sábado, 17 de julio de 2010

Una orquídea sobre la almohada




Nunca le habían hecho una promesa como aquella, ni siquiera en sus sueños más románticos. Jorge no tenía nada que ofrecerle, o al menos eso decía él, y sin embargo encarnaba la imagen que Estefanía siempre había tenido del príncipe azul.
“Una orquídea sobre la almohada” recordó sonriendo mientras terminaba de arreglarse.
Aquella había sido su promesa: cada día que no pudieran verse, él le mandaría una orquídea (su flor favorita) para que la colocara sobre la almohada y así, el perfume de la flor la acompañaría para que no se sintiera sola.
Nadie le había prometido nunca nada parecido y para Estefanía fue como verse en la escena de una película romántica: la luna sobre los tejados, los ojos del chico perfecto y la orquesta sonando de fondo… porque, en su película particular, la música sonó en su mente para decorar el momento.
El timbre la alejó de sus recuerdos y el mensajero le entregó otra orquídea más, la tercera aquella semana. Ya no era su flor favorita… ahora sólo significaba el tiempo que no pasarían juntos.
Cambió su ropa por una camiseta blanca y un pantalón de pijama con diminutos caballos de madera… ropa para soñar.
Frente al espejo se quitó el carmín de los labios y se secó una lágrima de desilusión… sólo una.
La promesa iba perdiendo su encanto y el príncipe ya no era de un azul tan intenso.

2 comentarios:

María (LadyLuna) dijo...

Encanto camino del desencanto. Es mejor su compañía que la de una orquídea, pero sigue siendo un detalle hermoso, de ensueño y de cuento de hadas, sí, de película o de historia.

Ángelicaladas dijo...

La monotonia siempre acaba convirtiendo el encanto en desencanto, sí.
Gracias por leer y comentar XDD

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