Una despedida siempre es así, como un latigazo en el alma. Uno se va, otro se queda; y luego las lágrimas caen de los ojos a la nada, y se va haciendo más grande la distancia, la distancia que los separa. Las despedidas son frías; más cuando lo que se deja ir, o simplemente atrás, nos produce un profundo afecto; las despedidas duelen y escuecen como la peor de las heridas, y nos laceran y nos castigan con sus dientes irracionales, con el saber que algo pudo ser y, por el momento, debe ser por nosotros y por ellos olvidado. Son duras, sí, y amargas, y normalmente los que se abrazan para luego ver tan sólo la distancia, lloran, lloran larga y eternamente.
Autor: Julian Sancha (Darthz)
Correo electronico: obliviamare(arroba)gmail.com
Autor: Julian Sancha (Darthz)
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2 comentarios:
En un brote de inspiración, viendo una escena de la maravillosa Persépolis.
Gracias por contribuir chavalote, a ver si entre todos lo llenamos, jajajaaj
Nos leemos.
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