viernes, 29 de agosto de 2008
Unas palabras para la muerte de mi padre
-No, mi padre sigue vivo.
-Venga ya, si ha muerto el de todos.
-No, el mío es el único que sigue con vida, mi madre para desayunar tomaba zumo.
-Entonces el lechero nunca pisó tu casa, qué suerte.
-Ya te digo…
Autor: Rafael De Alba Rodríguez (Morti)
Correo electrónico: john_difool(arroba)hotmail.com
"A través del espejo", III Encuentro de Literatura Fantástica de Dos Hermanas
Por tercer año consecutivo (y esperemos que sean muchos más) la ciudad de Dos Hermanas celebra sus jornadas de literatura de género fantástico durante los días 3 y 4 de octubre en
He aquí el programa de esta tercera edición:
Viernes, 3 de octubre de 2008.
• 11:00-14:00: 17:00-19:00: Recepción de participantes y reparto de credenciales en
• 17:30-19:00: II Taller Infantil de Fantasía para la introducción en la ilustración a cargo de Enrique Jiménez Corominas (Biblioteca Pública Municipal).
•19:00: Jornada a puertas abiertas. Inauguración del III Encuentro de Literatura Fantástica a cargo de
• 21:00: Encuentro entre los participantes y copa de bienvenida.
Sábado, 4 de octubre de 2008.
• 09:00: Recepción de participantes y reparto de credenciales en
• 10:00: Conferencia: "Historias secretas de los libros" de Joan Manuel Gisbert.
• 11:00: Mesa redonda: La alquimia de las palabras: técnicas y recursos del escritor, con Rafael Marín, José Carlos Somoza, Javier Márquez y José Ángel Muriel.
• 12:30: Conferencia temática "El universo de El Ejército Negro" de Santiago García-Clairac.
• 13:30: Presentación de la nueva novela de José María Carrasco: El regreso de Capitán Nadie.
• 14:00: Pausa para almuerzo.
• 16:30: Mesa redonda: "Movimientos juveniles en torno al Manga: Hablan las Asociaciones". Participan: Adrián Guerrero Gallego, presidente de
• 17:30: Conclusiones sobre el II Taller Infantil de Fantasía. Conferencia: "¿Tú qué pintas aquí? La ilustración en la literatura fantástica" de Enrique Jiménez Corominas.
• 19:00: Conferencia taller: "Ars mágica: la literatura de taller", sobre Literatura Fantástica a cargo de Nerea Riesco.
• 20:00: Clausura.
Inscripciones 10 €. Se admitirá hasta de 200 participantes (por orden de llegada). Los 10 € de inscripción deberán ingresarse en: C/C 2100 2313 16 02 00026635 indicando nombre y apellidos y en concepto de: Inscripción al III Encuentro de Literatura Fantástica También pueden realizarse inscripciones “in situ” el mismo día 3 de octubre, siempre que queden plazas libres.
Colaboran:Editorial S.M., Editorial Edelvives, Editorial Everest, Editorial Alfaguara, Diseñosur, Librería
Organiz
"Indalcón 2008", XXVI edición de la Hispacón en Almería
La vigésimo sexta edición de
Aquí está el programa provisional:
Jueves 25:
17:00 Recepción de vistantes y asistentes.
19:30 Conferencia de inauguración. Colaboración especial Jose Carlos Somoza y Pilar Pedraza.
20:30 Acto por determinar
21:30 Cóctel de Bienvenida
Viernes 26:
10:00 Segunda recepción de visitantes y asistentes.
11.00. Inauguración no oficial de la Hispacón (presentación de actos).
11.30. Charla-Coloquio con José Carlos Somoza.
12.30. Maquillaje en el Cine de Terror. Sara Roma.
13.30 ACTO POR DETERMINAR
16.00. ACTO POR DETERMINAR
18.00 La Nave Espacial Mare Nostrum. Conferencia Audiovisual por David Apfel.
19:00. Conferencia – Charla con Pilar Pedraza.
20.00. Conferencia: J.G. Ballard. Editorial Berenice.
Sábado 27:
10:30 ACTO POR DETERMINAR
11:30. Ciencia Ficción y Humor. Francisco Fernández y Alfredo Álamo.
12:30 Contaminados por las 1001 noches. José Miguel Vilar
17:00. Conferencia sobre Arthur C. Clarke. Por Ian Watson.
18:30. Presentación Revistas Scifi World e Historias Asombrosas. Alfonso Merelo.
19:00 El Marte Romántico. Fidel Insúa Toledo.
20.30 ACTO POR DETERMINAR
Domingo 28:
10.30. El Peligro amarillo y amenaza roja en los comics norteamericanos. José Joaquín Rodriguez.
11.00 Taller Psicotrónico para Adultos. David Jasso.
11.30 ACTO POR DETERMINAR
12.30 El Apocalipsis en la Ciencia Ficción. Sergio Mars.
19:00 Clausura Oficial de la Hispacón
BIBLIOTECA FRANCISCO VILLAESPESA
Viernes 26:
17.00. ACTO POR DETERMINAR
17.30 Presentación Editorial: “El Taller Secreto”. Victor Conde. Ed. Parnaso
18.00. Presentación Editorial “13 leyendas Urbanas”. Ed. Mandrágora.
18.30. Presentación Editorial “La luz del diablo”. Roberto Malo. Ed. Mira.
19.00 Presentación Editorial “Fiebre de Guerra”. J.G. Ballard. Ed. Berenice.
20.00 ACTO POR DETERMINAR
Sábado 27:
11.00 Taller de Escritura Infantil. David Jasso.
12.00. El libro de plástico: ¿Ciencia ficción en el mundo editorial? Juan Angel Laguna Edroso
13.00. Presentación Editorial: Artifex 4º Época y Revista Hélice. Asociacion Xatafi.
17.00 Presentación Editorial: Grupo AJEC (Libros por determinar).
17.30. Charla sobre Literatura de Terror. Asociación NOCTE de Escritores de Terror.
19.30. Mesa Redonda: Ucronías. Con la presencia de Alfonso Merelo.
UNIVERSIDAD
Viernes 26:
17.00. ACTO POR CONFIRMAR
18.00. Visionado 2001: Una Odisea en el Espacio
19:00. ACTO POR CONFIRMAR
20.30. ACTO POR CONFIRMAR
Sábado 27:
1200. Conferencia: García Lecha. Por Carles Quintana.
13.00. AZNARCÓN.
18.30. ACTO POR DETERMINAR.
19.30. ACTO POR DETERMINAR.
Domingo 28:
10.00. Asamblea de la AEFCFT.
12.00 Mesa Redonda sobre Publicaciones Digitales. Con la presencia de Pilar Barba Lara, Santiago Eximeno y Juan Angel Laguna.
16.00 Visionado de 2010: Odisea Dos.
17.00 Charla con José María Merino y lectura de Microrrelatos.
Pra más información consultar la web: http://www.hispacon.net/
martes, 26 de agosto de 2008
El perfume (Patrick Süskind)
O 'Historia de un asesino', que es el subtítulo de esta obra publicada en 1985, la más célebre de de la limitada produccón literaria de su autor, el alemán Patrick Süskind (Ambach, Baviera, 1949). Jean Baptiste Grenouille es el protagonista de una de las novelas más originales de las últimas décadas, originalidad que nace de la peculiar trama urdida en torno al mundo de los aromas, pero sobre todo del carácter excéntrico de su personaje principal.
Autor: (Alemania, 1949), hijo del escritor expresionista W. E. Süskind, estudió Historia medieval y moderna. Su primera novela, El perfume (1985), le valió inmediata notoriedad mundial. Sus obras giran en torno al aislamiento del individuo en la sociedad, y durante los años 80 colaboró en guiones televisivos. Su primera obra fue un monólogo teatral, El contrabajo (1984), aunque el éxito le llegó con El Perfume (1985), que lo desveló como un gran narrador, novela traducida a más de veinte idiomas.Sus siguientes novelas
Sinopsis: El joven Grenouille, huérfano contrahecho, introvertido y aparentemente escaso de entendimiento, goza de una doble cualidad que lo convierte en un ser monstruoso: la carencia absoluta de olor corporal -factor que limita la 'empatía' capaz de sentir e inspirar entre los demás, que lo rechazan instintivamente-, y un sentido del olfato desarrollado hasta lo sobrehumano, capaz de distinguir los infinitos matices de todos los aromas que exhalan el mundo y sus habitantes. Tras una infancia inhumana y desdichada en el París de mediados del S.XVIII, entra a trabajar como aprendiz de un maestro perfumero, lo que le brinda la oportunidad de desarrollar su potencial olfativo. Es entonces cuando Grenouille se propone 'capturar' los más sublimes aromas, los vahídos de vitalidad, alegría o hermosura emanados no ya de plantas, aceites y esencias, sino de jóvenes doncellas, con cuyo aroma ansía obtener el perfume perfecto, capaz de inspirar en quien lo perciba todas las cualidades inherentes a la belleza y la bondad humanas.
Ediciones: (2002) Editorial Seix Barral, Colección Booket ISBN 9788432216060, 192 páginas, tapa blanda. (2004) Editorial Seix Barral, Colección Booket ISBN 9788432216664, 240 páginas, tapa blanda bolsillo. (2006) Editorial Seix Barral, Colección Booket ISBN 9788432217425, 240 páginas, tapa blanda bolsillo. (2006) Editorial Seix Barral ISBN 9788432228032, 256 páginas, tapa dura. (2007) Editorial Seix Barral, Colección Booket ISBN 9788432217746, 320 páginas, tapa blanda.
Conclusión: Lo más logrado de esta novela -por otra parte, un interesante y pintoresco fresco de la sociedad francesa de su época- son el retrato psicológico, perfectamente coherente dentro de su calidad fantástica, y el mundo interior de Jean Baptiste Grenouille, un protagonista que, a diferencia de los personajes centrales de la mayoría de novelas a las que estamos acostumbrados, resulta odioso y abominable al propio lector. Es así mismo brillante el tratamiento del etéreo mundo de olores que envuelve la historia, y que Süskind consigue evocar en su novela como pocas veces se han visto en la literatura. Un originalísimo libro que no deja indiferente a nadie.
Autor: Ernesto Fernández (Weiss)
Correo electrónico: ernst1976(arroba)hotmail.com
viernes, 22 de agosto de 2008
Esas palabras
Convocatoria para la "I antología literaria de ciencia ficción espacial y space ópera", de la editorial Mandrágora
1. Los relatos pueden ser inéditos o haber sido publicados con anterioridad, ya que la intención es que la antología sea panorámica.
2. Los relatos han de haber sido escritos originalmente en español, ya que la colección está dedicada a narradores de habla española. Solamente podrá enviarse un único relato por participante.
3. No hay límite de extensión aunque, como es lógico, se valorará que la longitud del relato permita un correcto acomodo dentro de la antología.
4. Para información y preselección, pueden remitirse tanto a la propia editorial (info[a]mandragora.es) como a Jordi Bonet o Alex Godmir (elrikes[a]yahoo.es) o a Sergio Gaut (sergiogvh[a]2vias.com.ar ). El relato debe enviarse indicando en el asunto: ANTOLOGIA y el título del relato. Los textos se adjuntaran como archivo adjunto, haciendo constar en el cuerpo del mensaje el nombre y apellidos del autor así como una dirección de correo válida en caso de selección.
5. El plazo de recepción concluye el 30 de enero de 2009.
Celos
2.- Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos excepto cuando tales órdenes entren en conflicto con la Primera Ley.
3.- Un robot debe proteger su propia existencia hasta donde esa protección no entre en conflicto con la Primera o Segunda Ley.
Las tres leyes de la robótica.
COMPAÑEROS
—¿Qué pasa ahora, Daneel? —preguntó cansado—. ¡Tengo que dormir!
—Lo siento Baley. Pero el jefe quiere que investiguemos un tiroteo con dos muertes.
—¿Nosotros? —replicó exasperado—. ¿Es qué acaso no hay más policías? ¡El robot eres tú, no yo!
Daneel no contestó. Dejó pasar unos segundos antes de volver a hablar para que su compañero se calmara. Sabía que estaba agotado y, a un humano, la falta de sueño lo volvía más irascible.
—Te entiendo. Pero las particularidades del caso hacen que seamos nosotros los que tengamos que investigarlo. Las víctimas son un humano y un robot.
Baley emitió un suspiro de resignación.
—Ven a recogerme.
La señora Gronwer, con la cara oculta entre sus manos, lloraba desconsolada ante la mesa de interrogatorios sin dar una respuesta coherente a las preguntas que realizaba Daneel. Mientras tanto, Baley no participaba. Se había quedado en segundo plano, no quería intervenir. Estaba cansado de tragarse marrones por tener como compañero a Daneel, un robot que sólo te guardaba las espalda por culpa de las tres leyes. No por amistad. Un microondas con patas que en vez de calentar la comida, patrullaba la ciudad. Una cosa con la que no podía hablar del fútbol, mujeres, o simplemente del sistema de control climático sin que te soltara toda una perorata de presión, humedad y cosas por el estilo.
—Señora cálmese. Tome un pañuelo.
Baley miró a Daniel “el chip de educación sí que está desarrollado” pensó con ironía.
Llevaban más de una hora de interrogatorio y durante ese tiempo solo habían conseguido que la mujer dijera los nombres de Robert, su marido fallecido, un importante directivo de la USRobotic, y el de Rkevin, el robot “fundido”, una unidad PE500 especializada en el protocolo y la etiqueta. Sobre cómo habían muerto, nada.
—Yo lo quería… Yo lo quería… —repetía una y otra vez sollozando la mujer.
Baley acabó por desesperarse ante tanto gimoteo y decidió intervenir.
—Señora —dijo acercándose a la mesa—, sus huellas estaban en el desintegrador que mató a su marido. Está muy claro que el juez no tendrá reparos en encarcelarla, las pruebas son evidentes, y si no colabora, nosotros sólo tendremos que cerrar el caso con usted como culpable
Terminó de hablar a tan sólo un palmo de la cara de la señora Gronwer quien sorprendida se había ido echando hacia atrás en su asiento dejando por un momento de sollozar. Miró a Baley. Después a Daneel. Y luego, en su cara apareció una mueca de terror, dio un grito y se desmayó.
SUCESOS
Una potente luz artificial, que inundó el habitáculo despertando a Baley, le daba la bienvenida a la zona residencial. Grandes casas de estilo victoriano, con enormes jardines cultivados por decenas de robots jardineros, se repartían por la suave pendiente ascendente de una loma. Acabaron por detenerse ante una de las más grandes mansiones. Era la casa de los Gronwer.
Llamaron al timbre. Tras unos pocos segundos, un robot de servicio modelo S120, les abrió la puerta e intercambiaron los saludos oportunos. Rbetty, pues así se llamaba quien les había recibido, quedó en espera de otra conversación o una orden. Era un robot básico sin chip de relaciones.
—Me parece que el robot encargado de recibir a los visitantes era el “frito” —dijo Baley sarcásticamente mirando a Daneel.
Daneel no contestó nada al comentario y se centró en Rbetty. Con un tono átono de voz le explicó que pertenecían al departamento de policía y que estaban investigando la muerte del Señor Gronwer y que por tal motivo necesitaban ver el lugar donde ocurrió todo, y si fuera posible el resto de la casa. Por último, pidió que reuniera a todo el personal de la casa en el salón para hacerles unas preguntas.
Cuando terminó de hablar, Rbetty se apartó dejándoles pasar, le indicó el lugar del suceso y fue a buscar al resto del servicio.
No hallaron nada nuevo en la biblioteca, todo estaba igual que en el holoinforme salvo los dos cuerpos que habían sido sustituidos por dos cercos de tiza. Así que decidieron echar un vistazo al resto de la casa. Después de visitar todas las estancias del piso inferior y del superior, solamente encontraron algo fuera de lo común: un cuarto que acababa de ser pintado de azul y los muebles aún estaban embalados. Decidieron que era hora de preguntar y bajaron al salón donde les esperaba el servicio de la casa. Todos eran robots.
Baley decidió ser quien preguntara. Saludó a los presentes haciendo una breve introducción de la situación y recordándoles la obligación de colaborar y comenzó. La primera pregunta fue obvia.
—¿Quién presenció lo ocurrido en el salón?
—Yo, señor—. De los veinte robots congregados solo uno habló.
—¿Tu nombre?
—Rconar, señor. Modelo bibliotecario B200.
—Bien Rconar. Ahora cuéntame cómo sucedió.
—Sí, señor.
El robot, con una voz monótona incapaz de transmitir la tensión del momento, comenzó a narrar que mientras realizaba sus tareas diarias de conservación y limpieza de la biblioteca, la señora se encontraba ante un escritorio dictando una serie de órdenes a Rkevin respecto a la celebración de la próxima fiesta. En ese instante, el señor irrumpió de manera muy violenta en la estancia vertiendo graves palabras contra la reputación de su mujer y, sacando del bolsillo de su chaqueta un desintegrador, la amenazó con matarla. Ella, sin inmutarse, abrió el cajón del escritorio y cogiendo otro desintegrador, apuntó, a su marido.
Ese gesto crispó más si cabía al señor quien gritó: ¡Muere! Y disparó. Rkevin, se interpuso entre ambos, recibiendo dos impactos sobre su pecho y cayendo al suelo. La señora, viendo caer a Rkevin, se puso a gritar y llorar desesperadamente cayéndosele de las manos el desintegrador. El marido se acercó hasta un par de metros con la cara desencajada por la locura y apuntando a su mujer dijo: ¡ya no te podrá servir nunca más! Y justo antes de disparar, un tiro impactó contra su vientre produciendo su muerte instantánea. Rkevin, antes de agotar sus últimas energías, había cogido el desintegrador caído y disparado contra el señor Gronwe.
—Vámonos —dijo Baley secamente dirigiéndose hacia la puerta—. Tenemos que hablar con el jefe y el comisionado.
Estaba blanco. No podía creer que un robot hubiera matado a un humano. Eso violaba todas las leyes de la robótica. Si trascendía a la luz pública, sería el caos.
Antes de salir Daneel se giró.
—El cuarto de arriba recién pintado, ¿Para quién era?
—Para el hijo que los señores están esperando—respondió Rbetty.
—Gracias.
RAZONES
Baley y Daneel entraron en el despacho del comisionado. Allí su jefe les esperaba desde que le llamaran comunicándole el asesinato del señor Gronwe a manos de un robot.
—Hemos pasado antes a ver a la detenida —replicó Daneel—. Nos ha confirmado el asesinato de su marido a manos del robot.
—Pobre… —se lamentó el comisionado—. Debe de estar impactada por el suceso.
—Señor, no lo creo. Su marido iba a matarla. Supongo que respiró aliviada al verlo morir —le contradijo Baley—. Además, si no se le hubiera caído el desintegrador de las manos, ella misma lo habría matado.
—¡Pues viendo la holograbación de vuestro interrogatorio, no paraba de decir que le quería!
—Sí. Pero se refería a Rkevin. Llevaban varios meses de relación secreta. El señor Gronwe sospechaba que su mujer le era infiel y mandó que la espiaran. Esa misma mañana fue cuando se enteró que le engañaba con un robot. Decidió acabar con los ellos.
>>De los dos impactos recibidos por el robot, sólo uno iba dirigido a la señora Gronwe. El otro era para él desde que salió del desintegrador.
—Increíble… —murmuró incrédulo el comisionado.
—Pero eso sólo soluciona la desconexión del PE500. Aún queda el mayor problema. La muerte de un humano a manos de un robot —intervino el jefe de policía.
—Yo puedo explicarlo, señor —dijo Rdaneel—. En ningún momento se violaron las leyes de la robótica.
—Explíquese, porque nosotros no logramos comprenderlo.
—Como saben, la primera ley impide que un robot dañe a un ser humano. Pero se quedan ahí. Por eso son incapaces de comprender lo sucedido.
>>Pero este enunciado está incompleto. En la misma primera ley, es decir, al mismo nivel de importancia y, por tanto, igual deber de cumplimiento, nos dice que un robot no puede permitir que un ser humano resulte dañado.
>>Durante la investigación hemos podido saber que la señora Gronwer se encuentra esperando un hijo. Rkevin, conocía este dato y sólo aplicó la lógica más elemental: por un lado, un humano muerto. Por el otro, posiblemente, dos.
—Daneel, ¿estás seguro de tu explicación? En situaciones similares, otros robots han acabado “fundidos” por no saber cómo actuar.
—Lo he pensado… —contestó sopesando sus palabras—. Seguramente haya algo más sutil por encima de las tres leyes..., pero en todo caso por el bien de la humanidad.
CONCLUSIONES
Daneel conducía de nuevo el aerodeslizador, esta vez con rumbo hacía la casa de Baley. Desde que salieron de comisaría no habían vuelto a hablar. Fue el robot quien rompió el silencio.
—Celos.
—¿Celos?, ¿de un robot?
—Rdaneel no te sorprendas, es uno de los defectos que hace al ser humano único —le respondió Baley—. Pero tú nunca sabrás lo que es sentir celos. Pero… —dijo mirando a Daneel— sí puedes causarlos.
Notas: Relato ganador del "Concurso de ciencia ficción" (en sus dos categorías: mejor asimoviano y mejor cuento de ciencia ficción) de la web Sedice.com
Autor: F. Jesus Franco Díaz (francoix)
Correo electrónico: francoix10(arroba)hotmail.com
lunes, 18 de agosto de 2008
Palabras para la muerte de mi padre
Buscando el lugar de la cita dentro de los cármenes donde iba a celebrarse el evento, el Príncipe -blandiendo la rosa como una espada contra un rival invisible- se internó en el dédalo de setos y jazmines trepadores. En una umbría fuente, a la hora convenida, lo esperaba el Poeta.
- Deseo una elegía. Unas palabras para la muerte de mi padre. Ha de ser grandiosa. Digna de aquel que me ha engendrado
-Pero, mi señor, vuestro padre (las bendiciones sean con él) está vivo y goza de buena salud.
-Nunca se sabe cuándo y dónde te espera el Ángel de la Muerte... -aspiró el tenue aroma de la rosa, y la tiró a los pies del Poeta como única promesa de pago.
Se alejó de allí, ignorando la mirada -que iba pasando de la extrañeza al terror- del Poeta. Su mente solo podía pensar en los ojos del Gran Visir, brillando como ascuas en la oscuridad de la habitación de una posada perdida, mientras le relataba los detalles del plan, a la par que le mostraba el pequeño frasco de cristal que había mandado traer del otro lado de la Ruta de las Especias. Él mismo -esa noche, durante la larga cena- untaría aquel veneno en los labios de la favorita de su padre. Ella sería la daga (asesina y suicida a un tiempo), para cometer el magnicidio.
Al alba, todo sería suyo al fin. Como pago por el poder, solo habría de sacrificar una amante y leer con voz quebrada durante el funeral, ante las familias nobles y los generales mercenarios, la sentida elegía que acababa de encargar . Él haría su papel de amante hijo por última vez, mientras enterraban al viejo rey en la Historia.
Publicado el 25 de Julio del 2008 en mi blog:
http://palabrasmicrobioticas.wordpress.comviernes, 15 de agosto de 2008
No puedo dejar de amarte
Autor: Ángel Vela, "palabras"
Correo Electrónico: lanaiel(arroba)hotmail.com
Mandrágora presenta "13 Leyendas Urbanas"
Llega la última aventura del Círculo de Escritores Errantes.
¡Compra este libro!
Más información sobre esta misteriosa sociedad secreta en:
www.circulodeescritoreserrantes.es
www.abadiaespectral.com
Más información sobre el libro en:
http://www.mandragora.es/
El camino al más allá
Vagando por la oscuridad descubro,
buscando el acto poético,
la alucinación del olvido sagrado
gritando en mi fino oído;
la verdad sólo existe cuando uno la encuentra.
La esencia me persigue,
consigo esquivarla, me encuentro con la nada,
y allí tranquilo deseo morir.
Autor: Rafael De Alba Rodríguez (Morti)
Correo electrónico: john_difool(arroba)hotmail.com
lunes, 11 de agosto de 2008
Los dibujos de Laurita
Cierto día, la señorita Remedios empezó a preocuparse por lo que salía de Laurita cuando ésta se rendía al irresistible poder de las ceras y el espacio en blanco. En las cuartillas se repetía irremediablemente una silueta oscura, amenazante, grande y con las manos largas. A sus pies había manchas rojas rodeando a una figura tendida en posición fetal. Y en la esquina, como escondida entre grises trazos de sombra, otra figura más pequeña que las anteriores y cubierta con una constelación de lágrimas celestes.
Al parecer la señorita Remedios habló con don Pedro, el director, y éste hizo venir al colegio a otros dos señores muy simpáticos que se pasaron todo el día jugando con Laurita a las preguntas y a dibujar con los lápices de cera. Después de eso tuvo que abandonar el colegio, su casa y su vida, por algo relacionado con la oscura silueta de sus dibujos.
Para Laurita comenzó entonces una época feliz. Vivía con su mamá en una casa nueva, pequeña pero acogedora, y como no tenía que ir al colegio se pasaba horas y horas pintando. La silueta negra huyó del papel, espantada por flores rojas, casas verdes, vacas violeta, pájaros rosa, coches naranja, mamás marrones, niñas amarillas…
Con el tiempo volvió al colegio, un nuevo colegio con compañeros diferentes y una profesora distinta. De nuevo se le hacían largas las horas entre su llegada a clase y esos momentos finales en los que doña Silvia repartía los utensilios de dibujo para que los niños terminaran la jornada relajados. Entonces Laurita se fundía con la fresca suavidad de los lápices de cera, y se desparramaba sobre el papel en forma de dibujos cada vez más elaborados y bellos, sorprendentes para una niña de su edad.
Doña Silvia empezó entonces a interesarse por los dibujos de Laurita. En su pasado hubo trazos de pintora, y aunque nunca llegó a dominar el arte, sin duda aprendió a distinguirlo y apreciarlo. Solía pasarse por su pupitre y hacía comentarios acerca de esto o aquello, e incluso alargaba las clases de expresión artística para que Laurita se soltara.
Un día doña Silvia le preguntó por una extraña sombra oscura que había empezado a aparecer en los dibujos. Se la veía siempre escondida detrás de algo, un árbol, una esquina, una valla. Tenía una extraña sonrisa blanca pintada en la cara, y las manos grandes, con los dedos largos y afilados. En esta ocasión Laurita no se atrevió a decir nada y, no mucho tiempo después, tuvo que cambiar de nuevo de colegio, de casa, de vida… y hasta de mamá.
Autor: Manuel Mije
Correo Electronico: perring255(arroba)hotmail.com
jueves, 7 de agosto de 2008
Con esas cosas no se juega
15 de Enero de 1880.
Como era de esperar, todo estuvo listo y en perfecto estado de revista a finales de diciembre; pero aún así la salida se postergó a causa del clima. No fue hasta dos semanas más tarde, y en vista de que el temporal no amainaba, que la fragata británica “El Atlanta” zarpó rumbo a Inglaterra. Bajo ningún pretexto se podía demorar más el retorno.
En cualquier caso, y pese a que el tiempo no resultaba propicio para una travesía tan larga, no existía el menor peligro al tratarse de una embarcación de este calado y tan reciente manufactura. A lo sumo se podía esperar que las inclemencias retrasaran en unos días la llegada, o hicieran el viaje menos agradable; empero las circunstancias especiales impuestas en esta travesía aquel era un barco de la armada, y tales condicionantes carecían de trascendencia.
Era la tarde del quinto día. Una tarde que tocaba a su fin, y en la que el frío empezaba a arreciar. Un sol vigoroso que durante toda esa jornada estuvo campeando por derramar su luz más allá del rebaño de nubes que se ensombrecían al alejarse o se hacían jirones arrastradas por el viento, se despedía sin perder su fulgor. Y a medida que el astro rey se sumergía en la inmensidad ofrecida por el oceánico horizonte, dejaba sobre él su anaranjado halo.
Al llegar estas horas el trajín en cubierta venía a ser inexistente, puesto que un nutrido número de cadetes bajaba al comedor; algunos para seguir allí con la labor, y otros que tras terminar sus quehaceres arriba, esperaban el turno de la cena. En un barco militar donde viajaban 290 personas no podía ser de otra manera.
Momentos más tarde, salvo por los puestos en los que era estrictamente necesario dejar a alguien al cargo, la cubierta hubiera quedado vacía de no ser por una parte del reducido elenco de personalidades civiles que, a última hora y acreditados por un salvoconducto del cónsul ingles en Islas Bermudas, pasaron a formar parte del pasaje.
En una parte habilitada expresamente para ellos, más para que no incomodaran en las tareas de a bordo que por deferencia,
El valiente pirata navega en su barco.
El valiente pirata buscaba un tesoro.
El valiente pirata de pata de palo.
El valiente pirata de parche en el ojo.
Inducido por la inquietud propia de los pocos años, y cansado de mantenerse junto a las faldas de una madre que no le prestaba atención y se mantenía ajena a sus requerimientos, el pequeño Albert tomó a Pupo y se alejó cantando. Pupo era su nuevo juguete, un títere sin hilos que su padre le trajo la semana pasada a la vuelta de una escapada de negocios a México. Un “fantoche”, como allí los llamaban, que representaba la figura de un pirata, al que decidió darle ese nombre basándose en la historia de un pirata francés que así se apellidaba y que su padre tuvo a bien contarle unos días antes; uno de esos tan escasos en los que no estaba enfrascado en traducciones y montañas de papeles, y recordaba que tenía una familia.
El valiente pirata navega en su barco.
El valiente pirata buscaba un tesoro.
El valiente pirata de pata de palo.
El valiente pirata de parche en el ojo.
Inmerso en un utópico mundo de fantasías y canciones, el pequeño Albert deambulaba por la cubierta de aquel barco de guerra sin contar con la supervisión de un adulto. Una y otra vez repetía aquella estrofa, la única que había conseguido aprender de la canción, la cual se veía interrumpida en ocasiones para interpretar un improvisado teatrillo en el que él, a las órdenes de Pupo, buscaba ese tesoro escondido. A falta de niños que se prestasen a jugar, solo mantenía las conversaciones, alternado la voz cuando tenía que meterse en el papel del valiente pirata, al tiempo que trataba de emular ese deje afrancesado que su padre utilizó para contarle la historia.
El valiente pirata navega en su barco.
El valiente pirata buscaba un tesoro.
El valiente pirata de pata de palo.
El valiente pirata de parche en el ojo.
Caminó de un lado a otro durante largo rato, con la cabeza gacha y sin destino cierto, sin prestar atención a los posibles peligros que pudiera haber en su entorno. Sin saber que, escondido en la popa, alguien le esperaba, alguien que, con una perturbadora sonrisa, se mostraba entusiasmado al comprobar que todo salía como él imaginaba. Junto a esta agazapada figura algo se agitaba con viveza dentro de una funda de tela, algo a lo que para que se aquietara dio un golpe seco con la mano que sostenía el cuchillo.
El valiente pirata navega en su barco.
El valiente pirata buscaba un tesoro.
El valiente pirata de pata de palo.
El valiente pirata de parche en el ojo.
Fue en el instante en que apenas unos pasos los separaban, cuando el asaltante tomó la funda de tela y un papel que había junto a ella y se arrojó con determinación sobre el pequeño Albert, que alzando la vista no pudo más que sentir pavor, ya no tanto por la sorpresa o el cuchillo, como por quien era su portador.
―¡Camina pirata!, y en silencio ―lo exhortó su atacante con la fría hoja del cuchillo impuesta sobre su garganta; y así lo hizo. Caminaron escasamente unos metros, para detenerse tras cajas y lonas donde se guardaban útiles de labor. El lugar que previamente había sido acondicionado para llevar a cabo su plan.
Una vez allí, soltó, adrede y con malicia, la funda de tela con aquello que estaba vivo y en su interior se revolvía, y que tras el golpe, si cabe, demostró aún más agitación; y acto seguido pisó con determinación uno de los extremos para afianzarla bajo su pie. El papel que en su mano sostenía pasó a la otra, y al quedar esta libre arrancó al pequeño Albert de las suyas el títere al que por instinto se aferraba con ambas manos, y que fue a parar con igual violencia a lo alto de una caja cercana. Del bolsillo trasero del pantalón el asaltante extrajo un abrecartas con forma de espada, supuesta replica exacta de la “Tizona” que en su día portara “El Cid”, y la clavó con vehemencia en el pecho de Pupo. Al ver esto el pequeño Albert lloró, como si en verdad aquel juguete tuviera una vida y acabara de ser arrebatada. Durante esta sucesión de pasos se mantuvo el silencio y el cuchillo en su garganta, al tiempo que la sonrisa de aquel espíritu, tan dañino como enfermo, se intensificaba cada vez que quedaba de manifiesto el dolor, la humillación y la impotencia, de aquella escogida víctima.
―Ahora estás solo. Tu amigo está muerto. ¿Qué vas ha hacer ahora pirata? ―preguntó el asaltante mientras se deleitaba al deslizar el cuchillo por el cuello, por el rostro, y terminar dejándolo suspendido cerca de uno de sus ojos.
―¿No respondes valiente? ―añadió apremiante.
―Dejame, Arthur, por favor ―se limitó a suplicar con voz trémula y apocada.
―¿Arthur? Yo no me llamo Arthur. Arthur ha dejado de existir. Yo soy Alhum. Soy el enviado de Shayrlur para abrir la puerta―. Pese a la consternación que lo poseía en ese instante, tales palabras sembraron el desconcierto, y el que supuestamente dejó de ser Arthur, adquirió, sin perder la sonrisa, cierto grado de circunspección.
―Tenemos que empezar antes de que sea de noche, ¡levanta esa tela! ―le ordenó con el cuchillo ya alejado de su rostro. Y eso hizo, para dejar al descubierto unos extraños dibujos pintados en el suelo.
―¡Ponte de rodillas dentro del circulo!
―¿Por qué, Arthur? ―preguntó con temor, llorando a lágrima viva.
―Te he dicho que Arthur está muerto, igual que Pupo, yo los maté a los dos ―confesó con seriedad, clavándole con maliciosa supremacía el intenso verdor de su mirada―. ¡De rodillas! ― volvió a ordenar al tiempo que mordiéndose el labio de rabia hacía ademán de apuñalarlo.
Tras tan categórica amenaza, el pequeño Albert se arrodilló en el círculo con la cabeza gacha, y así, mostrando una infinita sumisión, permaneció hasta que no buscando más que su interés el asaltante le golpeó en la cabeza.
―¡Sostén esto! ―impuso su agresor, tendiéndole aquel hoja de papel. Le pedía, en resumidas cuentas, que hiciera las veces de atril. Y así lo hizo.
―Ahora no hagas ruido y sostenlo bien. Como algo salga mal por tu culpa, te mataré a ti también ―dicho esto, pegó una patada, a modo de comprobación, a la funda de tela que había dejado de moverse desde hace un rato. Y al ver que su prisionero se revolvía, asintió en señal de conformidad.
Despacito, con voz grave, y otorgando al momento acusados tintes de teatralidad, comenzó el ritual.
¡Oh, Shayrlur, señor de las profundidades abisales escucha mi llamada!
¡Por la marca de Ahyair!
¡Oh, Shayrlur, soy Alhum, tu siervo! El que pretende traerte un glorioso despertar.
¡Por la marca de Nirdalf!
Despierta, ¡te lo imploro!, de ese sueño ancestral para recibir mi ofrenda.
¡Por la marca de Kehok!
Despierta, ¡y que la mar se embravezca!
¡Muestras tu poder Shayrlur!
Y que esta vida que te ofrezco, no sea más que la primera de un festín de almas.
Mientras el ritual de llamada era pronunciado, el cuchillo cortaba con vehemencia el aire sobre la cabeza del pequeño Albert, dibujando formas cada vez que aludía a una nueva marca.
Llegado a este punto se agachó, y tras tantear, tomó a la anónima criatura confinada en la funda por la cabeza y la levantó del suelo. El cuerpo de ésta continuó agitándose. Acto seguido, hizo una incisión en la funda con la punta del cuchillo e introdujo su hoja, a tiempo que las palabras volvían a ser pronunciadas.
¡Oh, Shayrlur, señor de las profundidades abisales!
He aquí la sangre que sobre las marcas ha de ser vertida
para que se abra la puerta, y tomes conciencia de mi ruego.
Cuando dichas palabras fueron pronunciadas, sesgó con enérgica resolución la garganta del ser confinado; y su sangre brotó sin mesura empapando la funda, que hubo de ser sostenida sobre cada una de las marcas para que el hilo de sangre que de esta brotaba las ungiera. Con esto último el ritual de aquel improvisado invocador debería darse por concluido, pero el creyó que aún no era suficiente, y llevado por el deleite que la situación proporcionaba, puso la funda sobre el pequeño Albert, para que la cálida sangre del cadáver se derramara sobre él. Pese a mantener la sumisión, el pequeño Albert acogió la sangre con un acusado escalofrió, intensificándose el temblor que había nacido en el momento que lo vio surgir tras aquellas cajas. Y fue justo después de ser ungido con ella, que ésta, y la que se derramó sobre las marcas, se mezcló con el igualmente cálido orín que empapaba el pantalón del niño. Al ver aquello, el placer del agresor alcanzó unas cotas hasta entonces desconocidas, y en mitad de dicho deleite, vino a su cabeza la que a su criterio sería la mejor manera de poner un broche a esta situación. De esta forma, y manteniéndose tan ajeno a las consecuencias que acarrearían sus actos como desde el principio, decidió ponerla en práctica.
Confinado aún en su mortaja carmesí el cadáver fue arrojado por la borda, y al quedar la mano liberada de su carga, tomó al pequeño Albert de los rubios cabellos que de rojo se teñían, y con voz serena y el cuchillo impuesto sobre su cabeza se dirigió a él.
―Ahora voy a matarte Albert, te va a doler muchísimo.
Al oír la sentencia, emergió de la garganta del pequeño un grito desnaturalizado, y sin más amparo que el temor, luchó todo cuanto sus exiguas fuerzas le permitían por librarse de la presa. Algo que no fue difícil, porque retenerlo no era la intención de su agresor. Tras librarse, se puso en pie y corrió en busca de la protección de sus padres. De esa madre que seguía donde la dejó, hablando con la anciana Sra. Sandler, y a la que gritó al verla, pero sus gritos no fueron atendidos. Al llegar a hasta ella se arrojó en su regazo, ensangrentado, tembloroso y llorando a lágrima viva. Y lejos de poder asimilarlo, la señora Kimbal se desmayó.
Algún tiempo después, cuando la señora volvió en sí, examinaron al niño para comprobar que la sangre no era suya, y consiguieron hacerle hablar, buscaron al causante, al tiempo que fueron a reconocer el lugar para disipar la que por entonces estaba llamada a ser la mayor de las inquietudes; saber de quién era la sangre.
Cuando llegaron al lugar esa parte de la cubierta estaba húmeda y las marcas se había borrado, pero no los restos de sangre que empaparon la madera.
No fue fácil encontrar al causante, pero al final apareció, estaba agazapado en el interior de una de las barcas de salvamento cubierto con una lona. Se le llevó al puente de mando, ante
Apenas los vio entrar,
Las reprimendas continuaron hasta que el capitán medió para calmar los ánimos, y poder tratar el delicado asunto de la sangre. Mientras la madre permanecía aparte llorando desconsoladamente y lanzando lamentos y quejas que no hacían más que interrumpir, el capitán interrogó al muchacho. Al que escasos instantes después devolvió a su madre, y cuya confesión le sorprendió, al tiempo que hubo de concederle cierto alivio cuando supo de quién era la sangre.
Aclarado ese punto, todo lo demás pasaba a ser un conflicto meramente familiar, y una vez estuvieron fuera del puente de mando, la madre prosiguió con la reprimenda hasta dictar sentencia.
―¿Cuántas veces te hemos dicho que te portes bien? ¿Cuántas, que con los papeles de papá no se juega? Que sepas que vas a estar castigado el resto del viaje, y en cuanto tu padre termine de trabajar se lo voy a contar todo.
Lo que la madre no sabía, y el padre averiguó de las explicaciones, es que aquellos papeles no eran como el resto, que el texto que copió para efectuar aquel ritual estaba sacado íntegramente de un libro arcano que bajo llave él tenía escondido. Libro que el joven Arthur vería ocultar junto con la llave, que se dedicó a curiosear y terminó copiando en ausencia del padre para gastar una macabra broma a su hermano. Una broma que, por otro lado y conociendo la naturaleza de los textos, no atribuía a su hijo. Mientras encajaba cada una de las piezas que pudo ir extrayendo de aquella extensa charla preñada de banalidades, tomaba consciencia de la gravedad del asunto. Y de este modo continuó, hasta que supo con exactitud qué pasaje fue copiado. Al tomar pleno conocimiento de este suceso las barreras de la razón se rompieron. Su voluntad se quebró, y una mueca demencial se dibujó en su rostro. Y hablando para sí, como si le fuera concedida una revelación, salieron de sus labios las últimas palabras.
―Nos ha matado a todos ―se limitó a decir antes de que brotara de él la risa, una risa convulsa y espasmódica, una risa insana, que lo poseyó hasta tornarse algo agónico, una risa, que representaba la inexorable pérdida de su cordura.
Continuó riéndose sin pausa, preso de aquella risa que su asustada mujer trató de atajar. Para sacarlo de aquel estado, le gritó, lo zarandeó, e incluso lo abofeteó en varias ocasiones, pero nada lo desligaba de aquella maldita risa. Con el pasar de los minutos empezó a enrojecer, se asfixiaba, sus ojos se llenaron de lágrimas, y alterándose con la risa y la tos, se revelaron las claras muestras de un acusado dolor interno, cuya ubicación se hacía visible al posar ambas manos con desesperación sobre la zona afectada. Aquel tormento se prolongó durante veinticinco minutos, momento en el que murió a consecuencia de un ataque cardíaco.
A la mañana siguiente, la viuda del señor Kimbal seguía llorando su pena, y su hijo, Arthur III, trataba de consolarla como buenamente podía. Aparte, sentado en el suelo con Pupo en las manos, estaba el pequeño Albert, escrutando la hendidura que el abrecartas dejó en el pecho del pirata, al tiempo que lanzaba fugaces miradas al cuerpo sin vida de su padre. Ambos están muertos pensaba. En una habitación próxima, una de las chicas del servicio de limpieza buscaba una funda de almohada que no encontraría. En otro lugar del barco, deambulando sin descanso, la anciana Sra. Sandler busca desesperadamente a Cloe, su gata Maine Coon, compañera inseparable durante estos últimos años, sin que nadie se atreviera a decirle lo que había sido de ella. Y en lo más alto, en el puente de mando, el capitán repasaba contrariado las cartas de navegación, comprobando una y otra vez las coordenadas con cuantos instrumentos de medición tenía en su haber, para que su desconcierto se viera acrecentado tras cada prueba. Había hecho esta ruta centenares de veces; y hasta hoy, no se había topado con aquella pequeña isla de unos dos kilómetros y medio de longitud rodeada de pequeños islotes flotantes.
Un agradable olor inundaba el ambiente de aquella soleada mañana de enero, que estuvo llamada a ser la última para las doscientas noventa almas que iban a bordo de “El Atlanta”.
(Originalmente publicado en La Biblioteca Fosca Nº1: El Kraken
Autor: Ángel Vela (palabras)
Correo Electrónico: lanaiel(arroba)hotmail.com
domingo, 3 de agosto de 2008
Ladrones de Atlántida (José Ángel Muriel González)
En algún lugar del océano Atlántico, más allá de las Columnas de Hércules -hoy nuestro Estrecho de Gibraltar-, los antiguos situaban la mítica Atlántida, inspiradora desde tiempo inmemorial de maravillosas leyendas. En el siglo XXI, el joven José Ángel Muriel se lanza a relatarnos su visión -confesadamente fantástica- de la legendaria civilización en esta atrevida y apasionante novela. Ladrones de Atlántida es una historia de amistad, misterio y aventuras, sobre el trasfondo del mítico continente, cuyo eje de acción se centra en las vivencias de su protagonista, Weni Imhotep, personaje real del Egipto de los primeros faraones. Miembro de una expedición comercial procedente del país del Nilo, el joven Weni arriba a la capital atlante para una breve estancia. Azares del destino y su propio interés por conocer de cerca la misteriosa civilización, le llevan a permanecer clandestinamente, brindándole la oportunidad de conocer a un grupo de aventureros y buscavidas embarcados en una extraña y peligrosa empresa.
Autor: José Ángel Muriel González nació en Sevilla el 4 de junio de 1972. Residió en la población de Dos Hermanas hasta 1999, año en que contrajo matrimonio y se trasladó a la capital. Es licenciado en Matemáticas por
Siempre sintió interés por los libros y creció leyendo los clásicos. Mientras tanto, su otra afición era el dibujo; dedicaba horas a confeccionar historietas, dando rienda suelta a la imaginación. Algo más tarde, reemplazó los pinceles por la pluma y comenzó a escribir todo tipo de relatos. Durante los estudios universitarios, se enfrascó en algunos proyectos más serios y participó en varios concursos de cuentos, obteniendo algunos premios.
Al incorporarse al mundo laboral, dentro del sector informático, las circunstancias le apartaron un tiempo de la literatura. Pero volvió a ella hace unos años, para publicar en 2005 su primera novela, Ladrones de Atlántida. Desde entonces ha visto ampliada su participación en eventos del mundo literario y sigue trabajando en otros proyectos personales. Ladrones de Atlántida ha sido publicada de nuevo en 2007 por Editorial C&M en una edición revisada y ampliada.
Sinopsis: Cuando el joven egipcio Weni Imhotep desembarca en Manu, una isla legendaria en medio del Océano Atlántico, sólo es capaz de imaginar maravillas acerca de la civilización que la habita. No puede adivinar entonces las tribulaciones que tendrá que afrontar durante su accidentada estancia. Las circunstancias harán que finalmente, por gratitud y por amistad, se alíe con un singular grupo de ladrones. Al llegar, le embarga el entusiasmo por conocer la cultura nativa y disfrutar del esplendor y el bienestar que reinan en aquellas tierras, pero no tardará en vislumbrar su decadencia y en percatarse de que, como él mismo dice, "en todas partes crece la hierba de la controversia y medra la podredumbre". Incluso en
Ediciones: (2005) Sociedad de Nuevos Autores, ISBN 9788496104457, 296 páginas, tapa blanda. (2007) C&M, ISBN 9788496226395, 282 páginas, tapa blanda.
Conclusión: Tomando como referencia los escasos datos conservados de los sabios griegos, y numerosos elementos históricos constatados del antiguo Egipto, Muriel recrea la legendaria cultura, completando con imaginativos detalles una interesantísima y fabulosa descripción de
Autor: Ernesto Fernández (Weiss)
Correo electrónico: ernst1976(arroba)hotmail.com
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