lunes, 5 de enero de 2009

Ojos azules

Bob se había acostumbrado a vivir de la muerte, por eso asumió la suya propia con naturalidad y con la resignación de quien pierde la partida en su juego favorito. Sin rencor, casi con indiferencia, incluso con cierto aire de disculpa, Bob exhalaba sus últimas bocanadas de aire en un charco de sangre, al tiempo que repasaba mentalmente la trampa tendida por su adversario.

Después de dos décadas como matón y asesino a sueldo, Bob ya no recordaba a la mayoría de sus víctimas. A la muerte se le va perdiendo el respeto cuando se convierte en una compañera de trabajo cada vez más habitual. Por eso no le sorprendió la torpeza cometida aceptando aquel curioso encargo. Curioso porque Bob conocía a todos los que en la gran ciudad tenían algo que decir en la oscura economía paralela que alimentaba fortunas en base al tráfico de drogas, de armas, al juego y a la prostitución… y éste era un caso que nada tenía que ver con aquel sórdido mundo. Su cliente era un anónimo jubilado que recurría a él para acabar con la vida del amante de su esposa. Bob sugirió que se ocupara él mismo, pero la suma ofrecida era inusualmente alta, y ya que su víctima se trataba de un respetable y aburguesado contribuyente, los riesgos de su trabajo se veían notablemente reducidos. Bob encontró algo familiar en los ojos azules del viejo despechado, algo familiar que, sin embargo, no despertó la alarma en su instinto profesional. Su “menguado” instinto, comprendió mientras esperaba la muerte, desangrándose lentamente sobre el suelo del salón de una vulgar casa de clase media. ”Estás viejo, Bob”. Ojos azules, tristes y olvidables de un ciudadano anónimo.

Su cliente convino que acudiese a su casa aquella noche. Allí encontraría a su esposa y al amante de ésta. El jubilado, que a su despecho no obstante se imponía cierto sentido práctico, quería que el asalto pareciese un intento de robo; él mismo sería un sospechoso demasiado evidente para la policía. De forma que Bob, vestido con pasamontañas y guantes, entró en la casa forzando con sigilo la puerta trasera. Se dirigió al despacho, en el que el jubilado guardaba algunas pocas joyas y reliquias familiares de valor considerable. Tras sustraerlas, Bob se dispuso a subir hasta el dormitorio, desde el que llegaba una música alegre, para descargar una vez allí su automática sobre el desdichado amante. Pero cuando atravesaba el salón a oscuras, la voz de su cliente le sobresaltó. El asesino alzó el arma y la bajó tan pronto como se encontró con él.
−¿Qué hace usted aquí?
−Cambio de planes –dijo su cliente, justo cuando un disparo sonó detrás de Bob y éste caía desplomado con un agujero que le atravesaba la espalda hasta el pecho. Desde su forzada posición de muñeco inerte, Bob pudo ver a una señora que portaba el revolver humeante. Los ojos azules, tristes y olvidables se posaron frente a su rostro.
−¿Recuerdas a Charlie? A mi hijo… siempre fue un muchacho problemático. Pero no merecía morir.

Bob se juró que nunca volvería a olvidar el rostro de su víctima. Y cumplió su promesa.



Autor: Ernesto Fernandez

Correo elctronico: ernst1976(arroba)hotmail.com

10 comentarios:

Sharly dijo...

Muy bueno Ernesto, sólo me llama la atención que no se fijase en el apellido. Por lo demás, un buen relato en defensa de la "Ley del talión".

Morti dijo...

Joe, muy bueno, pero un poco macbro, ¿no? En fin me estoy haciendo mayor para algunos relatos jejejejeje.

Un abrazo

Rafael Ayerbe dijo...

Me gustó. Muy bien narrado. Enhorabuena Ernesto.

weiss dijo...

Gracias chicos; tendrá su cosita, aunque tampoco es un relato del que me sienta especialmente orgulloso. Celebro que os haya gustado. Y bueno, Sharly, pongamos que se llamaba Smith o Jones o algo así, o que al hijo del cliente se le conociera por un simple mote, o en fin, tampoco creo que para contratar los servicios de un asesino a sueldo éste te pida fotocopia del DNI ni na por el estilo :D

Saludines

María (LadyLuna) dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
María (LadyLuna) dijo...

Genial. Sencilalmente genial.

Una vez intenté hacer un relato al estilo de éste... Me sirvió para darme cuenta de que esos temas no son lo mío jejeje.

Un saludo^^

Ángel Vela dijo...

Buenas ;)

Pues mi opinión ya te la di en persona.

Como ya te dije, bien narrado y ambientado, aunque no me gustó tanto como otros que te leí, (comprenderá que después de lo que te llevo leido no me conforme del todo, soy un fnas exigente ;)

Venga un abrazo. Nos leemos ;)

Vito Márquez dijo...

Me sumo al clamor popular por la bien narrada muerte del sicario Bob:

RIP, RIP, HURRA!

weiss dijo...

Rip rip... jejeje, qué bueno, Vito. Gracias por tu comentario & saludos

Manuel Mije dijo...

Joder, pues será cosa mía, pero este de los pocos textos tuyos que no me gustaron, Ernesto. No sé, formalmente bien, pero me dejó frío, totalmente frío.

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