martes, 14 de febrero de 2012

Quién es ésa


No sé quién es aquella que en el alma tan sólo tiene dolor.
Ayer, cuando destrozó el cuerpo de mi marido y lo observó durante largo rato fumando un cigarro.
Hace una semana, el día en el que sujetó a mi madre mientras rajaba su cuello. Rió cuando ella lloraba. Esa noche, viendo la tele, continuó riéndose.
Hace un mes, la tarde en la que destrozó la cabeza de mi padre con un martillo y se revolcó en el suelo, entre sangre y sesos.
¿Quién es ésa, que se deslizó de puntillas hasta la cuna de su hijo, lo observó con ternura y después lo estampó contra los barrotes una y otra vez?
Ésta, que se esconde por los recovecos oscuros de la locura, la que susurra palabras extrañas en su cabeza suplicando una muerte más, exigiendo un sacrificio que sacie su sed de sangre. Ésta, la que muerde sus entrañas y ríe a carcajadas como una loca cuando sale a la calle y contempla la podrida sociedad.
Allí donde habite el mal, allí va ella. Allí donde huela a podrido, hacia allí corre ella. Como una loba aullando a la luna llena, con la sangre resbalando por sus mejillas, gritando a la noche letanías que tan sólo saben de horror.
¿Quién puede ser ésta que quiere deshacerse de mí porque ya no sirvo para nada? Mi alma confundida y horrorizada se pregunta si irá en busca de otra víctima a quien mortificar.
La que domina mi mente, la que me hace rezar entre dientes mientras me dirige al espejo para mostrarme que tan sólo soy una marioneta. Con esas tijeras entre las manos, con esa cara de crueldad que me muestra el cristal.
Ahí va ella, ésta que alza su brazo y lo lleva hasta mi rostro. Mis ojos desorbitados, mis labios formando una exclamación. En el momento en el que clava las tijeras en mis ojos y me aproximo a la oscuridad la reconozco. En ese momento comprendo que soy yo.

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