martes, 24 de marzo de 2009

Noche definitiva

Galopa, blanca libertad, y cruza sin temor el arco iris que tiñe nuestra luna primera.
Y despreocúpate del muro marino que nos impide llegar al horizonte, porque la arena está de nuestro lado.
Galopa, blanca libertad, y recorre hasta saciar tu energía los colores dispuestos por nuestro orgullo.

No había nadie en la habitación, solo nuestros cuerpos desnudos se contemplaban en la cama. Era un momento fantástico, mágico, nunca quise que acabara, mas no cesé de debatirme entre lo que estaba bien o mal. Yo ansiaba conocerte bajo las sábanas que envolvían tu belleza, demostrarte que mi amor es grande aunque lo llamen imposible.

Las palabras sobraban en el recorrido de nuestras miradas, que se encontraron en un acto, un pacto con lo prohibido que me otorgaría la felicidad de estar a tu lado, si por mi fuera, hasta el fin de mis días. Poseías la esencia de un ángel que olvidó sus alas y estaba condenado a la discriminación homófoba de la gente, pero no te importaba, de daban igual los demás, así como sus pensamientos de ignorancia y no aceptación.

Dejé que tus manos curiosearan, y te imité. Busqué tus labios en la oscuridad de la noche, embellecida por los destellos blanquecinos que provocaba la luna en tu oscuro cabello.

Te amaba, no tenía sentido ocultarlo en el silencio incómodo que acudía a mí cada vez que me abrazabas o cogías mis manos de forma indiferente. Reuní el valor necesario para separarme de tu regazo e incorporarme hasta quedar sentada en el colchón. Te miré a los ojos y enmudecieron mis palabras, la voz que anhelaba decirte tantas cosas, calló en un instante que pareció eterno. Me obligué a recuperar el habla, necesitaba saber que todo aquello era algo más que un encuentro situado bajo las estrellas, que envidiaban mi fortuna en la distancia, pero no pude confesarte que el sentimiento que tenía hacia ti te necesitaba para siempre, que este loco corazón que llevo dentro necesitaba tenerte a su vera sabiendo que era mutuo y correspondido.

Entonces, te situaste frente a mi, dejándome disfrutar de tu hermosura, divina y pura. Me quedé inmóvil, con la vista fija en tu sutil mirada. Sonreíste sencilla, haciendo que un escalofrío recorriera mi cuerpo, que contemplaba la perfección de tu silueta de mujer.

[Nunca he dejado de amarte.]

Aquel beso que me diste, fue el comienzo de una nueva historia, la nuestra, la cual no tendría semejanza a ningún cuento popular o escrito, pues éste, sería infinito en la vida y la muerte.


Autora: María Beltrán Catalán (LadyLuna)

Blog personal: http://sf-silence.blogspot.com

2 comentarios:

Taller Literario Kapasulino dijo...

Muy bonito, me encantaron tus palabras, como recitabas tu amor.

Morti dijo...

Muy bonito y escrito con mucha sensibilidad. Como siempre.
Un abrazo

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