lunes, 30 de marzo de 2009

Injusta belleza

Cuando hablamos frente a frente vemos carne, pelo y ojos en el otro; cuando recordamos a alguien se nos viene a la mente una figura, una expresión, un rostro. Hacemos fotos de masa humana, vestida o sin vestir, para almacenarlas en bibliotecas de recuerdos más o menos visitadas.


Nos desarma una sonrisa de dientes blancos simétricos y desconfiamos del bizco, del calvo, del gordo. Unos ojos azules ganan puntos, unos centímetros de más también. Más barriga los quitan, más pecho los dan. Ante dos personas mediocres, damos nuestra confianza a la mejor trazada por la naturaleza.


Quien es guapo lo sabe y lo utiliza, y está en su derecho de hacerlo. ¡Qué enlace más alejado con lo que hay realmente en nuestro interior! Extraño juego el de ese caparazón que arrastramos con suerte dispar, que nos define, determina, encorseta. Gente que siente como cárceles su cuerpo, como castigo sus facciones.


Tampoco al nacer se nos permite elegir nuestro intelecto, sensibilidad o fortaleza de carácter, aunque son cualidades quizás menos complicadas de trabajar o justificar, de hacerlas evolucionar sin ser rehenes de una mesa de quirófano.


La persona guapa tiene un don. No es posible negarlo. En ella está el saberse con ese talento y usarlo bien.


Del mismo modo que la belleza aporta felicidad y autoestima, conlleva consigo una maldición. Y todos la conocemos: cuanto más hermoso es alguien, más duda tendrá esa persona acerca del verdadero amor con que el mundo exterior le obsequia.


Cuanto más sublime la belleza, más frágiles los cimientos del cariño desinteresado recibido.



5 comentarios:

Manuel Mije dijo...

Comparto el pensamiento contigo, Salva, y también añadiría que el que basa su éxito, su vida en el físico, debería tener en cuenta que éste tiene una fecha de caducidad mucho más cercana que la del intelecto.

Aparte, un placer leerte, como siempre.

Morti dijo...

Pues verdad, yo por eso siempre he sabido que la gente me quiere por mi interior no por mi físico.
Muy bueno me ha gustado mucho.
Un abrazo

María (LadyLuna) dijo...

Comparto el pensamiento contigo. Además, me ha gustado la manera de enfocarlo.

También opino lo mismo que Canijo, el buen físico tiene fecha de caducidad.

La belleza externa llama a los ojos despiertos, pero la interna, los abre.

Un saludo.

Sharly dijo...

Sin duda tienes razón en cuanto comentas Salva, la belleza exterior entra "por los ojos", es fácil de ver. La belleza interior en cambio, se detecta por el resto de los sentidos: una comida hecha con cariño, un abrazo en un momento de dolor o una palabra de apoyo cuando más la necesitamos. Hay que convivir con la injusticia puesto que todos lo somos a veces; tus relatos siempre mueven a la reflexión interior, felicidades.

Ángel Vela dijo...

Buen texto, que refleja buena parte de la superficialidad humana. En mi caso quiero pensar que el fisico o la apariencia no suelen condicionarme demasiado, y si lo hacen suele ser para mal en muchos de los casos en que este destaca.

Supongo que porque se cura uno en salud contra eso.

Creo que a lo que yo si le doy mucha importancia es al lenguaje corporal, muestra lo que hay y no lo que quieren mostrarte, aunque que hay quien se tiene ese tema currado también.

En cualquier caso estamos en la epoca del culto al cuerpo, y cada vez abundan más los adonis, con menos luces que una bicicleta, auguro muchas depresiones a largo plazo.

Un abrazo. Nos leemos

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