viernes, 24 de julio de 2009

Ojos abiertos

Hace pocos días terminé la novela autobiográfica de Amélie Nothomb, 'Ni de Eva ni de Adan'. De ella extraje una cita:


Me gustaba la idea de no saber si iba a ver pintura, escultura o una retrospectiva de varios estilos. Sería bueno acudir a las exposiciones siempre así, por casualidad, con total ignorancia. Alguien quiere mostrarnos algo: simplemente eso ya cuenta.

No sé por qué, pero en los últimos meses me he encontrado sumergido en conversaciones, con personas que aman la creación literaria, sumamente críticas con el llamado 'arte moderno'. Comentarios del tipo: todo es una farsa, un niño de cinco años hace mejores dibujos que muchos de esos artistas, es un mundo de arribistas...

Se critica 'el urinario de Duschamp', los cuadros de salsa de tomate de Warhol, las esculturas de Picasso con elementos básicos, los contenidos del Centro Pompidou de París, del Reina Sofía de Madrid, de la Biacs de Sevilla. Creo, sinceramente, que no es un problema tan sólo de falta de humildad de quien critica (que estoy convencido que algo hay), sino de incapacidad de disfrutar.

La arquitectura de hoy es consecuencia de movimientos rompedores, los logotipos de las empresas, los apeaderos de los autobuses, el diseño de los automóviles... No podemos volver a tiempos en que no existía la fotografía, el vídeo, donde la única forma de reflejar la realidad era el pincel o el cincel.

Si Duschamp consiguió que un urinario entrara en el Museo de Arte Moderno de Nueva York sería por algo... Al menos así lo veo. No tengo la formación ni la experiencia para emitir juicios firmes, casi que ni quiero, pero como persona que trata de crear, de hacer reflexionar, de plantearse el mundo desde su propia esencia, sé que cuando entro en el Gugenheim de Bilbao o en el Museo de Arte Moderno de Estrasburgo, estoy totalmente dispuesto a dejarme seducir.

Quiero que me provoquen, quiero ver momias colgadas de un ventilador, habitaciones desordenadas, desnudos impúdicos, video-performances, manchas en el techo, cuadros de un solo color, lámparas que son tetas, tetas hechas de corcho, corcho repartido en vitrinas... Me apetece ver sillas de siete patas, relojes sin agujas, interpretaciones del dolor hechas por Francis Bacon, interpretaciones de Bacon hechas por escultores de metal, paisajes sin paisaje, figuras deformadas que me transmitan que la vida es eso: absurda, imprevisible, sarcástica, terrible, hermosa, incomprensible, interpretable...

No niego el derecho a criticar, a veces, con fuerza, incluso con desprecio, obras no entendibles o posibles farsas.

Pero quiero ver con ojos abiertos y entender al otro.



4 comentarios:

Nogales dijo...

Estoy de acuerdo contigo en que te tienes que pararte un poco y observar, siempre habrá algo que te llene, que te cautive y en otras ocasiones pues no te dirá nada de nada, incluso puedes pensar osadamente "eso lo hago yo con los ojos cerrados" pero... ¿lo hiciste tú? no, lo hizo otra persona, otra persona que tuvo esa idea, que quiso expresase de esa forma y que está exponiendo, ¿por qué? porque todo tiene su público.


Así veo yo el mundo de arte, en libros, cine, música, teatro, escultura, pintura e incluso performance, de todas las formas que hay de expresión, de todas, se obtiene alguna sensación, un sentimiento, un recuerdo o todas a la vez.

Sharly dijo...

Tienes toda la razón Salva, tenemos derecho a juzgar pero lo hacemos con demasiada rapidez y sin reflexionar lo suficiente antes de hablar. Como decía un viejo dicho indio: "Nadie debería juzgar los actos de otro sin haber vivido al menos dos semanas en sus mocasines.
Como siempre es un placer leerte.

Guybrush dijo...

Yo estoy con Salva, y además, a los detractores, les conmino a hacer una visita al CAAC de Sevilla y a ver si no se lo pasan bien :)

Blanca Miosi dijo...

Todos llevamos arte dentro de nosotros, lo hemos demostrado desde las cuevas de Altamira hasta el arte de Andy Warhol, con sus múltiples Marilyn Monroe, que era un arte en si misma. Lo importante es tener la mente abierta, siempre, siempre.

Buen artículo,
Blanca Miosi

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