
El superfluo y enigmático don que me otorgaron duerme en mi pluma cual dádiva de algún Dios desentrenado en hacer regalos.Domar una libélula en rebeldía, pintar de dorado trigueño alguna columna que sostenga al mundo… todo me es posible… lo coherente y lo absurdo, porque todo lo que entraña el casillero que albergo en mi interior me fue concedido para transformarlo en voces de tinta.
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