primitivo de sus efectos visuales y la caracterización de algunas criaturas o personajes, (casi podría interpretarse, al menos los cuentos, como escenas de teatro) pero que al menos a mi criterio es una pequeña joyita, una de esas películas que marcó mi infancia, y quiero pensar que una de las que me encauzó, junto a otras películas y libros, a sentir esta pasión por el fantástico.

El diablo en el cómic:

Haciendo memoria, y buscando entre mis comics antiguos encontré un par de cosillas más sobre el Diablo que se prestan a ser comentadas.

Las sexystorias tenebrosas: de Vampollona.

Allá por los años setenta la editorial Iru y Salva, en la colección cuervo, sacó al mercado una saga para adultos con el título: “Las sexystorias tenebrosas: de Vampollona”, en la que él y un murcielaguillo comparten piso con Vampollona, una compañera muy ligera de cascos y bastante promiscua que ha de buscarle más de un disgusto.

Creo que esta colección es el más claro ejemplo de hasta qué punto el diablo sale mal parado. Le pasa de todo, desde ser robado y engañado, hasta ser violado análmente por un travestí activo que mete en su casa al creerlo una mujer muy liberada.

Una historia del Diablo sacada del Creepy. Creepy, por si hubiera alguien que no lo sabe, era una revista mensual de terror que en los setenta y ochenta hizo las delicias de muchos, (ojalá tuviéramos algo parecido ahora).

El caso es que entre las muchas historias que componían la revista hubo una que se me quedó grabada, y es la que voy a contaros brevemente.

Es la historia de un tipo que vive solo, y que para nada está contento con la vida que lleva. Una noche llaman a la puerta de su casa y, al abrirla, nadie. Sólo una pequeña cajita en el suelo que contiene un mapa, y unas palabras enigmáticas que no alcanza a entender.

Esa misma noche el tipo, hombre curioso y decidido, coge su coche y va en busca del lugar marcado en el mapa. Una vez allí se adentra en una cueva, y cuando se viene a dar cuenta está bajando a los infiernos, pero aun así no se amedrenta y continúa el descenso hasta llegar a una sala donde encuentra al Diablo tal y cómo lo concebimos: cuernos, rabo, y de piel roja, pero para mi sorpresa resulta ser una criatura delgada y enferma, que mostraba un aspecto tan lastimero que es difícil de explicar con palabras. El caso es que tras una breve charla, el tipo que llegó hasta allí mata al Diablo de una pedrada. Pero antes de morir, éste, aliviado, le habla agradeciéndole lo que ha hecho por él, y haciéndole ver que ahora deberá ocupar su lugar.

Tras de esto dos viñetas: la primera, el tipo dotado de sus cuernos y rabo sentado en el trono del Diablo con aspecto triunfal y la segunda del mismo tipo, apático, y derrotado por la desidia y el aburrimiento, condenado durante siglos al más horrible aburrimiento, y con la única salida de buscar a alguien que ocupe su lugar.



Autor: Ángel Vela (palabras)


Correo electronico: lanaiel(arroba)hotmail.com

Cine club de la Libraría La Araña (para el jueves 26-2-2009)

Durante el mes de febrero el cine club de Librería La Araña continúa con los ciclos en los que el espectador se convierte en el programador, el siguiente valiente es nuestro amigo Dioni, y su siguiente película:

Jueves 26 febrero: DANCER IN THE DARK (BAILAR EN LA OSCURIDAD) (2000). Director: Lars von Trier. Basada en el guión original de Lars von Trier.

Reparto: Björk, Catherine Deneuve, David Morse, Peter Stormare, Jean-Marc Barr, Joel Grey, Udo Kier, Vincent Paterson, Cara Seymour, Vladica Kostic, Siobhan Fallon, Zeljko Ivanek, Jens Albinus, Reathel Bean.

Drama Musical: Selma, inmigrante checa y madre soltera, trabaja en una fábrica situada en un pueblo de los Estados Unidos. Su única vía de escape a tan rutinaria vida es su pasión por la música, especialmente las canciones y los números de baile basados en los musicales clásicos de Hollywood. Selma esconde un triste secreto: está perdiendo la vista y su hijo padecerá el mismo mal si ella no puede conseguir el suficiente dinero para asegurarle una operación.

Ganó en el año 2000 en Cannes la Palma de Oro y el premio a la Mejor Actriz (Björk)

Te esperamos a las 20,30 h en Librería La Araña, calle Amargura, 8 (detrás del Mercado de la calle Feria). La entrada es gratuita hasta completar aforo.



domingo, 22 de febrero de 2009

Amor nefando

Ahora, estando tan próximo el advenimiento de la muerte, apenas dispongo de tiempo para condensar cuanto he de decirte. Perdona la ligereza de mi carta, pero me veo obligado por la premura a derramar sobre ella pensar y sentir como hubieran de aflorar del alma.


Pese al desconsuelo que trae consigo el adiós no debemos llorar amado mío. Conocíamos la sentencia antes de que se consumara el pecado. No permitamos que la pureza de nuestro amor sea empañada con funestas lágrimas, porque bien sabes que hasta el llanto se convirtió para nosotros en algo bendito. Un mudo testigo que adquirió el ineludible compromiso de estar presente cada vez que la pasión nos encumbraba hasta alcanzar la virtud de coexistir como un solo ser. ¡Cuantas veces me encomendé a la Memoria, y ésta, que tiende a ser generosa con los amantes, me concedía la gracia de evocar el dulce temor que la primera vez se reflejó en tu mirada! ¡Cuán tiernamente desguarecido te entregaste, apenas envuelto por un halo de candorosa timidez que hacía que tu virtud se delatara en cada gesto! ¿Recuerdas cómo, incapaces de contener tanta dicha, ungimos con lágrimas el instante en el que comulgaron las almas? ¡Cómo olvidar que nos sobrevino el renacer al intercambiar en secreto nuestros corazones! ¡Con qué sencillez nos desprendimos de la venda impuesta por la moral! ¡Cuán insondable resultó mí soledad hasta descubrir en tu mirada que compartíamos padecer! Qué innecesarias las palabras en el primer encuentro. ¿Acaso no habría de bastarme con leer la inherente verdad proclamada por tus ojos? Apenas asomarme, pude distinguir cómo sobre el manantial de tus emociones se agitaba con la trémula llama del deseo.


Aún sin que me fuese concedida la gracia de contemplar tu rostro, ya me jactaba de conocerte. Cada poema tuyo encarnó un nuevo paso por ese fructuoso puente que me aproximó a tu alma. Antes de que finalizara la lectura del primero de aquellos benditos versos, supe para mis adentros que encontraría en su artífice el bálsamo capaz de paliar una afección que lejos de privarme de vivir me impedía gozar de la alegría terrena. Alentado por la esperanza de que este camino me condujera a la plenitud me torné en un ávido lector, y tan selecto, que me negué a leer nada que no hubiera brotado de ti. ¿Cuántas fueron las noches en que te leí hasta desfallecer? Por entonces la llegada del crepúsculo dejó de representar un llamamiento al sueño, y su lugar fue ocupado por interminables vigilias, en las que campeaba con el cansancio hasta ser sometido. Has sido el único que a mis ojos ha conseguido insuflar vida a la palabra escrita, haciendo que permanezca inagotable, palpitando sobre el pergamino y consiguiendo a su vez, sin que se vea modificada, que siga alentando y conduciendo nuestras almas hacia fértiles pensamientos, enriqueciéndonos y alejando de nosotros todo deseo de mal. ¡Qué infructuoso hubiera sido tratar de desoír esa emotiva llamada! Intentar apelar por sistema a una voluntad que en realidad no ansiaba otra cosa que someterse con mansedumbre al artífice de la enternecedora obra que colmó cada uno de mis sentidos. ¿O es que la creación de un artista no representa el más claro reflejo de sí mismo?


Mientras trataba de paliar la infinita soledad de mi reclusión, evocando esa melodía de momentos que tú y yo compusimos para llenar el inconmensurable vacío que a su paso iban dejando los días, vino hasta mí el recuerdo de cómo en más de una ocasión, me hiciste saber cuán hermosa te parecía mí letra, y ello me ha instado a dejarte, en pago por mis alegrías, algo mío, que permanezca a tu lado cuando yo me haya ido. Este propósito me ha llevado a abjurar del descanso, para dedicar este aciago periodo de enclaustramiento a reproducir en el libro que a esta carta adjunto, cada uno de tus poemas, puesto que apenas me bastó leerlos para que quedaran grabados a fuego en mi alma.


Entre estos instantes viene a mi memoria el día que nos conocimos. Recuerdo que el hecho de que estuvieses frente a mí no acrecentó el amor, pero sí hubo de darme la satisfacción de ponerle rostro a la fantasía que compartía dulcemente mi lecho. Aun así tan sublime me pareciste, que hasta oírte hablar dudé de tu autenticidad. Ya entonces encarnabas la respuesta a una reiterada plegaria, y sólo al tener la certeza de ver reflejado en ti mi deseo fui capaz de creer en milagros. Es por ello que pese a saber de mi muerte, me voy con el privilegio de haber vivido con intensidad cada instante que compartí contigo.


Me apremian para que termine la carta. Pronto vendrán a llevarme.


Has de saber que no me voy solo, ni solo he de dejarte. Conmigo me llevo el amor que me has dado, y te dejo todo el que me fue posible darte. Amor que me impide que queden ahí mis requerimientos. Alentado por este arrojo que me fue impuesto por la necesidad de no dejar nada inconcluso, he conseguido reunir, en mi hora más postrera, la convicción y el valor necesario para rogarte que hagas de estas peticiones tu dogma. No permitas que el reflejo que de mí atesoras sea erosionado por el inclemente pasar del tiempo, porque no ha de quedarme otro consuelo que el de creerme imperecedero en tu memoria. Apenas habría de bastar que reservaras un pequeño lugar donde la memoria tuviera fácil acceso, para que cada recuerdo fuera visitado con asiduidad. Y la otra, que ha de matarme más que la propia muerte, y que de ninguna manera te haría si esta no estuviera próxima a tomarme de la mano, es la que me lleva a pedirte, en pos de tu felicidad, que busques el amor en otros brazos, porque una criatura como tú ha nacido para amar. Habrán de venir momentos de soledad, pero has de saber que cuando se ama, en la forma en que tú y yo nos amamos, ni tan siquiera la muerte tiene el poder de alejarnos del todo. Cuando te llegue esta carta ya me habré ido, pero no tendrás más que apelar a la memoria, y desde el lugar en el que me encuentre, ella me traerá hasta ti, para estar juntos y revivir cada instante compartido.


No te aflijas, dulcemente cargo con el peso del secreto que morirá conmigo para no perjudicarte, ya que de no ser así proclamaría con orgullo que yo amo como ningún hombre fue capaz.



Alemania, 1507 (carta escrita por un Ministro del Señor antes de morir por la sierra culpado del pecado nefando).





Carta ganadora del XIII Certamen literario de declaraciones de amor de Paradas (2009)


Autor: Ángel Vela (palabras)


Correo electronico: lanaiel(arroba)hotmail.com

Fallos de concursos

XIII Certamen Literario de Declaraciones de Amor de Paradas


Un joven sevillano de 32 años, Ángel Vela Rodríguez, ha resultado ganador del XIII Certamen Literario de Declaraciones de Amor que convoca la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Paradas. Amor Nefando es el título de la prosa que presentó al concurso.


El segundo premio ha sido para Isabel García Viñau de 48 años natural de la localidad de Jaca en Huesca con una poesía titulada Mis últimas palabras y el tercer premio ha sido para Francisco Javier Álvaro Ocari de 44 años, natural de San Sebastián, que presentó un trabajo en prosa titulado Divina rutina.


El premio para la mejor composición de autor local, empatado con el tercer premio, ha sido para Santiago Álvarez García, un joven de 28 años que presentó una prosa titulada En las palabras.


Además el jurado decidió hacer una mención especial para el trabajo presentado por Lourdes Rivas Giráldez, de 35 años, natural de Montellano.


La entrega de premios tuvo lugar el viernes 20 de febrero a las 20 horas en el Aula Municipal de Cultura “La Comarcal”, con la actuación del cantautor Jesús Silva. El acto estuvo presentado por María Dolores Jiménez Castillo.


Como cada año ha habido una gran participación en este certamen llegando trabajos desde todos los rincones de nuestro país. En total se han recibido 63 cartas procedentes de Málaga, Huelva, Huesca, Ciudad Real, Albacete, Oviedo, Gerona, Valladolid, San Sebastián, Sevilla y su provincia. Este año la participación de hombres y mujeres ha sido similar.




VIII Concurso de Cartas de Amor y Desamor de Gines

La delegación de Cultura del Ayuntamiento de Gines entregó este jueves los premios del VIII Concurso de Cartas de Amor y Desamor de la localidad, al que se han presentado más de 70 originales procedentes de toda España e incluso de varios puntos del extranjero.


El acto, que se celebró en el Salón Multiusos, contó con una gran afluencia de público y comenzó con una ponencia a cargo de la pedagoga Eva Martín. Bajo el nombre "El Amor, ¿es un cuento?", la ponente se centró en las diferentes acepciones de amor, los límites del amor, los tipos de éste o la importancia de quererse a uno mismo.


A continuación, se dieron a conocer los ganadores, a los que el Ayuntamiento premió con 200 euros en metálico para cada una de las tres categorías existentes.

En la categoría A, de 12 a 20 años, la ganadora fue la joven Irina López, de Castilleja de la Cuesta, con la carta titulada Querida Aissa. En la categoría B, de 21 a 35 años, el premio fue para Ángel Vela, de Sevilla, con ¿En verdad crees que me es del todo ajeno? Por último, en la categoría de mayores de 36 años el premio fue a parar a Claudia Morales, de Buenos Aires (Argentina), con La tentación.


Ya en la recta final del acto, Pablo Hoyo deleitó a los asistentes con un original cuenta-cuentos con Afrodita, Eros y Psique como protagonistas y el amor como hilo conductor. Con una divertida puesta en escena, el intérprete arrancó en más de una ocasión las sonrisas de los asistentes.


Durante el acto, la delegada municipal de Cultura, Carmen Arciniega, felicitó a los ganadores, destacando de manera especial la importancia de un certamen que se supera cada año. Finalmente se invitó a todos los asistentes a una merienda.




Exposición de Valentardis "Imaginario cotidiano"

Desde el pasado 21 de febrero la Librería La Araña ofrece la exposición de Valentardis "Imaginario cotidiano".


IMAGINARIO COTIDIANO


El "Imaginario Cotidiano" que he ideado va de sencillas fotos que he tomado en viajes, en el día a día o en entornos que me han parecido entrañables o imaginativos. Estatuas, esculturas, objetos, paisajes, gente, animales o edificios y estructuras; todo tiene su lugar y momento.

Valentardis



Valentardis nació en Algeciras en la primavera del 75, su formación fotográfica cabalga entre lo autodidacta y lo absorbido en el Estudio Cobertura Photo. Ha hecho incursiones en la guionización de cómics, redacción de críticas y artículos tebeísticos para Norma Editorial, organización de eventos relacionados con la ciencia ficción y actualmente dirige y presenta un programa de Radio en Sevilla capital, Freakytown, en Radiopolis (98.4 FM), con temática variada, cine, cómic, TV, etc...

jueves, 19 de febrero de 2009

Serie linkada, nº 1



Solo lo hiciste un momento;

Mas quedaste, como en piedra,

Haciendolo para siempre


Juan Ramón Jiménez



Solo lo hiciste un momento, pero mereció la pena. Después de que mataran al Ché, que Fidel se volviese un dictador senil y que el subcomandante Marcos se nos olvidase con sus indios en Chiapas, el mundo se había quedado sin rebeldes contra la globalización liberal y la cruzada del hombre contra el sistema había sido dada por finada de inanición. Solo tú, en tu instante de heroísmo, tomaste el estandarte caído y pisoteado de los desheredados de la Tierra. Ese compact que te escondías en tu anorac de mercadillo, mangado al mismísimo Corte Inglés, era el simbólico embrión de La Revolución.

Mas quedaste, como en piedra, mirándome incrédula. Aquel era uno de esos segundos en los que el Amor jugaba a ser funambulista, tambaleándose entre la continuidad y el negro abismo. Dudé, y lo supiste al instante: no pude escapar de la Verdad, tan enemiga Felicidad que ante mis palabras estallaba en pedazos. Lo admití: Si, yo he sido el del peo.

-Haciéndolo para siempre-. Eso le dije al dependiente. No se me ocurrió nada mejor para la lápida, pero era lo único adecuado que me vino a la mente al pensar en él. Lo conocía de tan poco. Era el primer amante que se me moría en la cama, y decidí que sería el último. A partir de ese momento, me negué enrollarme con ninguno de mis compañeros, decidí solo tirarle los tejos a los enfermeros. Los despechados del asilo me dicen que estoy loca, pero yo sostengo lo que siempre me dijo mi madre “quien tuvo, retuvo”; además, que yo ya no tengo en corazón para otro disgusto.


Relato publicado originariamente en:

http://palabrasmicrobioticas.wordpress.com/2008/06/04/serie-linkada-n%C2%BA-1/

Archivos del blog