miércoles, 26 de agosto de 2009

Crónicas de lo Despatarrante 3: leyendarios urbanos, portadores del misterio


Leyendas urbanas, brotes de misterio en esta jungla de asfalto, razón e incredulidad. Revisión de viejas historias de nuestro folclore ancestral… o quizá el resurgimiento de realidades silenciadas, ocultas, conscientemente olvidadas. Leyendas urbanas, a veces metidas en el mismo saco que los bulos, ignoradas y despreciadas como tales, pero que están ahí, a la vuelta de la esquina, al otro lado de la pared de nuestra casa, detrás de nosotros, donde no nos atrevemos a mirar cuando la penumbra acecha, y que a veces saltan ante nuestros ojos para que nunca olvidemos, para que ni los más incrédulos lo hagan, que la realidad tiene dos caras: una amable, cotidiana, feliz; otra siniestra, oscura, insólita… despatarrante.

Nuestra entrevistada en esta ocasión, para asombro de propios y extraños, para escarnio de escépticos e interés de nuestros seguidores más fieles, aquellos que no dan la espalda a la maravilla, es Soraya “la Pistolera”, ni más ni menos que la tan famosa “chica de la curva”, protagonista de una de las más conocidas leyendas urbanas.
Adentrémonos, pues, en este enigma de los tiempos modernos.

Quique Jiménez: Bienvenida, Soraya, a este nuestro rincón de lo insólito, nuestra barcaza del misterio, nuestras Crónicas de lo Despatarrante.

Soraya “la Pistolera”: Ay, muchas gracias, hermosura. Un gustazo estar aquí con un hombre tan apuesto, tan… tan macho como tú.

QJ: Ah… vaya… Gracias por tus palabras.
SP: Gracias a ti, rey mío, por haberme dado la oportunidad de estar a tu vera, siempre a la verita tuya… Ay, que desde que te vi por la tele que sueño contigo, chulazo, que me pones como una moto.
QJ: Eh… Vaya… Qué cosas, ¿no? Bueno, Soraya, centrémonos y vayamos con lo que es la entrevista, ¿de acuerdo?

SP: Lo que tú quieras, corazón. Yo me centro, me pongo de lado o mirando para Cuenca si tú quieres.
QJ: Eh… sí, bien. Bueno, Soraya, antes de adentrarnos en las oscuras simas de lo despatarrante me gustaría que nos contaras algo sobre ti, unos pequeños datos con los que poner en situación a nuestros lectores, un primer atisbo tras el frágil velo que separa lo cotidiano de lo insólito. Por ejemplo, sería interesante que nos explicaras algo que creo que a todo el mundo llamará la atención, tu nombre, o más concretamente tu apodo, “la Pistolera”.
SP: Ay, cariño, ¿me vas a hacer que cuente mi gran secreto? Bueno, por ti lo que sea, ladrón. A ver, cómo te lo digo. Mira, en mi carné de identidad no pone Soraya, sino Antonio Vilches, fíjate tú. Yo antes era camarero, y un reprimido encerrado en el armario apolillándome. Hasta que un día me harté, me lié la manta a la cabeza, me puse estas dos pedazo de lolas que aquí ves, y me eché a la calle, que por desgracia es la única forma de ganarnos la vida que encontramos muchas de nosotras. Bueno, también he trabajado algo en el mundo del espectáculo, que es mi gran pasión, después de los hombres guapos como tú. Hago espectáculos llenos de humor y cante, coplas de las bonitas de toda la vida: “Como una ola”, “Falsa moneda”, “María Salomé”, “Ojos verdes”, “Tatuaje”, o, cómo no, mi marinero de luces con alma de fuego y espalda morena…
QJ: … Muy… interesante. Y lo de “la Pistolera”, ¿por qué?
SP: Ay, Quique de mi corazón, eso es por la envidia, que es muy mala. Las otras, que no pueden soportar verme así de hermosa sin sacarme alguna pega. Y como otra no me pueden poner, porque, y aunque esté feo que yo lo diga, es que es la verdad, soy una mujer de bandera, pues me ponen ésa.
QJ: Sí, “la Pistolera”. Pero, ¿concretamente por qué?
SP: Por qué va a ser, ángel mío, por el pistolón que tengo. Que parece que hayas nacido ayer. Pero bueno, vamos a hablar de otra cosa, que a nadie le importa si tengo el chocho delante o detrás, como las vacas.
QJ: Eh… sí, sí, mejor que hablemos de otra cosa. Bueno, Soraya, tú eres la tan famosa “chica de la curva”, icono de lo insólito donde los haya, ente espectral que a veces se cuela por entre los resquicios de la realidad trayendo consigo la maravilla, portadora del misterio y lo despatarrante.
SP: Vaya, ¿todo eso soy yo, ricura? Pues bueno, lo que tú digas. Pero arrímate un poco más, que no muerdo. En fin, que sí, que yo soy la chica de la curva, en concreto la de la curva que está justo a la salida del polígono industrial “El Pino”.
QJ: No te preocupes, estoy bien así. En fin, Soraya, como sabrás, se cuentan multitud de historias sobre ti, versiones distintas de una misma realidad, diferentes matices de ese caleidoscopio de relatos que te tienen a ti como protagonista común. Hoy estamos aquí para que nos cuentes la verdad, para que nos digas qué es o no cierto de todo lo que se comenta acerca de ti, la chica de la curva.
SP: Sí, amor mío, yo te cuento lo que tú quieras.
QJ: Vayamos primero a lo que sería el elemento común de todas las versiones que de tu historia se cuentan, ese hecho funesto, ese accidente, que marca tu vida y convierte tu existencia en un perpetuo dejá vu, un revivir una y otra vez la tragedia con la única finalidad de avisar al incauto del peligro que le aguarda más allá de esa siniestra curva.
SP: ¿Accidente? ¿Qué accidente, tesoro? El único accidente que yo he tenido en mi vida es nacer con esto que tengo entre las piernas. Si te refieres a eso sí, la verdad es que ha marcado mi vida y la ha convertido en eso que dices, revivir una y otra vez la misma historia: veinte euros el francés y cincuenta el completo, si quieres lo tomas y si no lo dejas, papito. Aunque a ti, niña de mis ojos y de mis entretelas, te lo hacía gratis, que soy paloma brava, y para saciar mi sed toda la lluvia no basta…
QJ: Me sorprendes, Soraya, me dejas patidifuso. ¿No fue entonces un accidente, un giro fatal del destino el que te condenó a vagar por las cunetas como aviso a navegantes, como ente sobrenatural siempre presto a evitar la tragedia ajena?
SP: Ay, qué tierno y qué simpático me ha salido el Quique. Ladrón, que te metía de todo menos miedo. Sobrenatural sí que soy, como una diosa, ¿pero qué accidente ni qué ocho cuartos? Yo vago por las cunetas, como tú dices, porque la gente necesita cariño y comprensión, echar una canita al aire de vez en cuando. Yo hago un servicio a la humanidad, tan necesitada de amor, porque puedo, porque tengo este cuerpazo que Dios me ha dado y estas dos lolas que me dio el doctor Uribarri. Y lo cobro, por supuesto, porque mantener a este monumento es muy caro, hijo mío, y la seguridad social no cubre el quirófano ni los tratamientos hormonales.
QJ: Fascinante, desconcertante, y a la vez tremendamente revelador lo que se deduce de tus palabras. Corrígeme si me equivoco, Soraya, pero lo que entiendo de lo que me dices es que un ente sobrenatural como tú, una leyendaria urbana icono indiscutible de todo aquello que se sitúa más allá, prócer de lo inexplicable, mantiene muchos vínculos con el mundo de lo terreno, que lo cotidiano y lo paranormal están mucho más unidos de lo que cualquiera, incluso yo mismo que tantos casos de este tipo he investigado, podría sospechar.
SP: Qué majo eres, Quique. No te he entendido ni papa de lo que me has dicho, pero me vuelve loca cada vez que me llamas sobrenatural. Quién fuera tu socorrista para estar todo el día haciéndote el boca a boca, chulazo. Déjame, anda, déjame…
QJ: ¡Soraya, por favor!
SP: Bueno, hijo, ya te dejo. Qué remilgado me has salido.
QJ: A ver, Soraya, vamos a reconducir la entrevista que si no, no llegamos a ningún lado. Se trata de establecer en primer término, como antesala a las revelaciones que vendrán después, con qué quedarnos de todo lo que ya se sabe, o más bien se supone, acerca de la chica de la curva, ¿de acuerdo?
SP: De acuerdo, vida mía.
QJ: Bien. Entonces quedamos en que lo del accidente es sólo un añadido de esos que el correr de boca en boca incorporan a las historias.

SP: Eso mismo.
QJ: Pero aun así no me puedes negar el claro halo paranormal que envuelve tu historia, tu existencia. Ese desaparecer y aparecer de la nada, la premonición, la indeleble huella que la experiencia contigo deja en los que la han vivido. Todo eso sí es cierto, ¿verdad?

SP: Por esta cruz te juro que eso que dices de la experiencia es verdad, que nadie la puede olvidar. Una noche de pasión conmigo y te hago más hombre que la Legión. Que esto es puro amor, amor amor, incontrolable. Y si sigo así, pobre de mí, me va a matar…
QJ: ¿Y la premonición? ¿De dónde viene la premonición?

SP: ¿Qué premonición, amore?

QJ: El tan nombrado aviso, la predicción. Siempre se ha contado de ti que, llegado el momento, cuando el automóvil del incauto conductor se acerca al lugar de la tragedia, la curva en la que el destino lo espera para mostrarle su más trágica faz, tú estás ahí para prevenirle del peligro.

SP: Uy, yo de predicciones nada, que soy muy supersticiosa y me da mucho miedo. Y no es porque una no tenga su punto de adivina, que yo siempre he sido mucho de corazonadas, y una amiga bruja que tengo y más de una vez me ha echado las cartas me ha dicho que yo tengo el don, que se me ve en la mirada, en el brillo de los ojos. Pero no puedo, es superior a mis fuerzas. Yo echar unas cartas y ver la muerte de una persona… Uy, qué va, qué va, no podría.
QJ: Vaya, otro dato al parecer erróneo que teníamos. Tampoco es que nos sorprenda del todo, pues cualquiera que se haya preocupado por seguir alguna vez las huellas de lo preternatural, de lo despatarrante, sabe que éstas se ocultan las más de las veces, mezcladas entre la hojarasca de la superchería y la pura invención. Pero siempre hay algo, quizá más de lo que podríamos sospechar. Por ejemplo lo de la desaparición repentina. Dinos, Soraya, ¿también eso es falso? Me refiero a ese momento de tus intervenciones en el que, sin previo aviso, como si de un sueño se tratase, te esfumas en el aire dejando a los testigos con esa inquietante sensación de haber tenido un cruce con lo desconocido.

SP: Eso es totalmente cierto, Quique, ahí sí. Yo cobro por adelantado, y en cuanto ya he terminado con lo mío, arrivederci, cariño, y desaparezco. Que la noche es muy peligrosa, corazón, que hay mucho loco suelto por ahí y pasan muchas cosas malas. Más de un susto he tenido yo, pero por gracia de la providencia no me ha pasado nada.
QJ: Lo que decíamos, la mezcla de verdades y mentiras que hacen absolutamente necesario ser extremadamente cautos a la hora de investigar el mundo de lo insólito, contrastar, acudir a las fuentes. Como lo que hacemos aquí, en las Crónicas de lo Despatarrante, y por lo que hoy tenemos con nosotros a alguien como tú, Soraya. Más cosas. Por ejemplo, tú, como protagonista del misterio, como leyendaria urbana, ¿eres consciente de la innegable huella que has dejado en el subconsciente colectivo?
SP: Ay, no sé la huella que habré dejado en el subconsciente colectivo. Lo que sí sé es que el que pasa por mis brazos no se olvida nunca de esta leona que tienes delante. Eres fuego que me quema, y que sube por mis venas, y va directo al corazón…
QJ: No lo dudo. Y dime, Soraya, ¿qué piensas tú de esas otras historias que, como la tuya, forman ese corpus de lo paranormal urbanita? ¿Tienes noticia de esas otras leyendas urbanas que también circulan por ahí? ¿Posees algún tipo de información de primera mano, digamos en calidad de entidad perteneciente al gremio, si es que podemos hablar de un gremio?
SP: Hombre, yo ya sabes al gremio que pertenezco. Y como conocer, sí que conozco a más de una que es una leyenda, pero de viejas que son. La Puri, sin ir más lejos, que lleva dando tumbos por ahí desde antes de que Franco estirara la pata. Pero ya no se puede hablar de gremio como antes, Quique. Ahora con tanta mafia y tanta extranjera ya todo el mundo va a lo suyo.
QJ: Curioso punto el que tocas, Soraya. Me hablas de que la globalización también de estos asuntos, la adaptación de historias de otras latitudes, como podría ser la del chupacabras sudamericano, la criogenización de Walt Disney, el cocodrilo gigante de las alcantarillas de Nueva York y otras tantas, van ganando terreno a lo que sería la leyenda patria.

SP: ¿Qué dices de cocodrilos ni de chupar cabras, Quique? Eres un cielo, amore, pero a veces tienes unas cosas que cualquiera diría que no estás bueno de la cabeza. Yo me refiero a que hay mucha puta suelta para tan pocos clientes.

QJ: Bueno, perdona por la confusión. En todo caso, y por cambiar de tema, ¿qué opinas respecto a que las más de las veces se os mezcle a vosotras, las leyendas urbanas genuinas, con el bulo, la unión entre lo mendaz y lo rocambolesco?

SP: Ay, pues no sé. No tengo noticia de que se diga que yo soy un bulo. Y si alguien se lo cree aquí estás tú para comprobar que soy de carne y hueso. Toca, Quique, toca sin miedo.
QJ: No hace falta, Soraya.

SP: Que sí, hijo, toca estas carnes morenas que no han de comerse los gusanos…
QJ: ¡Soraya!

SP: Aich, Quique, qué… qué eso eres. En fin, tú te lo pierdes.
QJ: Bueno, Soraya, vayamos terminando. Se nos han quedado muchas cosas en el tintero, sin duda, pero hay algo que no me gustaría dejar en el aire, ese dato, quizá fundamental, que nunca queda claro cuando se habla de la chica de la curva. Está claro, por tu presencia aquí, por eso que dices de ser de carne y hueso, que no eres ningún fantasma, o una aparición, o la traición de unos sentidos cansados por la conducción nocturna. Dinos, Soraya, para que quede claro a nuestros lectores, ¿qué eres tú? ¿Quién eres tú?
SP: ¿Yo? ¿Que quién soy yo? Yo soy... esa... Esa oscura clavellina, que va de esquina en esquina volviendo atrás la cabeza. Lo mismo me llaman Carmen, que Lolilla que Pilar; con lo que quieran llamarme, me tengo que conformar. Soy la que no tiene nombre, la que a nadie le interesa, la perdición de los hombres, la que miente cuando besa. Ya... lo saben... Yo soy... esa...
QJ: … Vaya… desconcertante respuesta. Pero interesante en todo caso. Muchas gracias por haber compartido con nosotros esta tercera entrega de nuestras Crónicas de lo Despatarrante, Soraya. Gracias por acompañarnos en esta barcaza del misterio siempre en busca de lo desconocido y haberle dado un sentido a nuestra travesía con tu relato.
SP: Gracias a ti, Quique. En fin, ¿no me vas a dar aunque sea un beso de despedida?
QJ: No. Y aquí concluye nuestro tercer viaje hacia lo que se oculta tras los velos de la realidad. Os emplazamos hasta nuestra próxima entrega, que seguro será también de vuestro interés; estaos atentos.
QJ: ¡Soraya, las manos quietas!

SP: Ay…

Quique Jeménez’s
Crónicas de lo Despatarrante


4 comentarios:

Morti dijo...

Jejejejeje. Esperando la cuarta entrega marinero de luces.
Ya lo leí en su momento y sigue manteniendo el mismo puntito gamberro. Un abrazo

Ángel Vela dijo...

Un texto muy simpatico, y con el que se echa muy buen rato.

Eva dijo...

Vaya! Me ha gustado mucho! En el próximo número de generación zero vamos a tratar "Mitos y leyendas", si te animas mándame una de tus crónicas de lo despatarrante.

Un abrazo.
*Pilpintu*

Manuel Mije dijo...

Gracias, people, el ver que hace aunque sea un poco de gracia anima para seguir con las crónicas, y más ahora que hay que surtir con ellas tanto a la BF como a GZ. Me pondré las pilas (o, mejor dicho, se las pondré a Quique Jiménez, jejejejeje).

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