viernes, 13 de noviembre de 2009

Solo

Una de las mejores señales de que se está madurando positivamente como persona lo marca, a mi entender, la capacidad para estar solo.

Puede resultar sencillo decirlo para alguien que, como yo, lleva tantos años de vida afectiva plena, estable, de amor intenso y correspondido. Tal vez una de las claves para el éxito de mi vida en pareja es la oportunidad que nos damos mutuamente para encontrarnos en nuestras burbujas de soledad.

Cada cierto tiempo necesito pasearme la ciudad por la noche, vagabundearla, a solas.

Se me vienen a la mente muchos nombres de gente a la que quiero que no sabe estar dos horas seguidas sin coger el móvil y llamar a alguien.

Para contarse nada.

Es duro y purificante que pase un fin de semana completo sin que suene el teléfono, sin que te escriban un correo. No me gusta llenar el silencio con conversaciones huecas.

Adoro el silencio, los espacios abiertos para caminarlos, los libros cuando se leen en una cama amplia, prepararme un gintónic con música de Suzanne Vega, conducir oyendo las noticias y dejar que tu mente razone con presteza, que profundice, que digiera cómo va el mundo.

Esta terriblemente compleja vida se ve con otros ojos, más llenos, cuando tenemos la fortaleza de mirarla de frente sin confirmar, de reojo, si tenemos ángeles guardianes protegiéndonos.

Cuando te descubres feliz en un asiento aislado de una sala de cine, sin pensar en qué dirán, tienes mucho ganado para conquistar el cariño de los demás. Poca gente más atractiva que aquella que sabe manejarse por ella misma. No hay mejor seducción que la fortaleza de saberse capaz de por sí, mejor amor que el dado por una persona serena.

Por mucha gente que tengamos alrededor, sea triste, duro o no, pasamos el noventa y mucho por ciento de nuestra vida nosotros con nuestros pensamientos, nosotros con nuestras miedos, cavilando, hablando con nuestro interior, dándole vueltas a lo más nimio y a lo que no. La cabeza siempre dando vueltas, sin compartir con el exterior más que una mínima parte, siempre con los límites del lenguaje, las trabas de saber expresar qué hay aquí dentro.

La felicidad es paz interior. Complicada de luchar.

3 comentarios:

Eva dijo...

Siempre he dicho que deberíamos aprender a disfrutar de la soledad; así nos querríamos un poco más a nosotros mismos y querríamos mejor a los demás.
Yo adoro mi soledad, y no por ello tengo menos amigos o gente que me quiera; muy al contrario, tengo muchos y muy buenos.

Una gran reflexión la tuya.

María (LadyLuna) dijo...

Cada persona se hace su propia definición de soledad. Por eso hay quien la sufre sin remedio alguno mientras otros la saborean en un paseo por la ciudad.

Poder apreciar diferentes detalles de la vida es lo que nos hace más humanos y marca nuestra personalidad. Conocer nuestra paz interior, es encontrarnos a nosotros mismos, pero eso también puede hacerse en otra persona. La felicidad está donde se quiera encontrar, en realidad. No la vas a ver si no abres los ojos.

Pasaba y leía, como siempre, y como pocas veces, comenté;)

¡Un saludo!

Manuel Mije dijo...

Vaya, pues yo también soy un amante de la soledad, de estar con uno mismo y disfrutarlo. Otra cosa, claro, es que el personal esté dispuesto a darnos libertad para ejercer la soledad; complicado de luchar, como tú dices...

Archivos del blog