miércoles, 29 de abril de 2009

Al sur del cielo

Al sur del cielo hay un erial maldito donde ni siquiera Dios se atreve a entrar. Un inmenso sol rojo sangra su luz sobre el suelo estéril en cuyo seno sólo el polvo crece, y los lamentos de ángeles suicidas que se cortaron la eternidad de un tajo se suman al gemido del viento que cruza la llanura.


Al sur del cielo vive una ballena atrapada en la lágrima de un gigante, y cuando coletea intentando escapar de su prisión llueven sueños falsos sobre el destino de la humanidad. Los hijos del futuro juegan con el barro que se forma, y construyen torres truncadas donde encerrar a sus princesas prometidas.


Al sur del cielo es donde va mi alma cuando llega el invierno al corazón. Dice que allí los recuerdos pesan menos, que el miedo no asusta, que el dolor no se siente. Pero cada vez que regresa luce una cana más en su cabellera, y una arruga más en su rostro, y una pena más en su mirada.


Al sur del cielo no se escucha el llanto de los seres queridos, porque las cosas de los hombres no tienen allí razón de ser. Allí sólo moran los demonios que, cuando la conciencia se distrae, asaltan a los durmientes y se llevan su paz para mercadear con el señor de la nada que sucederá a las edades.


Al sur del cielo, sobre la arena, están trazados una infinidad de rastros, uno por cada hombre que ha sido, es o será. Y dicen que es el destino lo que está allí escrito para cuando llegue el momento de cerrar las cuentas de la creación, allá por el final de los tiempos.


Al sur del cielo le canta un coro de bebés muertos, y la melodía de llantos y gemidos anuncia mil años de penurias para todas las naciones del mundo. La suerte está echada, y vea el que quiera ver, y dibuje en su pensamiento una noche sin luna ni estrellas, negra como boca de lobo, y flotando sobre ella el lamento eterno de los condenados.


Al sur del cielo me llaman. Es un susurro constante que rueda por las paredes, que me persigue por la casa, que me acaricia la voluntad intentando seducirla. Son las sirenas de Ulises las que oigo, desterradas del mito por un dios al que no supieron satisfacer, y ahora prisioneras de su propio encantamiento y su lascivia.


Al sur del cielo miran las tumbas de los ateos y le rezan sus hijos, porque así, llevando sus esperanzas y sus anhelos tras la espalda de Dios, creen que pueden ocultar sus pecados al ojo que todo lo ve.


Al sur del cielo no crece la ilusión, como en el alma del hombre desengañado, ni medra la alegría, como en el seno del resentido; es un lugar oscuro y frío, una entelequia dolorosa, una excusa del lenguaje que usan los tímidos para desnudar su espíritu ante los curiosos y confesarles que se sienten… al sur del cielo.



Prosofagia

De la mano de los integrantes de la web Prosófagos aquí nos llega esta nueva revista literaria on-line, sin duda una gran noticia para todos los amantes de la palabra escrita.

En este primer número de Prosofagia, correspondiente a abril del 2009 se incluyen las entrevista que en este foro a Alberto Vázquez-Figueroa, Rosa Montero, Montserrat Rico Góngora, Arlette Geneve y Julio Maruri.



domingo, 26 de abril de 2009

Recuerdos sobre Wyr

En una vieja posada, uno de esos edificios que mostraban a las claras que desde hacía años nadie se había preocupado por reparar sus desperfectos, tres hombres estaban dialogando al calor del fuego con una jarra de cerveza. Los dos posaderos, los hermanos Nirewalg y un joven arquero de paso por la región.
—¡Los guerreros invisibles son una leyenda! Nunca les ha visto nadie —comentó el joven.
—Puede… pero los cadáveres de sus víctimas son muy reales —el hermano mayor contestó casi sin alzar la voz aunque se percibía una nota de emoción en su frase.
—Sí, los desgraciados que se atreven a entrar en los bosques de Wyr suelen tener un final trágico —el hermano mayor recalcó ese hecho.
—Pero si nadie ha visto nunca a los agresores, pueden ser bandidos o renegados. ¿Por qué esa seguridad de que los guerreros invisibles son los atacantes?
—Tal vez sea porque nunca aparecen signos de que los asaltantes hayan recibido ni siquiera un rasguño.
—Bueno pero eso no significa nada, puede que se lleven a sus heridos.
—Es posible, pero es complicado que no aparezcan huellas de caballos o restos de sangre. ¿También crees que los borran?
—No sé, es un caso extraño. Desconozco la historia de la zona y por lo tanto no sé más que un montón de historias contradictorias sobre las selvas de ese territorio.
Se miraron con calma los dos hermanos y tras un leve guiño que su interlocutor no llegó a percibir volvieron a contar la vieja historia.

Glawerin el alquimista, noveno duque de Wyr era un hombre generoso. Alto, más de siete pies y rubio como el trigo. En sus tierras los siervos estaban bien alimentados y los impuestos eran bajos, la esclavitud no se permitía y la cultura florecía con fuerza en su castillo llegando a eclipsar en muchas de sus fiestas al Palacio Real. Sus vecinos envidiaban esa prosperidad y todo el mundo estaba convencido de que se debía a que el duque había descubierto la piedra filosofal, un día el señor de Wyr se presentó ante los guardias de su laboratorio muy contento, sus luminosos ojos azules brillaban como dos profundos lagos a la luz del mediodía y tras la alarma inicial de sus soldados les comentó con gran alegría que había realizado un descubrimiento increíble…
—¡La piedra filosofal! —interrumpió excitado el joven arquero.
—No, sólo era un tipo de cristal nuevo —le contradijo el hermano mayor.
—¿Y se alegraba por un trozo de cristal?
—No era un simple trozo de cristal —interrumpió el otro hermano— era moldeable, puesto al rojo se podía fundir y permitía hacer una coraza que volvía invisible a su portador. Cuentan que el uniforme de cristal reflejaba a la perfección cuanto te rodeaba, así te volvías casi indetectable…
—No es propio de un guerrero ocultarse ante el enemigo, los que usan esas argucias están más próximos al comportamiento de los brujos que al honor de los caballeros —dijo el joven.
—¡A veces es preciso usarlas! Si tu oficial te enviase a investigar a un campamento enemigo ¿no crees que desearías un traje que te ocultara de los guardias? ¿no te gustaría llevar algo que te fundiera con el entorno?
—Si, en ese caso supongo que sí —gruñó el joven arquero.
—Las armas no son buenas o malas, son las manos que las empuñan las que crean esa percepción. Si defiendes una torre y tus atacantes traen una balista, es un arma del diablo, pero si la tenéis los defensores y la usáis contra las torres de asalto es una bendición. Con los hechizos y conjuros ocurre lo mismo, si el que los lanza está de tu parte será bien recibido; en cambio si lo hace contra los tuyos, será un maldito hechicero sin corazón o peor aún un aprendiz de nigromante.
El joven agachó la cabeza a modo de asentimiento, sin duda los dos hombres sabían de lo que hablaban, sus rostros estaban surcados de cicatrices. Demasiadas cicatrices para dos simples posaderos…
—¿Qué ocurrió con el duque de Wyr? —preguntó el arquero.
—Cuando sus vecinos se enteraron del descubrimiento, la envidia que siempre tuvieron por las riquezas que creían ocultas en los sótanos del castillo de Wyr se hizo insoportable, en sus mentes decidieron que el descubrimiento era la excusa que necesitaban. Sus tres vecinos más poderosos, se unieron para atacar pero se encontraban temerosos del poder de destrucción que unos guerreros invisibles pudieran hacer entre sus tropas. Si cercamos el castillo y salen tropas invisibles que matan a nuestros hombres cundirá el pánico, tras un breve diálogo, decidieron sumar al ataque la traición.
—¿La traición? ¿A qué os referís?
—A que no declararon la guerra, en lugar de eso disfrazaron a sus soldados como comerciantes y acudieron a la feria de Wyr. La muestra de productos que se realizaba en el castillo era la mayor del reino, se cuenta que casi doblaba a la feria de la Capital, cientos de personas entraban en la fortaleza y su patio principal se convertía en un lugar bullicioso y alegre. Las bodegas se llenaban de los vinos más exquisitos y las tiendas tenían los paños más exquisitos. Eran tantos los visitantes, que las medidas de vigilancia se veían inevitablemente reducidas. Esa noche los fingidos comerciantes mataron a los guardas del portón, un numeroso grupo esperaba fuera a que les abriesen. Con la ayuda de los refuerzos que entraron, eliminaron a cuantos estaban en el castillo; éste fue reducido a cenizas y después como trofeos de guerra, fueron conducidos todos los siervos de las tierras a los mercados de esclavos de las tierras vecinas, así desapareció el ducado de Wyr.
—Es una triste historia. Pero, si ocurrió como decís… Los trajes debieron llevárselos los atacantes.
—Las armaduras de cristal nunca aparecieron. Quizás no las vieron… Quizás no supieron dónde buscarlas.
—Y si no aparecieron porqué se piensa que son ellos, porqué la gente reacciona así cada vez que atacan a cualquiera en las tierras de Wyr.
—Nadie sabe lo que sucede en esas tierras, columnas de humo se elevan por las noches aunque nadie ve a personas trabajando los campos o apacentando animales. Los bosques crecen sin que ningún leñador ose entrar a talar los árboles. Se dice que los osos de ese bosque, son los más fieros y grandes del reino, que están acostumbrados al sabor de la carne humana…
—¡Vamos! Todo el mundo conoce historias de esclavos fugados que se hacen fuertes en un bosque e intentan convertirlo en algún tipo de tierra maldita mediante mentiras y trucos.
—Es posible, pero no hay ningún grupo de esclavos que se haya declarado en rebeldía por esta zona, además no se conocen ataques de bandidos, por aquí los únicos asaltos son los misteriosos en tierras de Wyr.
—¿Y el Rey? ¿No dijo nada sobre el ataque?
—El duque era rico, no tanto como decían las leyendas, pero aún así era muy poderoso; el monarca le temía y probablemente sintió alivio cuando desapareció. Se comenta que el mayor de los hijos de Glawerin, estaba enamorado de la princesa.
—¿De qué princesa? ¿La que desapareció?
—En efecto. Esa es la parte más misteriosa de la historia; en los cuatro meses siguientes al ataque, los tres nobles organizadores murieron apuñalados mientras estaban en sus fortalezas y sin que nadie viera a sus agresores. Por su parte al monarca que los protegió le desapareció su hija más querida secuestrada en pleno palacio durante un baile.



Tras unos minutos de silencio del narrador, una bella mujer entró en la sala trayendo comida para todos…
—¿Abuelo por qué lloras? —preguntó uno de los niños que escuchaba al anciano que seguía vistiendo con orgullo su raído uniforme de arquero.
—No es nada pequeño —dijo mientras se secaba las lágrimas que le empezaban a brotar— es que acabo de recordar que el viejo duque tenía dos hijos y no me había dado cuenta que Nirewalg es Glawerin al revés.

Lectura pública

El pasado domingo día 19 de abril, en el incomparable marco de la Glorieta de Bécquer, bajo la atenta mirada de las bellas figuras de los tres amores, el pasado, el presente y el futuro, varios grupos literarios y otros autores independientes se dieron cita para rendir un homenaje a la literatura en forma de lectura pública.



A las doce de la tarde, al abrigo del sol, Nerea Riesco dio el pistoletazo de salida al evento hablando de la esencia de la literatura, de que los libros tienen alas con las que hacer volar nuestra imaginación y nuestros sueños mucho más allá de cualquier marco espacial o temporal en el que nos encontremos. A partir de ahí, representantes de los grupos Madeja, Las Personas-Libro, Baratillo, Placa y Sevilla Escribe entre otros, se turnaron en el escenario para desgranar poesías y prosas de creación propia o ajena. Allí estuvieron el picante verso de Quevedo, el sentimiento de Antonio Machado, el ingenio de Cervantes o la rica palabra de García Márquez, tutelando desde el pasado a otras voces nuevas de autores jóvenes o no tan jóvenes que reivindicaron la riqueza de la vida literaria de nuestra ciudad.



Hubo lectura, sí, y declamación pura por parte de Las Personas-Libro que, como émulos de aquellos personajes maravillosos de Fahrenheit 451, han cedido una parte de sí mismos para convertirse en representantes vivos de la palabra. También hubo poesía con música, y poesía cantada, relatos y microrrelatos, y, sobre todo, mucho amor por la literatura y ganas de compartirlo con todos aquellos que allí se dieron cita.



Sevilla Escribe estuvo representada por Rafael de Alba y Ángel Vela que, ya en las postrimerías del evento, y más allá de la hora prevista para su conclusión, debido a que, una vez destapado el tarro de las esencias, la literatura es un torrente incontenible que no entiende de convenciones o compromisos temporales, leyeron, respectivamente, la poesía Desvarío y la carta ¿En verdad crees que me es del todo ajeno?, ganadora del concurso de cartas de amor de Gines 2009.



Sin duda un día para recordar, una fiesta de las letras, una declaración de amor por los libros, y una reivindicación de que en esta ciudad la literatura está viva, de La Giralda al Alamillo, del Barrio de Santa Cruz a Los Remedios, del Postigo a Pino Montano, agazapada tras cada esquina, oculta tras las ventanas, y resguardada del tiempo y el olvido por muchas personas conjuradas para que su voz y su mensaje sean eternos.

jueves, 23 de abril de 2009

Punto final

Sentado a los pies de la cama observo el reguero de sangre que sale por el orificio de la pared. La sangre cae lentamente sobre la pistola tendida en el suelo. Se alejan las nubes. La luz entra nítidamente por la ventana descubriendo a un hombre, un desconocido, pidiendo clemencia con las manos atadas y recostado en dicha pared. Lo ignoro. Sigo sentado sin saber cual será el siguiente paso. El terror se apodera de las personas atenazándolas e impidiendo que piensen con tranquilidad y lógica, hay que aprovechar la situación. Las nubes vuelven. Me incorporo, le miro a los ojos, él no es culpable pero lo ha visto todo. Me repite una y otra vez: “No lo sabía, no lo sabía.” Demasiado tarde para tratar de comprender y razonar. La rabia bulle en mi interior dejando florecer mi instinto asesino. Elegiste un mal día para echar un polvo, el viento sopla muy fuerte y se lo lleva corriendo. Como tu vida. Vuelvo a sentarme en la cama observando el cuchillo caído a mis pies. Las nubes vuelven a alejarse. El sol calienta demasiado. Me levanto y camino hacia la puerta que comunica con la habitación de al lado. La abro tranquilamente. Tras ella una bandeja de metal caída en el suelo acompañada por dos vasos rotos y una botella de champán abierta. Menuda juerga les esperaba. La cama parcialmente descubierta. Una camisa colgada de una silla. Un armario. Tranquilamente lo abro y veo a una mujer perfectamente maniatada sobre la pared. El agujero que tiene a la altura del pecho demuestra que no erré el tiro. Un buen asesino nunca deja ningún cabo suelto. Y yo soy uno. Mis huellas están por todas partes. Nunca me cogerán vivo. Observo la lámpara del techo. Las sirenas empiezan a sonar a lo lejos. No dispongo de mucho tiempo. Coloco una silla justo debajo de la lámpara. Me subo en ella. Ato una cuerda fuertemente a la altura de mi cuello. Y me dispongo a saltar.


Despierto en mi cama sobresaltado. Me siento a los pies de la cama y sigo observando el reguero de sangre que sale por el orificio de la pared.



La Columna OcioZeta-Sevilla Escribe, "Escuelas de escritores"



No sé si el oficio de escribir puede definirse como tal, imagino que sí. Desde el momento en que no se tenga claro que es un oficio se establece la duda acerca de su aprendizaje.


Si trasladamos la pregunta al campo de lo pictórico o lo escultórico, podemos distinguir entre el artesano y el artista. Nadie duda de la posibilidad de enseñar artesanía, de definir los pasos en una hoja, con detalles específicos y puntos clave en cada paso del proceso para manufacturar un jarrón, un mosaico o un azulejo, pero ¿enseñar a un artista a pintar un cuadro?


Si lo enfocamos en el campo de la música, ¿alguien duda que para componer una obra sinfónica para orquesta se necesita saber escribir una partitura?


Desde mi posición de ingeniero industrial, no tengo dudas de que las bases de mi actual oficio no hubieran sido posibles de no haber aprobado los seis cursos universitarios por los que tuve que peregrinar. Pondré en cuestión tal materia, la densidad de algunas asignaturas o la idoneidad de otras, pero doy mi acuerdo genérico a un sistema creado durante decenios por mentes expertas y experimentadas.


Admitiendo que mi oficio es la ingeniería, mi amor por la literatura me hace dedicar muchísimo tiempo de mi existencia al placer de escribir.


¿Puedo aprender a escribir?


Hace algo más de un par de años me inscribí en una escuela de escritores recién establecida en Sevilla.


Antes de hacerlo quise entrevistarme con la dirección de la escuela, me entregaron el programa lectivo, el listado de profesores y sus currículums.


Las clases eran heterogéneas, en cuanto a edades del alumnado, profesiones y objetivos de los alumnos, niveles culturales, pretensiones, calidad literaria de nuestros escritos, capacidades de integración.


Desde el mismo centro del aula surgían voces desconfiadas en las pausas entre clase y clase, en los pasillos. Se hacían preguntas impertinentes que casi siempre encontraban una respuesta justa en profesores que se encontraban con el hándicap de la maldición de los artistas.


¿Cómo me vas a enseñar a crear?, ¿qué reglas me vas a transmitir en un mundo de libertad total?, si Saramago escribe sin puntos, si Elfriede Jelinek sin mayúsculas, si Miguel Hernández no tenía estudios, si…


Yo, en cambio, encontraba rico el debate en sí. Plantear ese tipo de preguntas y obtener respuestas en el profesor, más o menos enriquecedoras o plausibles, ya era aprender de la literatura.


¿Qué quiere reforzar un autor cuando escribe en presente?, ¿cómo afecta a la credibilidad de una obra que el narrador omnisciente emita juicios subjetivos?, ¿cómo potenciar una historia fantástica?, ¿qué técnicas han utilizado los grandes clásicos para frenar el ritmo de una obra dislocada?, ¿cuál es la clave de la riqueza narrativa de García Márquez?, ¿por qué es tan subyugadora la literatura americana del siglo XX?, ¿qué debo hacer para escribir una historia consistente de vampiros?, ¿y de denuncia social?, ¿cómo y cuándo se describen mayoritariamente a los personajes?, ¿cuál es el secreto de Ruiz Zafón?, ¿qué hace que de una novela mediocre se obtenga una gran película?


Haciéndonos estas preguntas y aplicándolas a nuestros relatos, comparando las descripciones de nuestros personajes con las que hacen grandes autores, escuchando de los profesores, eruditos, humildes o intrusivos, consejos sobre novelas imprescindibles del género que tú quieres atacar, teniendo que levantarte y escribir sobre una pizarra la estructura de tu novela futura a tus compañeros, preguntando y respondiendo a interrogantes directos sobre la trama de una historia, sobre el sentido de lo que quieres transmitir, sobre el porqué y el cómo, buscando respuestas para poner en pie tus ganas de escribir e intentar entender esas mismas ganas en el otro, en el cercano y en el que murió hace varios siglos, entiendo que se aprende a escribir.


La clave es la humildad. Escuchar. Saber que hay quien te puede orientar, quien tiene respuestas por haber leído más que tú, por haber analizado estructuras, autores, conflictos y técnicas literarias. Estar dispuesto a responder con algo más elaborado que un ‘porque sí’ cuando se nos interroga acerca de las razones de tu obra o tus personajes.


Teniendo sensibilidad, facilidad para expresarse e imaginación, las mejores escuelas para escribir son dos: vivir y leer. Vivir a fondo y leer mucho.


Las escuelas de escritores añaden algo importante, aceleran las respuestas a preguntas que siempre nos hicimos sobre el arte del escribir.


Cine club de la Libraría La Araña (para el jueves 23-4-2009)

CINE E HISTORIA: PROPAGANDA POLÍTICA

Durante el mes de abril el cine club de Librería La Araña programa en colaboración con la Facultad de Geografía e Historia un ciclo sobre la propaganda política en el cine, esta es la siguiente película:

Jueves 23 de abril: ROMA, CIUDAD ABIERTA(1945). Director: Roberto Rossellini. Basada en el guión de Federico Fellini, Sergio Amidei, Roberto Rossellini a partir de la historia de Sergio Amidei & Alberto Consiglio.

Reparto: Anna Magnani, Aldo Fabrizi, Marcello Pagliero, Maria Michi, Harry Feist, Vito Annichiarico, Francesco Grandjacquet, Giovanna Galletti, Carla Rovere.

Drama bélico /Neorrealismo: (II Guerra Mundial) La ciudad de Roma está ocupada por los nazis, y la temible Gestapo sólo piensa en arrestar a Manfredi, miembro del Comité Nacional de Liberación. Annie Marie ofrece refugio en su casa a Manfredi y a alguno de sus compañeros, pero son descubiertos y los alemanes rodean la casa en la que se esconde el líder de la resistencia y sus camaradas. Algunos consiguen escapar por los tejados, pero Manfredi es apresado...

En 1946 consiguió el Gran Premio del Festival (Ex-aequo)

Te esperamos a las 20,30 h en Librería La Araña, calle Amargura, 8 (detrás del Mercado de la calle Feria). La entrada es gratuita hasta completar aforo.



lunes, 20 de abril de 2009

Incomprensión

No sabía cómo ocurrió, y la verdad es que a estas alturas, y tras lo sufrido, ni siquiera le importaba. Lo único cierto es que desde el desafortunado accidente laboral su existencia había cambiado.

¿Cómo iba a imaginar que se le marginaría por ser distinto, que estaría condenado a vivir solo, a huir de las miradas de miedo y desprecio, sentimientos que con facilidad incitan al hombre a la violencia física?

Incluso sus seres queridos renegaron de él, apartándolo de su vida. Se había convertido en un monstruo, y consciente de ello se condenó al ostracismo.

Su existencia se redujo a matar el hambre como podía, y a huir de maldicientes y agresores; sin que faltara entre los más radicales alguno que intentara acabar con él. Y así se mantuvo durante largo tiempo, hasta que, cansado de ser un proscrito que por sistema despertaba odio y miedo en la gente consiguió una pistola y, en mitad de uno de esos ataques de lucidez, aquel zombi se voló los sesos.




Texto publicado originalmente en el tercer número de la Biblioteca Fosca: Zombis

Autor: Ángel Vela (palabras)


Calabazas en el trastero: Entierros (VV AA)

Ante todo, mi más sincera felicitación a los chicos de Calabazas en el trastero. La idea de mantener una publicación periódica de género y de tanta calidad nos hace, a los escritores de este género tan vapuleado una gran ilusión. Cuando me enteré de las obras participantes en esta antología pensé que quizá no se hubiera reunido la calidad suficiente para sacarla adelante. Pero muy equivocado estaba. Después de leer la antología comprendo que los organizadores decidieran seguir adelante pues la calidad de todos, y digo todos los relatos es buena. Siempre estarán los que te gustan más o te gustan menos, pero ya es cuestión de gustos en argumentos. Desde aquí haré una corta y humilde crítica, puesto que no suelo hacerlo y siempre desde mi también humilde punto de vista. Procedo pues a desglosarla por relatos:


-El tratado de Michael Ranft de Miguel Puente Molins.

Un buen relato, cuya tensión va en crescendo. Quizá el argumento no me haya llamado mucho la atención, pero sé reconocer lo bueno cuando lo veo (en este caso, leo).


-Certificado de defunción de Manuel Osuna.

Debo decir que aunque me encantan la mayoría de relatos de este autor (ganador por cierto del Tierra de Leyendas del año pasado), éste no me ha convencido. Está indudablemente bien narrado y escrito y es incluso ameno. Pero me ha parecido que en la historia no se ha estrujado el coco sino que es lo que se espera del título de la antología, enterrados en vida. Para algunos esto no supondrá un problema, pero conociendo la trayectoria de Manuel esperaba otra cosa.


-De cómo el señor alcalde acude al debate nocturno de Buddy, “el enterrador” de Juan de Dios Garduño.

El mejor de toda la antología sin lugar a dudas. Es broma. Como es lógico al ser mi relato no lo comentaré.


-Todo es empezar de Pedro Escudero Zumel.

Uno de los relatos que más me ha agradado de la antología. Una visión diferente y original de las labores que desempeñan los enterradores.


-La procesión de las plañideras de Jorge Mulero Solano.

Un relato para mi gusto demasiado onírico. Con una prosa excelente eso sí, pero creo que es un relato muy personal y que no he llegado a comprender muy bien, no sé a dónde me quería llevar.


-El cruce de la música de Francisco Jesús Franco.

Un relato bastante bueno. Te mantiene enganchado de principio a fin con su prosa ágil, estás deseando averiguar a dónde lleva. También la idea de la orquesta me ha parecido genial.


-Cosecha de huesos de José María Tamparillas.

Creo que nos encontramos ante uno de los mejores relatos de esta antología. Ya de por sí, leer este relato merece la compra del libro. Terror psicológico rural, con un personaje sólido. Magnífica lapidaria frase: La tierra llama a los muertos.


-No somos nada de Laura Luna Sánchez.

Un buen relato, algo corto para mi gusto y que hilvana muy bien el sentimiento de enfermiza envidia y celos más que el de terror en sí.


-Moroaica de Juan José Hidalgo Díaz.

Las desventuras de una niña por averiguar sus misteriosos orígenes. Bien escrito y buen argumento, a secas.


-Y evitar los malos pensamientos de Manuel Mije.

Siempre tiene que haber alguien que “vele” por nuestra seguridad. En esta ocasión dos sordomudos y su cajón de las cosas útiles. Me ha gustado.


-Una tumba vacía de Juan Ángel Laguna Edroso.

Magnífico humor negro. He dibujado una sonrisa al final.


-Y llorarán por ti de José Ignacio Becerril Polo.

Para mi gusto otra de las mejores historias aquí contadas. Al principio, aunque bien escrita, pensé que era otra típica y trillada historia de enterrados en vida. Para nada. El final, magnífico.


-Es mi trabajo de Sergio Mars.

Los amigos de Calabazas han sabido cerrar con un gran broche esta antología. Este relato no hace más que confirmarme que Sergio Mars es uno de los mejores escritores de género contemporáneo patrio. En él nos cuenta la historia secreta de lo que realmente pasa después de la muerte y de cómo los enterradores están preparados para algo más que para cavar una tumba.


Y ésta es mi visión de esta antología. De nuevo, enhorabuena a todos y espero no ofender a nadie con mi crítica.


Un saludo.

Juan de Dios Garduño.

viernes, 17 de abril de 2009

La Columna OcioZeta-Sevilla Escribe, "El antes y el después de Internet en la vida de un juntaletras"


Bueno pues aquí tenéis mi segunda columna, que escribo alentado por los compañeros del colectivo, puesto que el tema que trata es un poco sobre mi andadura “escritoril” y cómo mi paso por Internet influyó en ella. Espero que de aquí se pueda sacar algo bueno.


De salida comentar que aunque siempre tuve interés por la lectura, aunque fuese compartido con otros tantos, la afición por escribir fue tardía. Por un lado mi ortografía era pésima y tampoco tenía el menor interés en remediarlo. Cosas tales como los acentos y la mayoría de signos de puntuación estaban de más y escribía siempre en mayúscula y con una caligrafía horrible, y esto último no ha cambiado. Supongo que todo esto se vio condicionado a que como no había plazas para estudiar lo que quería me puse a trabajar apenas terminar la EGB, y para lo único que me servía escribir por entonces era para hacer listas de pedidos y poco más.


Otro de los factores que creo me influyó a retrasar el primer paso, es el tipo de lectura que me gusta. Poco antes de empezar, a eso de los veintipocos, mis autores de cabecera solían ser: Dumas, Stevenson, Quevedo, Bécquer, Víctor Hugo, Goethe y algunos más del palo. Por lo que la cosa me infundía muchísimo respeto. Para mí eso era escribir y acercarme me parecía del todo imposible.


Hoy en día quiero pesar que aunque fue debido a un cúmulo de factores, hubo un par de ellos determinantes. El primero fue el reunirme con un grupo de amigos para intentar hacer cortometrajes. Y como ganas había pero no muchas ideas y a mí lo de contar historias no se me daba demasiado mal, pues me convertí en el guionista a falta de alguien mejor. Ya ahí empecé a cogerle el gustillo a la cosa, pero no sería hasta la lectura de Ivanhoe que decidí lanzarme a contar mis historias. La obra de Walter Scott resultó tremendamente evocadora.


No sé si os pasaría, pero uno de las cosas que buscaba era el escribir historias que contuvieran elementos que echaba en falta, aunque con el tiempo descubrí que no era a causa de los libros, sino a mi desconocimiento. Muchas de esas cosas vinieron más tarde de mano de autores que por entonces desconocía.


Al principio emborronaba folios con ideas peregrinas a ratos perdidos, momentos en que uno no sabe muy bien qué hacer. Y al tiempo tomé la determinación de dedicarle la mañana del domingo, o la tarde si ese sábado noche me habían pasado tres pueblos jejeje. El resto de la semana me limitaba a coger ideas o rumiar sobre qué escribiría. Así estuve durante algunos años, confinándome para crear sin compartir el resultado o inquietudes con nadie.


Como alguno ya sabréis empecé con una novela, (algo que no recomiendo) la misma con la que sigo después de un millón de repasos y cambios, (no fue hasta hace relativamente poco que me lancé a escribir relatos). Y salvo por el hecho de que escribir se volvió algo más cotidiano, todo se mantuvo igual hasta que Internet dio pie al cambio y a una considerable mejora.


Al igual que la escritura Internet llegó bastante tarde, y condicionado por el interés de conocer a gente con inquietudes afines (los aparatos eléctricos y yo no nos llevamos bien).


Sin saber cómo empecé a buscar, sin demasiado éxito en los comienzos. Hasta que el 30 de Junio del 2007 me registré en Sedice. Al principio dejé cuatro comentarios y medio y dirigidos mayormente a la búsqueda de sevillanos que escribieran. Días más tarde me enteré de que había una “quedada” en Valencia y sin pensarlo cogí el coche y me encajé allí. Y ciertamente mi concepción en muchos aspectos cambió bastante. Salí de la “quedada” con las pilas nuevas y muchísimas ganas de implicarme más de lleno. La verdad es que todas las tertulias y certámenes a los que fui resultaron muy enriquecedores, aunque también es cierto que en la mayoría de los casos más por los asistentes que por las actividades propuestas. En cualquier caso animo a la gente a que se pase por alguna.


Después de Sedice estuve probando por otros foros, aunque en muchos había poca actividad y en otros, como fueron Ábrete libro y Pasadizo, no llegué a integrarme. Algo más tarde conocí OcioJoven. Un lugar donde no vi demasiados comentarios, pero donde sí se podían encontrar muy buenos textos. Aunque le encontré bastantes pegas. El sitio se me hacía complicado y el hecho de que los textos a mandar tuvieran que ser inéditos y tardaran tanto en salir, unido a que no sabías cuándo te comentaban o si respondían a tus comentarios limitó algo mi paso.


Creo fue por esa época, a raíz de un certamen en Dos Hermanas, que empezó a fraguarse lo de formar un grupo de escritores en Sevilla y se tuvieron los primeros contactos con blog y foros de creación propia.


Desde los comienzos del colectivo aunamos conocimientos sobre páginas de interés literario e intercambiamos textos para corregir. Por entonces descubrí la pagina de Axxon y su taller de escritura, donde mediante buenas explicaciones y ejemplos corregí un buen número de errores, y me familiaricé bastante más con los guiones de dialogo (aunque se sigue teniendo errores, que uno se esmera por tener los textos pulidos y llega el Guybrush de turno y te hace el texto polvo, jeje)


Algún tiempo después varios sevillanos de OcioJoven se unieron al colectivo y la cosa ganó muchos enteros (Era gente que tenía más tablas y de la que se aprendió mucho en poco tiempo). Fue entonces, animado por Canijo y Weiss, cuando empecé con los relatos, algo que me trajo bastantes alegrías, que pienso que me aportó cierta versatilidad y empezó a abrirme los ojos en muchos aspectos.


Mantuve mi paso por Sedice y con algo de orientación por parte de estos compañeros empecé a entrar más asiduamente en OcioJoven, pero aún así seguí buscando sitios. Y como en los comienzos di con muchos portales pequeñitos, donde la participación era escasa o inexistente o había un “buenrollismo” infinito y colgaras lo que colgaras todo era estupendo y fantástico. Lugares estos últimos donde gente que no te conocía de nada te dejaba mensajes del estilo: “Amigo Ángel, tu texto me tocó el alma. Mil abrazos de tu amigo X y que tu pluma te guíe por fértiles senderos”. Y uno se quedaba con la sensación de que se estaba metiendo en una secta o algo por el estilo.


El tiempo pasaba e iba haciendo amistades en los foros, y estás mismas amistades me recomendaban otros foros. Así fue como conocí Fantasía Épica, quizás uno de portales donde mejor cayeron mis textos, y Prosófagos, la única pagina donde la gente entra a corregir por sistema. Una pagina que carece de versatilidad, en el sentido de que más allá de un foro general donde se tocan algunos temas no están más que los textos de los autores, pero donde se aprende muchísimo. El trato es muy agradable y dicho sea de paso sirve de cura de humildad para más de uno (hay dos o tres miembros con una habilidad para encontrar fallos o aconsejar posibles mejoras que te demuestran lo lejos que estás de una posible autosuficiencia correctora). Creo que fue aquí donde me recomendaron la página de “Stilus”, una pagina gratuita que tiene un corrector de textos mucho más completo que el de Word o la de “Wordreference”, que te hace las veces de pagina de la RAE, al tiempo que de diccionario de sinónimos y antónimos y de traductor en varios idiomas.


Con el paso del tiempo el blog de Sevilla Escribe comenzó a asentarse, y por medio de éste y del foro empezamos a conocer escritores de la zona que demostraron interés por participar. Escritores que hoy son compañeros y amigos, y con los que suelo reunirme una vez a la semana. Algo que de seguro no hubiera pasado de no ser Internet.


A los pocos meses de crearse el blog de Sevilla Escribe y algo más suelto con la creación decidí abrirme un blog propio. Como comentaba llevaba años con mi novela y necesitaba saber qué opinión le merecía a la gente. Y por otro lado tenía la convicción de que algo estaba mal y no podía precisar qué. Así que sin terminar, eso sí, registrando lo que tenía, empecé a colgarla por entregas. Y la verdad es que es algo de lo que me alegro, porque me ayudó a darme cuenta de muchas cosas, y por otro lado corroboró varias de las apreciaciones que me hicieron en el colectivo. En especial las de Canijo, que todavía a día de hoy cuando sale el tema me mira con sus ojillos entrecerrados y una sonrisa maliciosa, mientras señalándome con el dedo me dice: “Te lo dije, mamona”.


En resumidas cuentas aprendí que las historias no me las tenía que contar a mí mismo y no dar tantas cosas por sentado. Aprendí que independientemente del estilo los textos tenían que fluir. Aprendí que había que saber mirar al texto de forma global, que este no era una consecución de frases bonitas o biensonantes, y que las frases no eran más hermosas por retorcerlas más. Aunque bien es verdad que a veces la cabra tira al monte y recae en esos errores. Pero por suerte no faltan los que están ahí para aconsejarme, corregirme y animarme. Personas que viven lejos, muchos más allá del charco, pero que gracias a Internet puedo tener cerca. Y todos estos logros y mejoras, y otras tantas que quedan en el tintero, en menos de dos años. Dos años muy intensos, y en los que aprendí mucho más que en todos los anteriores.


Me despido, esperando que al menos las páginas que citó os sean de ayuda, y si recuerdo alguna más ya la añado en mensajes posteriores. Si tenéis algo que opinar o compartir alguna vivencia del estilo creo que es el sitio, y si no tal vez conozcáis alguna pagina de interés que pudierais citar por aquí. Sería una buena manera de echarnos un cable.


No sé vosotros, pero yo creo que eso de que la profesión de escritor es algo solitario pasó a ser cosa del pasado.



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