Al sobrevenirnos la inexorable pérdida de cuanto para nosotros dio sentido a la vida, nos abandonamos a ésta; consumiéndonos en la vacuidad de lo que se muestra como una mísera existencia. Y sólo cuando la amargura es mayor que la necesidad de amar, terminamos por arrancar efímeras verdades a unos labios carentes de consideración, que ansían aplacar el orgullo herido. De este modo, paradójicamente hacemos partícipes de dicho mal a cuantos han de amarmos.
Autor: Ángel Vela (palabras)
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