domingo, 13 de marzo de 2011

La Columna OcioZeta-Sevilla Escribe, "Uno de esos momentos"




Este es uno de esos momentos. Creo que todo el mundo los conoce: a veces es que la vida nos ha atropellado y no nos deja margen para las pasiones, otras veces es simple saturación, una pérdida del norte, algo que ni siquiera sabemos definir. Miramos a los alrededores de nuestro interior, rebuscamos entre viejas ilusiones y no encontramos lo que buscamos. A veces no es culpa de nada ni de nadie, ni siquiera de nosotros mismos. El fuego parece extinguido y eso que antes nos saltaba a los dedos a cada vuelta de imaginación se ausenta. Miras la página, en blanco desde hace mucho tiempo, te preguntas qué pasó. El mundo sigue el destino de la peonza, pero tú te has quedado atrás, en algún punto indefinido entre la ilusión y su cumplimiento.

La vida sigue, que se dice, la experiencia dicta que todo volverá a su cauce, que volverás a leer tus historias, que volverás a fantasear con los que caminaban junto a ti. Pero estamos en el aquí y el ahora. La sensación variará de unos a otros, pero el matiz de nostalgia estará siempre ahí. El de la fotografía sonreía por algo, la ausencia que tú usas ahora para escribir esto.

Sólo uno de esos momentos, ni el primero ni el último. ¿Cuántas historias te quedan en la cabeza, cuántas palabras en los dedos? Esperas, sabes que muchas, pero aun así… Es un placer masoquista, cerrar los ojos para ver la oscuridad, una necesidad vital. No es momento de levantarse y luchar, sino de disfrutar la derrota, de saborearla. Relees viejos escritos, te sorprendes a ti mismo, te perdonas las faltas. Ése fuiste tú, ¿quién eres ahora? El de la fotografía era partícipe de un secreto que a ti te está vedado, o eso crees.

Hoy amaneciste con un propósito que se ha ido diluyendo con la mañana, el mismo propósito que naufragó la tarde de ayer y que lleva tanto tiempo perdido entre las rendijas de los últimos días de tu existencia. Estás posponiendo la vuelta a casa por un motivo, aunque nadie lo comprenda, aunque ni tú mismo lo aceptes. Es el pasado que reclama su sitio, su estatus. Como páginas de un libro hundidas bajo otros capítulos, gritando por ser releídas. ¿Quién atiende al ayer? El futuro tiene límites, el pasado es eterno.

Estás abriendo una puerta al mañana para dejar que salga el ayer, sólo es eso. Le rindes honores, se lo ha merecido. Los momentos desfilan ante ti, los buenos, los amargos, las sonrisas, las lágrimas. Vas tomando conciencia de una realidad que fue la tuya, aunque parezca nueva. Reconoces nombres y caminos, e intuyes qué hay al final de los mismos. Pero no puedes estar seguro, sólo el caminar te dirá si estás en lo cierto. ¿Lo harás hoy? Sí, crees que ha llegado el momento, estás leyendo un nuevo comienzo, y esto te da vértigo.

No es algo de valor, sólo un desnudo sin vergüenzas que enseñar, una parada, un alto en el camino, una bocanada de aire que te permita sentir el cuerpo. Ya lo sientes, vuelves a ser como solías ser antes. Algo ha cambiado, siempre cambia, pero la esencia es la misma, la reconoces. La melodía vuelve a acompañarte, los ecos guían tus pasos, las sensaciones se trazan, el blanco desaparece, la luz al final del túnel es un resplandor que lo cubre todo, que te muestra que una vez más vuelves a estar donde siempre has querido estar. ¿Y ahora qué?

Es el aquí y el ahora, lo que siempre quiso el de la fotografía, el deseo que vuelves a reconocer en lo más profundo de tu ser. Los momentos seguirán desgranándose, los días se sucederán, y volverá el hastío, tarde o temprano, pero ¿acaso no merecerá la pena volver a sentir dolor por lo que dejas atrás, saber que dejas algo atrás? Todo se resume en eso, que haya una ristra de pisadas como muestra de que has existido. Nada más.

Olvida al de la fotografía, mira al del espejo: sonríe. Ya lo sabes, no importa adónde te lleve el camino, esa sonrisa significa que la travesía merecerá la pena; adelante. Relee esto cuando vuelvan las horas grises, sé una vez más partícipe de ti mismo, recuerda que fuiste para poder estar seguro de que serás. Es un placer masoquista, un desnudo sin vergüenzas que enseñar, mostrar el alma y los dientes, un brillo en la mirada, un grito cuando te sientes solo.

Ha llegado la hora de que las palabras se conviertan en hechos, y de que los hechos sean palabras trazadas, trazos que demuestran que estás vivo, que vuelves a estarlo, que siempre habrá alguien a tu lado de la puerta, aunque a veces no lo parezca porque estás en uno de esos momentos.

Adelante.

1 comentarios:

*Pilintu* dijo...

Pues adelante Canijo, a ver qué tienes para nosotros.

Un abrazo.

Archivos del blog