martes, 15 de enero de 2019

¿El tiempo es relativo? 11


El torrente de sensaciones y sentimientos que acompañó a Mariano durante el instante que atravesaba el portal se convirtió en mera desidia al comprobar que no había atravesado ningún túnel ni nada por el estilo, simple y llanamente entrar por el portal era como cruzar cualquier puerta de su casa. Lo que si llamó su atención fue que había aparecido en el mismo sótano que había abandonado pero con el mobiliario de su dormitorio. Estaba todo exactamente igual, el mismo póster en la misma pared, los mismos libros en la misma repisa en el mismo sitio. Todo igual. Ante tal cúmulo de información no se percató de la presencia de su amigo tirado en el suelo tras su empujón.


—¡Estás loco Manolo! ¡Podrías haberme matado, subnormal!

—Tranquilo —comentó embelesado en todo lo que le rodeaba—. Es increíble. Esto tiene que ser broma. Una de esas cámaras ocultas que a la gente divierte tanto. Eso o que realmente lo que me dio don Aurelio fue peyote y estoy flipando.

—Ahora que lo dices ¿no es está tu habitación?

—Sí.

—¿Y no es este tu trastero?

—Sí.

Rubén se quedó en silencio observando todo a su alrededor, después echó una ojeada a su amigo. En verdad lo estaba flipando. Una duda le asaltó y no pudo reprimir el instinto más básico de todo hombre. Le dio una colleja a Manolo.

—¿Pero qué haces? —preguntó un dolorido Manolo.

—Resolver una duda y un asunto pendiente que tenía. La duda es que al dolerte no se trata de un sueño así que no hemos sufrido ningún accidente y por ende no estamos en coma ni nada parecido. El asunto pendiente es que te debía una después de empujarme a un portal sin saber lo que hay al otro lado. Ya estamos en paz aunque aún hay algo que no veo claro ¿hemos viajado en el tiempo?

—Ni idea.

El ruido de la puerta del sótano interrumpió la charla. Rubén que era más ágil y tenía la cama cerca se tiró a esconderse tras ella. Manolo se quedó inmóvil mirando a la parte superior de la escalera. Rubén le hacía señas para que se uniera a él. Su amigo no reaccionaba.

—¿Manolo eres tú?

Veía la figura bajando por la escalera y no daba crédito a lo que sus ojos le mostraban. Parpadeó un par de veces. Miró a su izquierda donde su amigo estaba escondido tras la cama con los ojos entrecerrados y tapándose la boca. Otra mirada a la escalera donde la figura estaba ya a medio camino. No podía ser. No podía ser Rubén.

—¿Manolo eres idiota o qué? Te estoy hablando.

Trataba de organizar su mente sin volverse loco pero lo que estaba viendo superaba con creces los niveles de raciocinio de una persona normal. Rubén con una bata de seda roja había bajado las escaleras del sótano. Y si lo de la bata era poco para colmo era rubio.

—¿Quién eres? —preguntó.

—Pues quien voy a ser pedazo de idiota. Soy Rubén ¿Y qué carajo te has hecho en el pelo que lo tienes moreno? ¿Y esta puerta qué es?

—Siempre he sido moreno y esa puerta mientras no la toques irá todo bien.

—¿Qué no la toque? —dijo incrédulo—. ¿Pero quién te crees que eres para darme órdenes?

—Tu mejor amigo ¿no?

—Desde que murió tu padre hace un año no. Ahora soy tu padrastro.

Manolo se quedó blanco. En el futuro su padre moría y su mejor amigo se quedaba con su madre. Este comentario hizo salir a Rubén como un resorte de su escondite. Y allí vio delante a su viva imagen rubia y en bata de seda roja.

—Soy yo.

—No, tú eres yo.

—Somos iguales menos en el pelo —dijo boquiabierto.

—¡Rubén! —Gritar su nombre hizo que los dos lo mirasen—. Un momento, Rubén eres tú y Rubén 2.0 tú —dijo señalándolos.

—No lo entiendo ¿Esto qué coño es? —dijo el otro Rubén agarrando la barandilla de la escalera para no caer tras el shock inicial.

—Verás, hemos venido del pasado, del año 2019 para ver cómo sería el futuro pero si como bien dices. —Tragó saliva—. Mi padre ha muerto no me interesa nada más, solo dime como murió. Lo arreglaré.

—Déjate de sandeces —dijo todavía un poco mareado—. Estamos en el año 2019.

—No puede ser ¿Qué día es hoy?

—¿Qué día va a ser? Uno de noviembre.

Rubén y Manolo se miraron. No habían viajado al futuro. Era la misma fecha.

—¿Me estás diciendo que aquí, en este universo por decirlo de alguna manera, estoy con la madre de éste? —dijo señalando a Manolo.

—Sí —respondió.

—Esto es el colmo. Mi padre está muerto y a ti te preocupa que aquí eres el noviete de mi madre. Vámonos. Vamos a solucionar esto como sea.

Manolo se dirigió al portal, echó una mirada encolerizada a Rubén y éste lo siguió. Con un simple hasta luego se despidió de su doble rubio e inició la marcha hacia el portal. Ambos cruzaron con caras largas. Manolo se dirigió a la rueda que daba potencia al mecanismo y la giró hasta apagarlo. Pero la piedra siguió brillando y el portal no se cerraba.

—¿Pero qué demonios pasa aquí? —preguntó Rubén exaltado.

—Ni idea. Debería haberse cerrado al manipular la rueda. Se habrá quedado algo de energía residual en los circuitos. Esperemos que se cierre pronto.

—¿Y si quitamos la piedra?

—Buena idea, voy.


Manolo se dirigió al centro de aquella máquina con cautela. No quería romper nada ni tampoco hacerse daño cogiendo la dichosa piedra.

—¿Pero esto qué es? —dijo Rubén 2.0 asomando su cabeza por el portal.

—¡Corre Manolo, quítala que éste se nos cuela! —gritó Rubén.

Manolo agarró con fuerza la piedra y la separó de la máquina pero el portal no se cerró. Rubén 2.0 observaba todo a su alrededor tras traspasar completamente el portal. Al instante se cerró tras él.

—No me lo puedo creer ¿Tu padre no le ha hecho un vestidor a tu madre en tu cuarto? Será idiota. Por esa mujer hay que hacer lo que sea aunque ella no te lo pida.

—¡Rápido, pon la piedra otra vez! —gritó Rubén.

Manolo la volvió a colocar y de una zancada agarró la rueda y le dio potencia al máximo. Un portal se abrió tras el escritorio. A ambos les extraño que fuese en otro lugar distinto al anterior pero no había tiempo para pensar en una minucia como esa. Agarraron a Rubén 2.0 por ambos brazos y se introdujeron con él a través del portal.

—¿Pero esto qué cojones es ahora? —preguntó Manolo indignado.

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