martes, 2 de septiembre de 2008

Hermanos de sangre





—Duerme cariño —dijo Elvira mientras arropaba y daba un beso en la frente a Clara.
—Tita tengo miedo. No me dejes sola —suplicó Clara—. ¿Dónde están mis padres?
—Ay mi niña. No temas nada —contestó Elvira mientras se recostaba a su lado y le pasaba el brazo por encima de los hombros acurrucándola contra su pecho—. Tus padres... están de viaje en un sitio muy lejano y por eso te han dejado conmigo —volvió a besarla—. Ya verás qué bien lo vamos a pasar.
La niña empezó a sollozar y Elvira la abrazó más fuerte y comenzó a susurrarle una nana.
Por fin, entre hipidos, la pequeña, de apenas seis años, se quedó dormida. Elvira, con mucha ternura, le despejó del rostro los cabellos rubios que se le habían pegado con el sudor y las lágrimas.
Le dio un beso y salió de la habitación.

—¿Cómo está? —preguntó David cuando Elvira llegó al salón.
—Mal. Ha preguntado por los padres —contestó abatida Elvira—. Es muy duro perder a los padres, y más de esa forma. ¡Dios! Cada vez que lo recuerdo... no lo entiendo... ¡no lo entiendo! —Se puso las manos en la cara y comenzó a llorar.
—Tranquila Elvira —dijo David abrazándola—. Olvídalo. No lo recuerdes.
—No puedo. Cierro los ojos y solo veo sangre —dijo con desesperación entre lagrimas—. ¡Sangre! No fui capaz de saber quien era mi hermana y quien mi cuñado. Sus cuerpos mutilados. Degollados. Todo rojo.....
—¡Olvídalo ya! —gritó David zarandeándola—. Ahora tienes que pensar en tu sobrina.
Un grito proveniente del cuarto de Clara los hizo volverse. Elvira se limpió las lágrimas y los dos se dirigieron al cuarto.
—¡No! —gritaba y lloraba Clara—. ¡No!
Elvira corrió y cogió en brazos a la niña para consolarla.
—Ya está. Tranquila.
—¿Qué te pasa chiquitina? —preguntó David mientras acariciaba la cabeza de Clara.
—Mi hermano —gimió entre sollozos Clara—... mi hermano dice que mis padres están muertos.
David y Elvira se miraron extrañados.
—Cariño, tú no tienes hermano —dijo David.
—Sí que tengo uno. Se llama Michael. Esta allí —replicó Clara señalando hacia el hueco que había entre el armario y la ventana.
—Ahí no hay nadie —susurró David a la niña mientras le acariciaba la cabeza.
—¡Pues esta ahí! —chilló la niña—. ¡Dice que mató a mamá y papá porque no le querían!
—Cálmate mi niña —la arrulló Elvira.
La niña lloró durante bastante tiempo antes de caer rendida. Elvira y David la acostaron y salieron del cuarto. Se miraron preocupados.
—¿Llegó a ver a los padres muertos? —dijo David.
—No. No los vio. Y nadie se lo ha dicho —replicó Elvira.
—Pues se lo estará imaginando —razonó David.
—No lo sé —Elvira se encogió de hombros—. Mañana hablaré con el asistente social.
Ahora iré a darme un baño, necesito relajarme.

Elvira abrió los grifos de la bañera dejando que el agua corriera y el vapor comenzó a inundar de una neblina blanca todo el baño. Se desnudó, probó el agua con el pie y se metió en la bañera. El agua caliente la relajaba, y hoy lo necesitaba. Apoyó la cabeza en el borde de la bañera y cerró los ojos.
Un movimiento en las cortinas de la bañera la sobresaltó. Y lo que parecía una pequeña sombra se escabulló hacía la puerta.
—¿Clara, eres tú? —Elvira se incorporó en la bañera y descorrió las cortinas.
Allí no había nadie y la puerta estaba cerrada con el pestillo. Elvira salió de la bañera y, de todas formas, comprobó la puerta. Cerrada.
—Eres tonta —se dijo así misma.
Cogió una toalla y fue hacia el tocador. Miró el espejo. “Tía, ¿me quieres?”
Primero perdió todo el color de la cara. Luego gritó. Se sentó en el suelo, se abrazó a si misma y lloró.
David al escuchar los gritos corrió hacia al baño y aporreó la puerta. Al ver que no le abría, la empujó e hizo saltar el pestillo.
—Mira —dijo con lágrimas en los ojos Elvira señalando el espejo.
David miró hacia el espejo y se quedó helado. Cuando reaccionó, de una pasada con la mano borró la frase del espejo.
—Vamos —dijo mientras levantaba a Elvira del suelo—. Vayamos al salón.

Elvira, sentada en el sofá, vestida con una toalla reliada en su cuerpo y una sudadera por los hombros, se balanceaba ausente abrazándose y llorando.
—Cálmate —dijo David desde la cocina donde estaba hirviendo agua para una tila—. Seguramente lo escribió Clara antes, cuando la bañaste.
La tetera silbó por el agua hirviendo. Y el silbido pareció una voz. “Y tú, tío, ¿me quieres?”
David gritó y, sin querer, con la mano tiró la tetera. El agua hirviendo se derramó por la encimera y cayó al suelo. Pero a medida que caía, marcaba el contorno de una pequeña figura. Un niño.
—¡Elvira! ¿Y Clara? —gritó mientras salía corriendo de la cocina.
—Durmiendo —contestó Elvira volviendo a la realidad.
—Ve por ella. ¡Michael existe! Está aquí.
A Elvira no le dio tiempo ni a dar dos pasos cuando un gran cuchillo apareció flotando por la puerta de la cocina.
—¡Clara! —gritaron con desesperación los dos—. ¡Clara ven! ¡Corre!
Al llamar a Clara, el cuchillo se quedó parado a la altura de la puerta. Poco tiempo después, Clara apareció restregándose los ojos y Elvira, corriendo, la cogió en brazos.
—¿Que pasa? Estaba durmiendo… !Ah! ¡No Michael, los titos no! —gritó Clara cuando vio el cuchillo y algo más.
—No me quieren —susurró Michael.
—Sí nos quieren, son buenos —lloraba clara—. No los mates por favor.
—¡Sí!
El cuchillo volvió a avanzar hacia ellos a través del aire. Cada vez notaban más frío. Un frío gélido que les penetraba en los huesos.
—¡Sí que te queremos! —gritó Elvira—. Lo que pasa es que no sabíamos que existías, nunca te hemos visto.
—Entonces… ¿queréis verme? —dijo Michael con alegría en la voz.
Una neblina empezó a formarse alrededor del cuchillo y una pequeña figura empezó a tomar forma. Parecía un niño, pero no podía serlo. Un poco de pelo ralo coronaba una cabeza con forma de huevo. Un ojo colgaba fuera de su orbita y el otro era una costra blanca de pus. No tenía nariz ni orejas, sólo eran orificios rojos de los que chorreaba un liquido acuoso. Y la boca no tenía labios
que la cubrieran. La mano que sostenía el cuchillo no tenía los dedos formados, el otro brazo era solo un muñón. Y las piernas una terminaba en algo plano y la otra acababa a la altura del tobillo.
La imagen del niño produjo arcadas en David y Elvira.
—Tenéis asco de mí —siseo Michael—. Sabía que erais como mis padres. ¡No me queréis!
Volvió a levantar el cuchillo y se abalanzó sobre los tres.
—¡No! —chilló Clara soltándose de los brazos de Elvira y saltando delante de Michael.
Michael no veía ciego por la ira. Y asestó, una tras otra, cuchilladas a la niña.
David y Elvira, abrazados y manchados por la sangre, lloraban ante lo que veían incapaz de hacer nada.
Michael clavó una y otra vez el cuchillo en la barriga de Clara. Luego en los brazos, en las piernas. En poco tiempo, todo el cuerpo quedó marcado, cortado, cercenado.
Pero a medida que clavaba su cuchillo en el cuerpo de la niña, la herida que causaba, afloraba en el suyo. En su barriga, en sus brazos, en sus piernas en todo su cuerpo aparecieron cuchilladas y la sangre chorreaba a borbotones.
Trozos de Michael cayeron al suelo. Se arrebujaron con los de Clara. Las sangres de los dos hermanos se mezclaron en una.
Y con la última cuchillada, dos cabezas rodaron por el suelo.



Autor: Francisco Jesús Franco Díaz (francoix)

Correo electronico: francoix10(arroba)gmail.com

8 comentarios:

Vito Márquez dijo...

Caray! Me ha salpicado la sangre!

Relato con gusto a buena película de serie Z de hermanos gemelos de desigual suerte genética y con mucha mala leche reconcentrada.

Ideal para pasar un buen (mal) rato de apagón en casa!!

weiss dijo...

Yeah, ¡que corra la sangre! Joer, Fran, no me esperaba algo así de ti, jejeje, un apacible funcionario que por las noches escribe relatos del más oscuro gore serie B; todos en el vecindario decían que parecía una excelente pesona... jajaja! Bien, pues a mitad del relato me estaba gustando, y viendo que era cortito, pensé que era una historia que merecía la pena desarrollar un poco más. El pitido de la tetera que se antoja la voz del crío me ha resultado muy muy terroríficamente efectivo, aunque -como el resto del texto- lo despachas rápido. Luego la cosa se desata y vaya, queda bien, pero como diría Juan, "de lo más nihilista". Tos muertos, ¡eah! En fin, lo que tienen estas cosas: el suspense de un niño imaginario no tan imaginario resulta más estremecedor que la explícita casquería de la segunda mitad de la historia. Con todo, ha estado bien.

Manuel Mije dijo...

Bueno, pues siento ser yo el que disienta de la opinión general, pero a mí este relato no me ha convencido. Está despachado todo muy rápido, algo que no tendría por qué ser negativo a priori, pero sí en este caso porque no da lugar a crear suficiente ambiente, con lo que todo se queda en los "efectos especiales", y eso es algo que a mí personalmente no me parece suficiente para darle valor a un relato (a menos que esos efectos especiales sean realmente especiales). Con más detenimiento en el suspense inicial y dejando lo último como un simple detalle y no como el punto fuerte creo que hubiera ganado mucho.

francoix dijo...

Tarde, pero respondo.

primero a Vito, me alegro que te haya recordado a las pelis de serie z, lo mismo tenía que haber sido más explicito con la escena de la bañera y haber descrito a la mujer cin el pelo rizado por permanente, pendientes gigantesco de aros, maquillaje chillón justos despues de salir de la bañera y ciertos pechos tulgentes (y a lo mejor un monstruo verde por el desague)

francoix dijo...

ahora a weiss: aún dudo de tu comentario, ¿cuantas birras te has bebido? jejeje
Parece que medio te ha gustado. ¡Un relato mio!, creo que será lo más parecido a un orgasmo que pueda tener contigo (ojo, tampoco pretendo tenerlo de otra forma).
y la cosa que más me sorprende es que respecto a este relato comparto la opinión de canijo...

francoix dijo...

y de camino contesto a canijo.
He dicho que comparto su opinión, porque es un relato bastante normalito, tal vez algo sensacionalista, pero ya está. Busco escenas típicas de pelis y lo plasmo.
En cuanto a lo rapido del desenlace, decir que se debe a que este relato lo presenté en sedice, y existía un limite de palabras.
En mi descargo para los que no le gusten, diré que fue de los primeros relatos que escribí.
Hasta luego!!!

weiss dijo...

Oye Fran, que el de los dientes (el del dragón verde) me moló. Vaya, que tampoco es tan raro que me guste algo tuyo. Ya hablaremos de esos orgasmos... juasjuasjuas!

weiss dijo...

Oye Fran, que el de los dientes (el del dragón verde) me moló. Vaya, que tampoco es tan raro que me guste algo tuyo. Ya hablaremos de esos orgasmos... juasjuasjuas!

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