lunes, 11 de agosto de 2008

Los dibujos de Laurita

A Laurita le encantaba dibujar con los lápices de cera. No podía resistirse al placer que le producían con su suave deslizar sobre el papel, con la brillante estela de color que marcaba su paso. Lo que más le gustaba del colegio era cuando la señorita Remedios repartía las ceras y ella podía abandonarse a su pasión, dejando libre la mente, la inspiración, el alma.

Cierto día, la señorita Remedios empezó a preocuparse por lo que salía de Laurita cuando ésta se rendía al irresistible poder de las ceras y el espacio en blanco. En las cuartillas se repetía irremediablemente una silueta oscura, amenazante, grande y con las manos largas. A sus pies había manchas rojas rodeando a una figura tendida en posición fetal. Y en la esquina, como escondida entre grises trazos de sombra, otra figura más pequeña que las anteriores y cubierta con una constelación de lágrimas celestes.

Al parecer la señorita Remedios habló con don Pedro, el director, y éste hizo venir al colegio a otros dos señores muy simpáticos que se pasaron todo el día jugando con Laurita a las preguntas y a dibujar con los lápices de cera. Después de eso tuvo que abandonar el colegio, su casa y su vida, por algo relacionado con la oscura silueta de sus dibujos.

Para Laurita comenzó entonces una época feliz. Vivía con su mamá en una casa nueva, pequeña pero acogedora, y como no tenía que ir al colegio se pasaba horas y horas pintando. La silueta negra huyó del papel, espantada por flores rojas, casas verdes, vacas violeta, pájaros rosa, coches naranja, mamás marrones, niñas amarillas…

Con el tiempo volvió al colegio, un nuevo colegio con compañeros diferentes y una profesora distinta. De nuevo se le hacían largas las horas entre su llegada a clase y esos momentos finales en los que doña Silvia repartía los utensilios de dibujo para que los niños terminaran la jornada relajados. Entonces Laurita se fundía con la fresca suavidad de los lápices de cera, y se desparramaba sobre el papel en forma de dibujos cada vez más elaborados y bellos, sorprendentes para una niña de su edad.

Doña Silvia empezó entonces a interesarse por los dibujos de Laurita. En su pasado hubo trazos de pintora, y aunque nunca llegó a dominar el arte, sin duda aprendió a distinguirlo y apreciarlo. Solía pasarse por su pupitre y hacía comentarios acerca de esto o aquello, e incluso alargaba las clases de expresión artística para que Laurita se soltara.

Un día doña Silvia le preguntó por una extraña sombra oscura que había empezado a aparecer en los dibujos. Se la veía siempre escondida detrás de algo, un árbol, una esquina, una valla. Tenía una extraña sonrisa blanca pintada en la cara, y las manos grandes, con los dedos largos y afilados. En esta ocasión Laurita no se atrevió a decir nada y, no mucho tiempo después, tuvo que cambiar de nuevo de colegio, de casa, de vida… y hasta de mamá.


Autor: Manuel Mije

Correo Electronico: perring255(arroba)hotmail.com

7 comentarios:

Vito Márquez dijo...

Sencillo, sobrecogedor, aterrador... genial!!!

Chapó!!!!

Ángel Vela dijo...

Joder Canijo vaya maravilla de texto. ¿Lo mandaste antes a alguna parte? Yo, dentro de mi poca experiencia, lo veo de concurso.

Una historia, por desgracia, más cotidia de lo que se debería, desde un punto de vista muy particular.

Como siempre un placer leerte.

Si yo tuviera tantisimos textos como tu y con esta calidad, ya hubiera intentado hacerme una antologia y la hubiera mandado a alguna editorial.

Y a ver si terminas de ponerte y sacas una novela, que tienes lo que hay que tener para eso, y más que muchos que publicaron.

Venga nos seguimos leyendo, un abrazo ;)

María (LadyLuna) dijo...

¡Buenas!
Estoy con Vitolink y Palabras en opinión.
Complejo en la sencillez, sobre un tema que no merece menos.
Fue un placer leerte;)
¡Un saludo!

Keilen Blackflame dijo...

Por fin he vuelto un ratito por aquí (una isla al salir del trabajo), y me he encontrado con esto, una buena visión del alma de un niño asustado . . .

Un saludo

Manuel Mije dijo...

Pues muchas gracias a todos por pasaros y el buen rollete que me habéis transmitido. Me alegra que os guste, porque este es un relato con bastante significación para mí: fue el primero de mis textos que vi impreso en papel (para más señas en la revista Punto Cultural). Además también me sirvió para conocer en persona al señor Ernesto (palabras mayores).

Blanca Miosi dijo...

Un cuento que habla de una niña, y que sorprende al lector cuando al final se sabe que es una chiquilla sometida a constantes cambios en su vida. Lo extraordinario del relato es que no se dice expresamente si Laurita cometía los crímenes cuando empezaba a aparecer en sus dibujos la figura tétrica, oscura, escondida, o si esa figura sginificaba simplemente un nuevo cambio de hogar.
Me gustan los cuentos en que con lo poco que se dice se llega a conclusiones, y este es uno de ellos.

Felicitaciones,
B. Miosi

Manuel Mije dijo...

Gracias por pasarte, Bianca.
Y bueno, la verdad es que lo que yo pretendía contar es que a través de los dibujos de la niña descubren la situación de malos tratos que se vive en su casa. Entonces la niña y la madre son enviadas a una casa de acogida para que el padre no las encuentre. Por desgracia éste las encuentra y las ronda, de ahí que vuelva a aparecer la figura en sus dibujos, y entonces consuma su terrible crimen.

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