domingo, 5 de abril de 2009

La Columna OcioZeta-Sevilla Escribe, "Astenia literaria"



Me encontraba reunido con mis contertulianos de Sevilla Escribe cuando salió el tema de las columnas de opinión en OZ. El tema me interesó lo suficiente como para abandonar por unos instantes la desidia y pereza que todos los años, por estas fechas, causa en mí la entrada de la primavera.

Con esa chispa me arranqué y, tras soltar una ordinariez, pregunté por qué no se había contado conmigo. La respuesta fue rápida y sencilla: “la próxima te toca”.

Tras esa respuesta, la apatía de las últimas semanas volvió a apoderarse de mi conciencia y a gritarme con fuerza que qué había hecho. Me respondí aterrado que comprometerme, y tras reflexionar un buen rato asumí que no cabía dar marcha atrás. Como mucho una huida hacia delante, por lo que el tema sobre el que hablar cayó por su propio peso: la astenia aplicada a la literatura.


La astenia del lector

Ya había decidido sobre qué hablar, pero aún quedaba lo más difícil, plasmar las reflexiones. Un buen punto de partida era mirarme en el espejo con un libro en la mano y ver mi cara mientras leía —pensareis que, como mínimo, soy bizco o algo estrábico, pero os pido que no lo toméis al pie de la letra, sino en un sentido figurado—. La conclusión a la que llegué fue que, desgraciadamente, no todos los libros nos dejan las mismas sensaciones. En mi caso, son muchos los que me dejan indiferentes, pocos los que me gustan y contadísimos los que me impresionan. Con el grupo de los “pocos” y el de los “contadísimos” no existe problema, pero con el de los “muchos que te dejan indiferentes”, y los que son tan malos que ni siquiera quieres mencionar, —¡ay amigo!— me convierto en practicante de la astenia lectora. ¡Y cómo es eso!, os preguntareis. Pues muy fácil, os respondo. Primero veis el libro, ese que es un tostón y ayuda a conciliar el sueño. Luego sopesáis el tiempo que tendréis que emplear, el que podéis gastar en Internet o en el café de la esquina junto a unos amigos. Por último, piensas en el agotamiento mental que supone leer algo que no te atrae.

Consecuencias: abandono de la lectura y libro criando polvo en el fondo de la estantería o perdido por algún cajón.

Remedios: toma una vitamina reconstituyente materializada en un libro del grupo de los pocos o, si tienes suerte, del grupo de los contadísimos.


La astenia del escritor

Pero los lectores, últimos eslabones de la cadena de las letras, no son los únicos practicantes de la desidia literaria. Es más, son los sufridores de la pereza literaria de otros elementos superiores de la cadena de responsables de lo que llega a nuestras manos. Y señalo con el dedo a escritores y editores.

Una novela es un contenedor de los pensamientos, sentimientos y sensaciones de un escritor. Mientras más intensos sean estos más vida tendrá la historia. Podrá ser más o menos buena, pero tendrá un alma.

El problema surge cuando el escritor cae en la rutina de llenar páginas por cubrir el expediente o la exigencia de entrega por parte de un editor. Ojo, en ningún momento quiero que se confunda la rutina de escribir con la profesionalización de la escritura. Lo que sucede es que un aficionado tiene más libertad para dejar una historia a medias si ve que ésta no tiene la fuerza suficiente o deja de “divertirse” escribiéndola, mientras que un profesional debe cumplir, además de consigo mismo, con terceros.

Un ejemplo claro de esto último lo podemos ver, siempre desde mi opinión personal, en el último libro de Carlos Ruiz Zafón, que puede ser algo así como este artículo de opinión: una huida hacia delante. Un tipo siniestro le encarga un libro —¿tal vez el editor?—. Intenta pasar pero le tiene cogido por los huevos —¿un adelanto?—. Al final... Tranquilos, no lo destrozaré, pero desde mi parecer es un libro que nunca llega a alcanzar un climax, quedando siempre a la sombra de “la sombra”.

Otro autor que considero que suele caer en una astenia muy particular es Reverte con los finales de sus libros. Pero eso es otro debate.

Consecuencias: los lectores se convierten en los del apartado anterior sintiéndose engañados por el escritor.

Remedios: los escritores deben tomar aire fresco y en casos muy extremos pedir vitaminas a Philip K. Dick.


La astenia editorial

Considero a las editoriales como la mismísima primavera. Y no por las flores precisamente. Me explico. La astenia se revela más aguda en el cambio de estación. Finales de marzo, en mi caso y en el de muchos otros, se puede caracterizar por la hondonada en el sillón de la sala de estar, la caída de hombros y el arrastrar de pies. Es la primavera la que desencadena esa pereza, esa desidia, esa desgana física. Y si llevamos la comparación hasta su máximo extremo, tenemos que la responsable primera de la astenia del lector y de la del escritor es la editorial.

¿Cómo?, podemos preguntarnos. Y la respuesta es algo curiosa ya que puede resultar rocambolesca: es causante de la astenia en terceros por culpa de su propia astenia.

Trataré de explicarlo más claramente: el mundo editorial se ha llenado, por una parte, de editoriales dedicadas a publicar a toda costa con tal de cubrir gastos, e incluso obtener beneficios, a costa de subvenciones e inocentes escritores. Por otro, grandes editoriales que publican a mansalva buscando un posible best seller sin pararse a analizar la calidad de las obras o sacando tiradas enormes de escritores que ya con sólo su nombre le aseguran un éxito de ventas.

Es curioso ver las estadísticas y comprobar que se han editado más títulos que nunca y, por el contrario, las ventas no han aumentado. Las editoriales, convertidas en auténticas plañideras, no dejan de llorar. Pero, ¿han buscado soluciones?

Consecuencias: lectores del primer punto, escritores del segundo y almacenes llenos de libros que no se venden.

Remedios: “arsénico por compasión” para los simples editores mercantilistas y tila para los pequeños editores “al borde de un ataque de nervios” cuyo criterio se sustenta en su gusto por las letras.



2 comentarios:

Ángel Vela dijo...

Buena columna, coleguilla.

Y muy apropiada para estas fechas, que yo no sé al resto, pero a mi me afecta bastante. Llevo una semana que no hago ni el huevo.

Venga nos leemos ;)

Manuel Mije dijo...

Bueno, yo no soy de los que sufren astenia primaveral, pero no me hace falta para pillarle el punto a la columna.

Me ha gustado mucho, aunque yo creo que la astenia hay que repartirla más solidariamente entre los tres elementos de la cadena, e incluso incluir en ella un cuarto elemento, el librero. Los lectores no sólo se encuentran con libros coñazo por maldad de otros, sino muchas veces por no buscar sus propias lecturas, las que de verdad le vienen bien en un momento determinado, y coger casi con los ojos cerrados las que el librero les ofrece directa o indirectamente, en muchas ocasiones forzado por el editor; digamos que habría que apuntar más a la "responsabilidad lectora".

En el caso de la astenia de los autores yo creo que también se les está eximiendo de culpa más de la cuenta, porque aunque seguro que también se da el caso de bajadas de calidad por culpa de los tiempos y obligaciones impuestos por terceros, no nos debemos de olvidar de que las cosas no siempre salen bien, y que muchos truños no son achacables a premuras, sino a simples errores de valoración del autor en cuestión, a falta de inspiración, excesos de suficiencia, etcétera.

Y bueno, la astenia editorial yo creo que muchas veces es más bien una hiperactividad irresponsable, aunque entendible ya que, al fin y al cabo, es un negocio, y si entienden que esa es la mejor forma de medrar... dejemos que se estrellen solos...

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