Un amigo mío conserva en una urna de cristal, descolgada y tumefacta, la oreja de Van Gogh. Sólo permite que se observe a cierta distancia y bajo unas condiciones de luz atenuada.
Resulta desolador verla allí, en su minúsculo atril de madera, desposeída de todo cuerpo, en permanente claroscuro, hasta que alguien, en un arranque de burla bestial —o de piedad— le grita que si le gustaría irse a vivir a su cabeza.
Entonces, y sólo entonces, se sonrosa y destella como un sol.
José Quesada Moreno
2 comentarios:
Es una oreja en pena, je,je.
Saludos.
Me encanta este blog.
Me considero fan compulsiva.
jajaja.
Cuidate
ten PAZ
Adiós
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