viernes, 22 de agosto de 2008

Celos

1.- Un robot no puede dañar a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano resulte dañado.
2.- Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos excepto cuando tales órdenes entren en conflicto con la Primera Ley.
3.- Un robot debe proteger su propia existencia hasta donde esa protección no entre en conflicto con la Primera o Segunda Ley.

Las tres leyes de la robótica.


COMPAÑEROS

—Voz.
No conectó la imagen. Estaba tumbado en el sofá. No hacía ni dos horas que había llegado al apartamento después de una noche agotadora de vigilancia y no tenía ganas de ver otra vez la cara de su compañero. El policía perfecto. Veinticuatro horas al día de servicio. Rdaneel.
—¿Qué pasa ahora, Daneel? —preguntó cansado—. ¡Tengo que dormir!
—Lo siento Baley. Pero el jefe quiere que investiguemos un tiroteo con dos muertes.
—¿Nosotros? —replicó exasperado—. ¿Es qué acaso no hay más policías? ¡El robot eres tú, no yo!
Daneel no contestó. Dejó pasar unos segundos antes de volver a hablar para que su compañero se calmara. Sabía que estaba agotado y, a un humano, la falta de sueño lo volvía más irascible.
—Te entiendo. Pero las particularidades del caso hacen que seamos nosotros los que tengamos que investigarlo. Las víctimas son un humano y un robot.
Baley emitió un suspiro de resignación.
—Ven a recogerme.
La señora Gronwer, con la cara oculta entre sus manos, lloraba desconsolada ante la mesa de interrogatorios sin dar una respuesta coherente a las preguntas que realizaba Daneel. Mientras tanto, Baley no participaba. Se había quedado en segundo plano, no quería intervenir. Estaba cansado de tragarse marrones por tener como compañero a Daneel, un robot que sólo te guardaba las espalda por culpa de las tres leyes. No por amistad. Un microondas con patas que en vez de calentar la comida, patrullaba la ciudad. Una cosa con la que no podía hablar del fútbol, mujeres, o simplemente del sistema de control climático sin que te soltara toda una perorata de presión, humedad y cosas por el estilo.
—Señora cálmese. Tome un pañuelo.
Baley miró a Daniel “el chip de educación sí que está desarrollado” pensó con ironía.
Llevaban más de una hora de interrogatorio y durante ese tiempo solo habían conseguido que la mujer dijera los nombres de Robert, su marido fallecido, un importante directivo de la USRobotic, y el de Rkevin, el robot “fundido”, una unidad PE500 especializada en el protocolo y la etiqueta. Sobre cómo habían muerto, nada.
—Yo lo quería… Yo lo quería… —repetía una y otra vez sollozando la mujer.
Baley acabó por desesperarse ante tanto gimoteo y decidió intervenir.
—Señora —dijo acercándose a la mesa—, sus huellas estaban en el desintegrador que mató a su marido. Está muy claro que el juez no tendrá reparos en encarcelarla, las pruebas son evidentes, y si no colabora, nosotros sólo tendremos que cerrar el caso con usted como culpable
Terminó de hablar a tan sólo un palmo de la cara de la señora Gronwer quien sorprendida se había ido echando hacia atrás en su asiento dejando por un momento de sollozar. Miró a Baley. Después a Daneel. Y luego, en su cara apareció una mueca de terror, dio un grito y se desmayó.


SUCESOS

El aerodeslizador era conducido por Daneel mientras Baley dormía. Estaban recorriendo la autopista del túnel ocho, el que unía la vieja cúpula principal de la metrópolis con la del barrio alto: una zona en la que para poder vivir tenías que tener una cuenta bancaria con más de seis ceros.
Una potente luz artificial, que inundó el habitáculo despertando a Baley, le daba la bienvenida a la zona residencial. Grandes casas de estilo victoriano, con enormes jardines cultivados por decenas de robots jardineros, se repartían por la suave pendiente ascendente de una loma. Acabaron por detenerse ante una de las más grandes mansiones. Era la casa de los Gronwer.
Llamaron al timbre. Tras unos pocos segundos, un robot de servicio modelo S120, les abrió la puerta e intercambiaron los saludos oportunos. Rbetty, pues así se llamaba quien les había recibido, quedó en espera de otra conversación o una orden. Era un robot básico sin chip de relaciones.
—Me parece que el robot encargado de recibir a los visitantes era el “frito” —dijo Baley sarcásticamente mirando a Daneel.
Daneel no contestó nada al comentario y se centró en Rbetty. Con un tono átono de voz le explicó que pertenecían al departamento de policía y que estaban investigando la muerte del Señor Gronwer y que por tal motivo necesitaban ver el lugar donde ocurrió todo, y si fuera posible el resto de la casa. Por último, pidió que reuniera a todo el personal de la casa en el salón para hacerles unas preguntas.
Cuando terminó de hablar, Rbetty se apartó dejándoles pasar, le indicó el lugar del suceso y fue a buscar al resto del servicio.
No hallaron nada nuevo en la biblioteca, todo estaba igual que en el holoinforme salvo los dos cuerpos que habían sido sustituidos por dos cercos de tiza. Así que decidieron echar un vistazo al resto de la casa. Después de visitar todas las estancias del piso inferior y del superior, solamente encontraron algo fuera de lo común: un cuarto que acababa de ser pintado de azul y los muebles aún estaban embalados. Decidieron que era hora de preguntar y bajaron al salón donde les esperaba el servicio de la casa. Todos eran robots.
Baley decidió ser quien preguntara. Saludó a los presentes haciendo una breve introducción de la situación y recordándoles la obligación de colaborar y comenzó. La primera pregunta fue obvia.
—¿Quién presenció lo ocurrido en el salón?
—Yo, señor—. De los veinte robots congregados solo uno habló.
—¿Tu nombre?
—Rconar, señor. Modelo bibliotecario B200.
—Bien Rconar. Ahora cuéntame cómo sucedió.
—Sí, señor.
El robot, con una voz monótona incapaz de transmitir la tensión del momento, comenzó a narrar que mientras realizaba sus tareas diarias de conservación y limpieza de la biblioteca, la señora se encontraba ante un escritorio dictando una serie de órdenes a Rkevin respecto a la celebración de la próxima fiesta. En ese instante, el señor irrumpió de manera muy violenta en la estancia vertiendo graves palabras contra la reputación de su mujer y, sacando del bolsillo de su chaqueta un desintegrador, la amenazó con matarla. Ella, sin inmutarse, abrió el cajón del escritorio y cogiendo otro desintegrador, apuntó, a su marido.
Ese gesto crispó más si cabía al señor quien gritó: ¡Muere! Y disparó. Rkevin, se interpuso entre ambos, recibiendo dos impactos sobre su pecho y cayendo al suelo. La señora, viendo caer a Rkevin, se puso a gritar y llorar desesperadamente cayéndosele de las manos el desintegrador. El marido se acercó hasta un par de metros con la cara desencajada por la locura y apuntando a su mujer dijo: ¡ya no te podrá servir nunca más! Y justo antes de disparar, un tiro impactó contra su vientre produciendo su muerte instantánea. Rkevin, antes de agotar sus últimas energías, había cogido el desintegrador caído y disparado contra el señor Gronwe.
—Vámonos —dijo Baley secamente dirigiéndose hacia la puerta—. Tenemos que hablar con el jefe y el comisionado.
Estaba blanco. No podía creer que un robot hubiera matado a un humano. Eso violaba todas las leyes de la robótica. Si trascendía a la luz pública, sería el caos.
Antes de salir Daneel se giró.
—El cuarto de arriba recién pintado, ¿Para quién era?
—Para el hijo que los señores están esperando—respondió Rbetty.
—Gracias.


RAZONES

Baley y Daneel entraron en el despacho del comisionado. Allí su jefe les esperaba desde que le llamaran comunicándole el asesinato del señor Gronwe a manos de un robot.
—Habéis tardado —dijo sin más ceremonias el jefe.
—Hemos pasado antes a ver a la detenida —replicó Daneel—. Nos ha confirmado el asesinato de su marido a manos del robot.
—Pobre… —se lamentó el comisionado—. Debe de estar impactada por el suceso.
—Señor, no lo creo. Su marido iba a matarla. Supongo que respiró aliviada al verlo morir —le contradijo Baley—. Además, si no se le hubiera caído el desintegrador de las manos, ella misma lo habría matado.
—¡Pues viendo la holograbación de vuestro interrogatorio, no paraba de decir que le quería!
—Sí. Pero se refería a Rkevin. Llevaban varios meses de relación secreta. El señor Gronwe sospechaba que su mujer le era infiel y mandó que la espiaran. Esa misma mañana fue cuando se enteró que le engañaba con un robot. Decidió acabar con los ellos.
>>De los dos impactos recibidos por el robot, sólo uno iba dirigido a la señora Gronwe. El otro era para él desde que salió del desintegrador.
—Increíble… —murmuró incrédulo el comisionado.
—Pero eso sólo soluciona la desconexión del PE500. Aún queda el mayor problema. La muerte de un humano a manos de un robot —intervino el jefe de policía.
—Yo puedo explicarlo, señor —dijo Rdaneel—. En ningún momento se violaron las leyes de la robótica.
—Explíquese, porque nosotros no logramos comprenderlo.
—Como saben, la primera ley impide que un robot dañe a un ser humano. Pero se quedan ahí. Por eso son incapaces de comprender lo sucedido.
>>Pero este enunciado está incompleto. En la misma primera ley, es decir, al mismo nivel de importancia y, por tanto, igual deber de cumplimiento, nos dice que un robot no puede permitir que un ser humano resulte dañado.
>>Durante la investigación hemos podido saber que la señora Gronwer se encuentra esperando un hijo. Rkevin, conocía este dato y sólo aplicó la lógica más elemental: por un lado, un humano muerto. Por el otro, posiblemente, dos.
—Daneel, ¿estás seguro de tu explicación? En situaciones similares, otros robots han acabado “fundidos” por no saber cómo actuar.
—Lo he pensado… —contestó sopesando sus palabras—. Seguramente haya algo más sutil por encima de las tres leyes..., pero en todo caso por el bien de la humanidad.


CONCLUSIONES

Daneel conducía de nuevo el aerodeslizador, esta vez con rumbo hacía la casa de Baley. Desde que salieron de comisaría no habían vuelto a hablar. Fue el robot quien rompió el silencio.
—No me ha quedado claro por qué el señor Gronwer querría matar a su mujer.
—Celos.
—¿Celos?, ¿de un robot?
—Rdaneel no te sorprendas, es uno de los defectos que hace al ser humano único —le respondió Baley—. Pero tú nunca sabrás lo que es sentir celos. Pero… —dijo mirando a Daneel— sí puedes causarlos.



Notas: Relato ganador del "Concurso de ciencia ficción" (en sus dos categorías: mejor asimoviano y mejor cuento de ciencia ficción) de la web Sedice.com

Autor: F. Jesus Franco Díaz (francoix)

Correo electrónico: francoix10(arroba)hotmail.com

5 comentarios:

Manuel Mije dijo...

Está chulo, Fran, y participa mucho del espíritu del viejo doctor, así que aún más acertado por tu parte.
Hay mínimos detallitos que creo se podrían haber pulido como alguna redundancia final, o alguna exclamación quizá sobrante, o parecidos, pero realmente huelga mencionarlos porque el conjunto queda muy bien y además la función del relato ya se cumplió.

Eso sí, y te aviso desde ya, en cartera ya sólo queda lo del "Réquiem neuronal", que no sé qué querrás hacer con él, así que bien puedes unirte al ejercicio propuesto por Vito en el foro para que vayamos teniendo otra cosa tuya que dejar maquetada para publicar en su momento...

María (LadyLuna) dijo...

¡Buenas!
La verdad es que me ha gustado bastante, cómo van investigando el caso y, sobre todo, las conclusiones.
Un robot es perfecto, un ser humano no, por lo que lso celos, es un sentimiento completamente humano, tanto que los robot no pueden, creo, llegar a comprenderlo.
Me ha gustado en general;)
¡Saludos!

Vito Márquez dijo...

Da gusto reencontrarse con las Tres Leyes de la Robótica. Sin duda, Asimov, sentado en su trono más allá de los límites de la Fundación y el Imperio, te sonríe ante esta buena partida de Cluedo de ci-fi.

Morti dijo...

Esto está de lujo.
Muy bien narrado y perfectamente enlazado, me gusto sobre todo el final: no puede sentirlo pero sí causarlo.
Por cierto para ser el mas mamoncete y criticarte un poco hay un par de fallitos ortograficos, jajaja.

Un abrazo

francoix dijo...

Gracias por las críticas (sobretodo las buenas jejeje). la verdad que lo escribí con la clara intención de ganar el concurso de relato más asimoviano (de eso no hay duda); el que ganara luego en la categoría general fue suerte, ya que, como alguién que comentó el texto en su momento, formalmente es casi perfecto, pero le falta como algo de frescura.
He de comentar que cuando lo escribí solo tenía otra idea totalmente loca, y como que no. Por lo que tiré de formalismos y salió el relatito en cuestión.

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