Unos ojos azules como el cielo,
querían derretir un corazón frío como el hielo.
Unos labios rojos como el fuego,
emitían requerimientos que siempre eran dejados para luego.
Los deseos nublaban su entendimiento,
ahora nadie confía en lo que yo siento.
La lengua asomaba coqueta,
mientras jadeaba sobre la moqueta.
Ronroneaba alrededor de él,
con su voz dulce como la miel.
Laila, la simpática gatita de la casa,
se desespera viendo que su dueño no la abraza.
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