miércoles, 18 de marzo de 2009

Un mar de riquezas

−¿Y bien, Rogers?
−Es aquí, señor, no cabe duda −Rogers apuntaba con el dedo sobre una sutil muesca en el ajado pergamino−. La Puerta de Kum-Antarnag, la cámara del tesoro del palacio real de Zabartet II.
Sir Howard Glaston, célebre arqueólogo y aventurero británico, hizo un ademán a Massud, su fiel guía local. Éste ordenó entonces a su cuadrilla levantar la roca que tapaba la entrada a la nave subterránea del derruido palacio del rey de los Kumashíes. Kumash fue una antigua región al oeste de Nubia, el país de los faraónes negros, que se convirtió en reino bajo el gobierno de los Señores del Desierto, una estirpe de nómadas que desde Libia se asentó en los oasis del Sahara sudanés. Su reino, que floreció allá por el siglo IV antes de nuestra era, desapareció en las tinieblas del pasado, sepultado por las arenas del inhóspito país. Los únicos vestigios conservados, además de las erosionadas ruinas del palacio de Zabartet II, eran algunas tallas de marfil halladas en diversos países que comerciaban con Kumash, como Egipto o Fenicia y las referencias que el sabio griego Anastofonte recogió en sus “Crónicas”, siglos después de la desaparición del reino.
−Sir Glaston, ¿qué espera realmente encontrar? −preguntó preocupado Massud.
−Massud, por favor, no me vengas de nuevo con esos cuentos de viejas.
−Señor, discúlpeme, sólo quiero prevenirle de...
−Apreciamos mucho su ayuda, Massud −intervino el teniente Rogers−, nos han sido de gran utilidad los indicios extraídos de las leyendas de su país. Pero éste es el momento de la ciencia y la razón. Déjenos hacer nuestro trabajo. Contamos con la ingeniería, la topografía, con avanzados estudios en lingüística y etnología; aquí no hay cabida para dioses ni maldiciones.
−No hablo de maldiciones divinas, simplemente les recuerdo lo que dicen las crónicas: “Zabartet II ordenó guardar las riquezas de su reino en la cámara subterránea de su palacio, cuando la presión de los pueblos del desierto se hizo demasiado intensa. Venidos de las áridas tierras del norte y del oeste, tribus bárbaras ocupaban los fértiles campos de Kumash tratando de apoderarse de sus tesoros...”
−Exacto: una colosal montaña de marfil y oro, mi querido Massud −completó altivo Sir Glaston−. Un “mar de riquezas”, como el sabio griego menciona más adelante. Sí, conozco bien las “Crónicas”. Ahora, por favor, ayúdenos a retirar la roca.
−Tal vez su concepto de “riqueza” no sea el mismo que tenían los habitantes de estas tierras... –dijo el árabe entre dientes mientras dirigía a sus hombres.

Tras levantar la gran piedra esculpida, los arqueólogos pudieron al fin acceder a la cámara del tesoro de Zabartet II, el gran rey de un pueblo del desierto cuya cultura floreció en aquella árida región gracias a la sabia administración de sus riquezas. Y en efecto, allí seguían, dos mil quinientos años después de su declive, a salvo del pillaje, en la profunda cámara, una gran cisterna tallada en la roca que contenía millones de litros de agua. Un verdadero “mar de riquezas”. Abu Tabari



Autor: Ernesto Fernandez


Correo elctronico: ernst1976(arroba)hotmail.com

5 comentarios:

Sharly dijo...

Interesante paradoja sobre el diferente significado de la palabra riqueza para distintos pueblos. Muy curioso, felicidades ;)

Manuel Mije dijo...

Me gustó en su momento, y me sigue gustando ahora. Muy bien buscado el tema, el giro, y muy bien llevado, ciertamente. Felicidades.

Víctor González dijo...

A mí también me parece notable el texto en su conjunto. Te felicito.

weiss dijo...

Gracias, chicos, muy amables vuestros elogiosos comentarios. Siempre me ha ido el rollo arqueológico, y al menos un micro quería dedicarle a tan fascinante mundo :)

Morti dijo...

Muy bueno sí señor. Mis felicitaciones. Y el giro magnífico. Viva el agua potable!!!!!
Un abrazo

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