Saliendo del trabajo un viernes, con toda la alegría del comienzo del fin de semana, camino de una cerveza fresquita con la familia y con un sol luminoso alegrando el mediodía, la radio me anunció la muerte de un ser querido. Había fallecido un hombre bueno. José Saramago.
De él sé más de su persona que de su obra, de la que quedé impactado por 'Ensayo sobre la ceguera'. En cambio, cada declaración suya, cada cita que leía de él era una lección de humanidad.
Su continuo recuerdo a las muertes por hambre en el mundo, una cada cuatro minutos, decía, su desprecio a los especuladores, a los corruptos, su amor a las cosas sencillas.
'Si tuviera la oportunidad' -decía en un extracto radiofónico de ese mediodía de viernes que se volvió triste-, 'si tuviera la oportunidad, pediría vivir, vivirlo todo, desde el principio, incluidos los dolores y la amargura de la vida. Pediría vivir'.
Duele que un hombre con un espíritu tan noble, sin dobleces, tan comprometido con su sociedad, sea vilipendiado el día de su muerte por la iglesia católica. ¿Duele o satisface?. Pensándolo bien quizás me satisfaga saber que esta iglesia que conocemos vaya quedando tan atrás. Saramago no podía ser feliz pensando en las muertes de cada cuatro minutos, en el desasosiego de los desamparados... mientras la iglesia, la oficial, burocrática e insensible, se preocupa de criticar a este hombre íntegro al morir.
Yo estoy contigo, Saramago, aunque no estés. Aunque tu materia ya no sea más que cenizas y tú pensases que a esta hora ya eres nada, la Nada con mayúsculas.
Personas como tú dan sentido a esta vida inentendible, porque con tu palabra y sensibilidad hiciste lo posible por descifrar las claves, por dar coherencia al comportamiento humano y trazar un camino.
No olvidaré la frase que nos transmitiste, dicha por tu querida abuela allá en el pueblo cuando ella veía la vida escapársele con noventa años:
'La vida es tan hermosa. ¡Qué pena de morir!'
1 comentarios:
CARAMBA LLEGAN TARE LAS NOTICIAS
Cuanto tiempo de silencios
Publicar un comentario