Una novela de reciente publicación, firmada por un escritor hispalense, bueno y viejo conocido de Sevilla Escribe.
Autor: Javier Márquez, joven periodista y escritor sevillano, es en la actualidad subdirector de la revista Cambio 16. Además de colaborar con otros medios impresos, ha firmado varias biografías y ensayos sobre personalidades del mundo de la música (Elvis Presley, Frank Sinatra, Bruce Springsteen…). “La fiesta de Orfeo” es su primera novela publicada.
Sinopsis: Inglaterra, 1956. El gobierno británico está desconcertado ante los horribles crímenes acontecidos en una pequeña aldea. El caso es puesto en manos del agente de Scotland Yard Andrew Carmichael, especializado en sucesos extraños. Al mismo tiempo la modesta compañía cinematográfica Hammer Films ultima su adaptación de la célebre novela Frankenstein, cuya producción esperan revitalice el género de terror. Protagonista del film será el por entonces televisivo actor Peter Cushing, al que se le encarga, para preparar su papel, que indague en las más atávicas raíces del miedo. La asistencia de los varios especialistas a los que consulta le ponen tras la pista de La fête du Monsieur Orphée, una legendaria película de los años del cine mudo que parece ir dejando tras de sí un rastro de locura y muerte.
Edición: Editorial Almuzara, 1ª edición Octubre 2009.
382 páginas. Precio: 17´95 €
ISBN: 978-84-92573-72-1.
Valoración: “La fiesta de Orfeo” es una genuina narración de misterio con alma de novela policíaca. Un bien equilibrado engranaje de elementos de lo más sugerente para poner en pie una historia de suspense y terror. Servidor, particularmente inclinado al gusto por lo británico, confiesa haber encontrado muy estimulante su lectura. Con todo, las premisas de partida me insinuaron una historia acaso más... ¿sólida, intensa? Veamos, no es fácil de describir.
La historia comienza con un terrible acontecimiento, una orgía de crímenes atroces e inexplicables sucedidos en un apacible pueblecito inglés. El detective Carmichael se pone manos a la obra. Por otro lado nos encontramos con el actor Peter Cushing a punto de dar el salto a la gran pantalla. Va a protagonizar una nueva versión de Frankenstein, y para darle verosimilitud a su interpretación, sus productores le animan a profundizar en la naturaleza más atávica del miedo. Un experto en antropología, el profesor Aberline, y su sensual asistente le referirán la leyenda de un rollo de película maldito, una suerte de puerta hacia el pavor más inconcebible que el ser humano pueda siquiera imaginar. La misma Scotland Yard recurrirá a este experto en busca de pistas sobre los desconcertantes crímenes, en los que la película parece tener un papel esencial. Entre tanto, una oscura orden satánica pretende hacerse a su vez con el film, pieza crítica de sus maléficos planes. Así, en torno a la misteriosa película -“La fête du Monsieur Orphée”- las tramas del actor, del detective y de la orden terminan confluyendo.
Durante buena parte de su desarrollo la novela mantiene un estupendo trasfondo de misterio y suspense que hace su lectura altamente adictiva. Hay sin embargo algunos peros que restan puntos a la narración. Lo muy explícitamente violento –rayano en el gore- de algunos pasajes desvirtúa el calificativo de ñoño en referencia a la obra. Mas tan cierto como ello es que a lo largo de la historia impera una corrección ética por parte de los héroes poco convincente. Sin pretensión de caer en lo paródico ni tratar de desmerecer la novela de Márquez, algunos pasajes de acción recuerdan por momentos aquellas ensaladas de tiros y explosiones del “Equipo A” en las que los malos, frustrados sus abyectos planes y vapuleados, no pasan de sufrir lo que diríamos “un buen rapapolvo” por parte de sus gentiles y siempre honorables adversarios. Tal actitud encaja con el flemático y caballeroso talante del detective Carmichael, del actor Peter Cushing y del resto de sus compañeros de fatigas, si bien se echa en falta algo más de sordidez, de bajeza humana, o en todo caso un mejor reparto de ésta: buenos buenísimos, nobles, virtuosos y correctos, contra malos malísimos, incorregible y perfectamente perversos, sin un ápice de ambigüedad, es un esquema demasiado clásico. Tal vez, sin embargo, haya mucho de intención en esto, ya que “La fiesta de Orfeo” es ante todo un homenaje a aquella filmografía de los años cincuenta y sesenta, que siempre contó con un notable componente de ingenuidad.
La definición de la trama, no carente de complejidad, es aceptablemente correcta. La génesis de la película maldita y su entrada en escena –un tanto fortuita-, las motivaciones de los personajes, el nudo de una historia con hilos entrecruzados y vueltos a unir está bien configurado, salvo, acaso, por algún pequeño detalle (hay una injustificable desaparición en la novela de dos niños que son rescatados por los protagonistas de las garras de la pérfida orden satánica). También se me antojan lo que podrían ser algunas notas de bisoñez, como el arquetípico ex-agente nazi de improbable nombre –Karlt, más pertinente hubiera sido Karl- al que en alguna ocasión se le refiere como “El ario…” (término éste poco oportuno), o referencias con cierto aire enciclopédico, excesivamente informativo, a la Segunda Guerra Mundial, a los Archivos Vaticanos, o a la vida de algunos personajes históricos que aparecen a lo largo de la novela, y que los protagonistas, en lugar de pronunciar de manera espontánea, parecen dirigírselas directamente al lector, como a sabiendas de que éste se encuentra ahí. Esto quizás se explique por deformación profesional del autor, habituado, imagino, a redactar en tono periodístico.
Hacia el final del libro, si bien habíamos conectado con la trama y queremos seguir leyendo con fruición hasta la última página, el desenlace termina vislumbrándose con anticipación. Es éste, sin embargo, un fallo que no se puede achacar a falta de celo en la construcción de la historia. La elección de un protagonista como Peter Cushing, actor razonablemente conocido por el público general y que vivió aún muchos años después de los acontecimientos narrados en la novela, impulsa a pensar que, después de todo, esos malos no serán tan peligrosos…
En conclusión, lo mejor de la novela es sin duda su lectura adictiva, propiciada por una buena administración del ritmo. Señalar también un punto a su favor en cuanto a ambientación, muy lograda y sugerente, entre otros detalles, gracias a la acertada inclusión de elementos históricos reales y al regustillo cinematográfico que impregna toda la historia. Lo menos bueno, ese punto de previsibilidad en el desenlace y la excesiva simplicidad psicológica de sus protagonistas. Necesario añadir en todo caso la falta de un último pulido formal al texto, imperdonable en un título editado por tan respetable sello como Almuzara.
Sinopsis: Inglaterra, 1956. El gobierno británico está desconcertado ante los horribles crímenes acontecidos en una pequeña aldea. El caso es puesto en manos del agente de Scotland Yard Andrew Carmichael, especializado en sucesos extraños. Al mismo tiempo la modesta compañía cinematográfica Hammer Films ultima su adaptación de la célebre novela Frankenstein, cuya producción esperan revitalice el género de terror. Protagonista del film será el por entonces televisivo actor Peter Cushing, al que se le encarga, para preparar su papel, que indague en las más atávicas raíces del miedo. La asistencia de los varios especialistas a los que consulta le ponen tras la pista de La fête du Monsieur Orphée, una legendaria película de los años del cine mudo que parece ir dejando tras de sí un rastro de locura y muerte.
Edición: Editorial Almuzara, 1ª edición Octubre 2009.
382 páginas. Precio: 17´95 €
ISBN: 978-84-92573-72-1.
Valoración: “La fiesta de Orfeo” es una genuina narración de misterio con alma de novela policíaca. Un bien equilibrado engranaje de elementos de lo más sugerente para poner en pie una historia de suspense y terror. Servidor, particularmente inclinado al gusto por lo británico, confiesa haber encontrado muy estimulante su lectura. Con todo, las premisas de partida me insinuaron una historia acaso más... ¿sólida, intensa? Veamos, no es fácil de describir.
La historia comienza con un terrible acontecimiento, una orgía de crímenes atroces e inexplicables sucedidos en un apacible pueblecito inglés. El detective Carmichael se pone manos a la obra. Por otro lado nos encontramos con el actor Peter Cushing a punto de dar el salto a la gran pantalla. Va a protagonizar una nueva versión de Frankenstein, y para darle verosimilitud a su interpretación, sus productores le animan a profundizar en la naturaleza más atávica del miedo. Un experto en antropología, el profesor Aberline, y su sensual asistente le referirán la leyenda de un rollo de película maldito, una suerte de puerta hacia el pavor más inconcebible que el ser humano pueda siquiera imaginar. La misma Scotland Yard recurrirá a este experto en busca de pistas sobre los desconcertantes crímenes, en los que la película parece tener un papel esencial. Entre tanto, una oscura orden satánica pretende hacerse a su vez con el film, pieza crítica de sus maléficos planes. Así, en torno a la misteriosa película -“La fête du Monsieur Orphée”- las tramas del actor, del detective y de la orden terminan confluyendo.
Durante buena parte de su desarrollo la novela mantiene un estupendo trasfondo de misterio y suspense que hace su lectura altamente adictiva. Hay sin embargo algunos peros que restan puntos a la narración. Lo muy explícitamente violento –rayano en el gore- de algunos pasajes desvirtúa el calificativo de ñoño en referencia a la obra. Mas tan cierto como ello es que a lo largo de la historia impera una corrección ética por parte de los héroes poco convincente. Sin pretensión de caer en lo paródico ni tratar de desmerecer la novela de Márquez, algunos pasajes de acción recuerdan por momentos aquellas ensaladas de tiros y explosiones del “Equipo A” en las que los malos, frustrados sus abyectos planes y vapuleados, no pasan de sufrir lo que diríamos “un buen rapapolvo” por parte de sus gentiles y siempre honorables adversarios. Tal actitud encaja con el flemático y caballeroso talante del detective Carmichael, del actor Peter Cushing y del resto de sus compañeros de fatigas, si bien se echa en falta algo más de sordidez, de bajeza humana, o en todo caso un mejor reparto de ésta: buenos buenísimos, nobles, virtuosos y correctos, contra malos malísimos, incorregible y perfectamente perversos, sin un ápice de ambigüedad, es un esquema demasiado clásico. Tal vez, sin embargo, haya mucho de intención en esto, ya que “La fiesta de Orfeo” es ante todo un homenaje a aquella filmografía de los años cincuenta y sesenta, que siempre contó con un notable componente de ingenuidad.
La definición de la trama, no carente de complejidad, es aceptablemente correcta. La génesis de la película maldita y su entrada en escena –un tanto fortuita-, las motivaciones de los personajes, el nudo de una historia con hilos entrecruzados y vueltos a unir está bien configurado, salvo, acaso, por algún pequeño detalle (hay una injustificable desaparición en la novela de dos niños que son rescatados por los protagonistas de las garras de la pérfida orden satánica). También se me antojan lo que podrían ser algunas notas de bisoñez, como el arquetípico ex-agente nazi de improbable nombre –Karlt, más pertinente hubiera sido Karl- al que en alguna ocasión se le refiere como “El ario…” (término éste poco oportuno), o referencias con cierto aire enciclopédico, excesivamente informativo, a la Segunda Guerra Mundial, a los Archivos Vaticanos, o a la vida de algunos personajes históricos que aparecen a lo largo de la novela, y que los protagonistas, en lugar de pronunciar de manera espontánea, parecen dirigírselas directamente al lector, como a sabiendas de que éste se encuentra ahí. Esto quizás se explique por deformación profesional del autor, habituado, imagino, a redactar en tono periodístico.
Hacia el final del libro, si bien habíamos conectado con la trama y queremos seguir leyendo con fruición hasta la última página, el desenlace termina vislumbrándose con anticipación. Es éste, sin embargo, un fallo que no se puede achacar a falta de celo en la construcción de la historia. La elección de un protagonista como Peter Cushing, actor razonablemente conocido por el público general y que vivió aún muchos años después de los acontecimientos narrados en la novela, impulsa a pensar que, después de todo, esos malos no serán tan peligrosos…
En conclusión, lo mejor de la novela es sin duda su lectura adictiva, propiciada por una buena administración del ritmo. Señalar también un punto a su favor en cuanto a ambientación, muy lograda y sugerente, entre otros detalles, gracias a la acertada inclusión de elementos históricos reales y al regustillo cinematográfico que impregna toda la historia. Lo menos bueno, ese punto de previsibilidad en el desenlace y la excesiva simplicidad psicológica de sus protagonistas. Necesario añadir en todo caso la falta de un último pulido formal al texto, imperdonable en un título editado por tan respetable sello como Almuzara.
6 comentarios:
Ernesto, creo que te has pasado un poco. Reseña significa breve y tú te has explayado un buen rato. En mi opinion deberías haber definido más lo positivo y lo negativo, lo mezclas todo y te deja pensando: ¡vale! ¿pero recomienda el libro para leerlo o nó? ;)
Me sumo a lo dicho por sharly respecto a lo extenso de la reseña, y además añado que discrepo en cuanto a esos puntos negativos que mencionas.
Te refieres a la correción ética de los personajes, que incluso en una situación de peligro son capaces de pelearse por dejar pasar primero al otro. pues creo que es un acierto más de la obra, porque hace que te metas aún más en el contexto que el autor ha querido dar a lo obra. Cierras los ojos y te puedes imaginar al sherlock holmes y al doctor watsson en medio de una investigación.
Y algo que no entiendo es precisamente que criticas los arquetípicos de bueno y malo cuando tú mismo, a continuación pues los justificas atendiendo acertadamente al homenaje que la novela representa al cine clásico de terror.
Solo puedo decir que la novela me ha encantado y recomiendo su lectura a todo aquél que tenga alguna duda sobre ella. No se defraudará.
A mí es un título que directamente me interesa. YA os contaré cuando lo pueda leer.
Un saludo.
http://lafiestadeorfeo.wordpress.com/
Por aquí puedes leer el primer capitulo y saber más de Javier ;)
Yo tengo mi ejemplar, pero los japoneses me absorven totalmente. Y se le adelantaron: El codigo del bushido, el hagakure, un poemario chino, un libro de haikus, un recopilatorio de Koans, el I ching, el genji Monogatare, articulos sobre el shintoismo, el budismo, el taoismo y una veintena de pelis. Por lo que espero leerlo añgún día, ejejeej
Sí, hombre, sharly, la novela es recomendable, yo disfruté mucho leyéndola. El suspense está muy bien administrado, el entorno es muy sugerente, la prosa resulta ágil y amena... un libro que se disfruta, vaya. Pero los puntos negativos están bastante bien justificados. Seguro que alguna vez os lo he comentado en nuestras tertulias: detesto a los buenos y malos absolutos y por naturaleza. En ese sentido, los personajes del libro resultan simples, son malos porque deben serlo, porque era necesario que lo fueran para que la historia se desarrollase, o buenos justo por la misma razón. Prefiero cierto grado de ambigüedad, cierto conflicto interno, relatividad, la misma a la que los seres humanos estamos sometidos y que nos induce a cuestionarnos nuestras acciones, a evaluar alternativas, a decidir. Los personajes sin profundidad psicológica como los que retrata "La Fiesta de Orfeo" no tienen que tomar decisiones, su destino ya está escrito: son buenos o son malos, y como tal se comportan en todo momento. Eso me disgusta, siempre, en cualquier tipo de narración. Soy de la opinión de que nadie le hace una putada a nadie por pura maldad, y hasta la más beatífica y pacífica de las personas termina perdiendo las buenas maneras llegado el punto. Escribir supone usar la mente sin límites, soñar, imaginar, fantasear; y escribir utilizando modelos psicológicos inverosímiles en el mundo real es perfectamente lícito, ya que se trata de una actividad creativa y absolutamente libre. Pero para mí, como lector, esos modelos me resultan poco atractivos, nada más.
Es verdad lo que dice Fran, yo mismo justifico esa simplicidad suponiendo que es intención del autor retratar arquetipos presentes en la filmografía a la que la novela rinde homenaje. Me parece legítimo, oportuno e incluso acertado tirar de esos clichés, pero no por ello los clichés dejan de serlo, con todo lo bueno y lo malo que ello implica.
Gracias por tus palabras, Ángel. Écharé un vistazo.
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