domingo, 19 de junio de 2011

El paraíso se volvió un infierno.



El chalet era muy bonito, el jardín rebosaba de plantas y flores exóticas que su madre mimaba con tanto esmero, que a menudo Salva se sentía celoso. La pequeña piscina tenía forma de tortuga y la cabeza tenía menos profundidad para que a sus cuatro años pudiera bañarse sólo. Hasta ese día su hogar era el paraíso...

El pequeño Salvador acababa de despertarse bruscamente y miraba a su alrededor sin entender lo que pasaba, anoche su madre le dijo que tenía que ser bueno y lavarse los dientes o iría al infierno. Él se rió y fingió que lo hacía, pero como muestra de rebeldía no lo hizo. A las tres de la mañana, lo habían despertado los gritos de su madre. Se levantó y se acercó a ver lo que ocurría, le sorprendió ver la luz estaba apagada a pesar de oír muchos ruidos. Por ahora, su madre había dejado de llorar y dudó si volver a acostarse o no, finalmente la curiosidad y los ruidos lo empujaron al cuarto de sus padres. La cristalera que daba al jardín estaba abierta y la luna llena iluminaba con claridad la habitación, un hedor pestilente llegaba a su nariz mientras veía como cuatro demonios estaban mordiendo lo que quedaba de sus padres... No se había lavado los dientes y el infierno había venido a su casa.

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