Este fin de semana he llevado a mi padre a la playa, como tantos otros.
Era media tarde de viernes, oíamos la radio y, en un momento dado, giré la mirada y le vi dando una cabezada, intentando luchar por no quedar dormido. Fue una ráfaga de menos de un segundo. ¡Lo vi tan mayor!
Esa misma noche, ya en Conil, mi amigo David nos hizo una foto a los dos mientras veíamos la pantalla grande de una retransmisión deportiva. Perfil de padre e hijo. La foto no tenía desperdicio. Era yo y mi futuro, él y su pasado. La misma nariz grande, el mismo poco pelo, idéntica postura.
Sigue siendo tan seductor como siempre, elegante y buen conversador. A pesar de las operaciones a corazón abierto continúa con su rutina de cervezas de mediodía y sus tardes rodeado de libros de historia, gran parte de ellas solo en su casa, la que fue nuestra durante tantos años de infancia, adolescencia y juventud. La que nos sirvió de nido para crecer en un ambiente espléndido, roto de cuajo por la muerte cruel y lenta de mi madre.
Siempre tendré en mi cabeza su llanto calmado, con las manos de su mujer en el lecho de muerte, mientras se apagaba en un último suspiro y cómo él le decía suave... 'mi rubia, mi rubia...'
No sé cómo podía estirar tanto su sueldo de perito agrícola para haber conseguido darnos siempre lo que necesitábamos, incluso más. Veraneos de tres meses en la playa, estudios universitarios.
Los años últimos van llegando y no sé cómo de fría se siente la llegada del final, ni qué pasa por su cabeza cuando el corazón le flaquea y le obliga a meterse bajo la lengua una pastilla contra los infartos.
A mi padre sus hijos le hemos hecho más abierto en su visión de la vida, él nos ha educado a ser personas respetuosas.
No olvido los abrazos, escasos sí, pero sentidos, que me ha dado en los momentos críticos.
Es tan reconfortante saber que tienes a alguien tan incondicional a tu lado como desasosegante admitir que sin él ya no habrá más ángeles de la guarda con nosotros.
Miré al lado, lo vi dar cabezadas y me produjo una inmensa ternura.
5 comentarios:
¡Qué bonito relato! Me ha provocado mucha ternura, pues yo soy, no un padre, sino una madre ya un poco mayor que espero que mi hija se vea reflejada en mi.
Te felicito.
Un saludo
Mary, no estoy seguro porque el texto no es mio, pero quiero pensar que no es un relato, y que Salvador nos habla de su sentir y de su vida.
He agregado el enlace de tu blog al mío.
Angel yo también creo que nos está expresando, contando, relatando o hablando de un sentimiento, por cierto muy bonito.
Gran relato Salvador!! Muy bonito :)
Gracias, Óscar y Mary... sí, se trata de mi padre y de mí
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