La concepción que tenemos hoy en día de la cultura corresponde con la de una actividad que compete únicamente al ejercicio de la mente o, como mucho, de ciertas habilidades manuales, pero siempre radicando el peso en la vertiente intelectual.
Este punto de vista viene dado por el sistema educativo occidental, cuyos orígenes se sitúan en las universidades del medievo. Ya entonces se estableció una clara separación entre lo físico y lo mental. Las actividades corporales quedaban excluidas del ámbito educativo, siendo unas propias de la clase noble (guerreras) y otras del vulgo (artesanales). No se contemplaba pues la formación del cuerpo.
Pero no siempre fue así. En la cuna de nuestra civilización -en la Grecia clásica-, el entrenamiento de mente y cuerpo estaban ineludiblemente ligados. Ambos era parte fundamental de la formación del futuro ciudadano. No se concebía el entrenamiento del uno y el abandono del otro. Así pues, se establecieron las bases de la filosofía y las matemáticas, al tiempo que se crearon los primeros gimnasios y se celebraron los juegos olímpicos.
Por desgracia esa unión no llegó a nuestros días. Sin embargo nosotros afirmamos que sin ese nexo en realidad la cultura no existe, es un ente vacío, un concepto cojo. Cuerpo y mente van ligados. Son uno. Por ello, y puesto que no en vano es conocido como el deporte rey, el fútbol es cultura con mayúsculas por derecho propio.
Si aún alguien opina que fútbol y cultura son irreconciliables le invitamos a que lea los cuentos: El césped, Puntero izquierdo y Cambalache, del genial Mario Benedetti.
Imagen de ~remy-v.
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