―¡Esto! ―dijo Mandy Matis―. ¿Qué es?
―Lince ―confesó Juan Szandor Tresaury.
―¿Lince? ―sorpresa―. ¿No están en peligro de extinción?
―No, ya no ―sonrío perverso―. Come con tranquilidad y orgullo.
―¿Orgullo? ―relamiéndose y sintiendo que una profundad excitación sexual la poseía.
―Sí, claro, orgullo. ―El banquero estaba satisfecho, no había le pasado inadvertida la lujuria que se asomaba a los ojos de su invitada―. No todos los días puedes comerte el último ejemplar de una especie.
1 comentarios:
Lo que puede llegar a ser repugnante para unos, puede resultar de lo más excitante para otros. ¿Quién entiende a banqueros, buitres y semejantes?. Obviamente por actos dignos de orgullo no todos concebimos lo mismo, de lo contrario, o la perversidad no existiría o sería lo único que reinase.
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