jueves, 1 de mayo de 2008

El futuro ya no es lo que era

Sevilla. año 2007

El despertador suena con un suave zumbido que se detiene automáticamente en cuanto el sistema domótico reconoce que me he despertado. Los electrodos fijados alrededor de mi cabeza, se repliegan automáticamente dentro de su caja metálica antes de que pueda enredarme con los cables. Hace ya tres semanas que uso este sistema de estimulación de sueños lúcidos, y la experiencia está resultando bastante interesante.

-Buenos días.-me dice la voz sintetizada de Bautista, a través del sistema de comunicación de la casa.-Hoy es Viernes 30 de Abril. El tiempo se presenta nuboso con posibilidad de lluvias. Para hoy está programada la primera prueba de su reactor taquiónico. ¿Desea algo especial con su desayuno?

-Algo contundente.-respondo, con la lengua todavía medio pegada al paladar.-Necesito estar bien de energías.

Salgo del dormitorio y me meto en la ducha, donde el sistema de chorros de masaje me alivia bastante esa molesta rigidez de la cintura. Me pongo frente a la luna del armario y el asesor de moda proyecta varias combinaciones posibles frente a mi imagen. Sin hacerle mucho caso elijo la primera que me ofrece y el armario se abre para suministrarme una camisa de seda sintética negra y un traje de chaqueta del mismo material.

Cuando termino de vestirme salgo al vestíbulo. Bautista ha salido de su nicho y me está esperando allí, con mi desayuno. La carcasa de plástico de mi robot mayordomo está empezando a gastarse un poco, y además está algo pasada de moda. Tal vez esta semana, si estoy de humor, le compre una actualización completa. Sé que solo es un montón de metal y plástico, pero le tengo algo de cariño a este robot. Quizá sea por esa graciosa cara de despistado que traía de serie.

-Que tenga un buen día, señor.-me dice Bautista, dándome la cajita del desayuno.-Le he incluido un café cargado.

-Excelente, Bautista.-le digo.-Estás en todo, como siempre.

-Le aconsejo que se lleve un paraguas, señor.-me recuerda mi robot, antes de que pueda salir por la puerta.

Le sonrío a mi robot y cojo mi nuevo paraguas con secado automático. Ya era hora de estrenarlo.

En la calle tan solo está chispeando. El autobús escolar está recogiendo a los hijos de mis vecinos. Les saludo silenciosamente con la mano y los críos me contestan. Su madre me grita un "Buenos Días". Es curioso que seamos tan amables sin saber tan siquiera como nos llamamos. Seguro que ninguno de ellos puede imaginarse siquiera que me dispongo a realizar un experimento que pueda cambiar sus vidas y las del resto del mundo.

Abro con el mando a distancia las puertas de mi automóvil y escucho el sonido del proyector antigravitatorio. La estructura de porcelana industrial y fibras sintéticas comienza a elevarse suavemente del suelo. Entro y me acomodo en el mullido sillón de cuero.

-Buenos días.-me dice la voz metálica de mi coche.- ¿Modo de conducción?

-Automático.-le contesto.-Al laboratorio.

Me pregunto porqué no les ponen voces sintetizadas a los coches. Suenan como los robots de las películas antiguas. Nada que ver con la bonita voz de mayordomo inglés de vieja teleserie británica de Bautista.

El zumbido del proyector se hace mas intenso y mi automóvil se eleva hasta alcanzar una altura de veinte metros. Normalmente me gusta conducirlo manualmente por los trayectos permitidos, pero hoy tengo la cabeza demasiado ocupada con otras cosas como para centrarla en la conducción. La eficiente inteligencia artificial del vehículo sigue las señales holográficas de tráfico y se sale de la urbanización camino del parte tecnológico, junto al río. Me hundo más aún en el sillón y abro la cajita de mi desayuno. El bueno de Bautista me ha metido dos píldoras: un energo-extra y un complemento de cafeína doble. Me las meto en la boca y las trago bebiéndome de un tirón el cuarto de litro de agua de la pequeña botella de plástico.

-Noticias.-le digo al ordenador de a bordo.

La pantalla del salpicadero se enciende y se conecta con el servicio de televisión a la carta para ofrecerme el último telediario. La noticia del día es la final del campeonato de ajedrez. Como de costumbre, la final será entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Los americanos podrán al fin probar su nuevo supercomputador DB 3000 contra el gigantesco Grigori de los soviéticos. Mis esperanzas estaban puestas en la victoria del computador occidental, aunque, como a la mayoría de los españoles, los soviéticos me caigan algo simpáticos. La noticia del casting para elegir a un nuevo actor que interprete a John Rambo es interrumpida por un aviso de llama entrante.

-Aceptar.-digo de mala gana, imaginando de quién se trata.

La pantalla me muestra la imagen de un anciano asiático cuyos largos cabellos blancos parecen flotar a su alrededor.

-Buenos días, doctor Takagi.-le digo en inglés.- ¿Qué tal por las colonias?

Takagi es uno de los privilegiados que han emigrado a Amstrong, la primera ciudad de las colonias de la Luna. Sin duda la baja gravedad será un gran alivio a sus años.

-No se ande con rodeos,-me dice el anciano, lo suficientemente viejo como para permitirse ser un auténtico maleducado.-Desista de lo que se dispone a hacer. Es una locura. Las consecuencias son inimaginables.

Suspiro y hago un gesto de impaciencia. Sé bien lo mucho que la expresividad latina fastidia a los japoneses.

-Ya hemos hablado esto cientos de veces.-le contesto.-Ha intentado bloquear mis investigaciones por todos los medios posibles, pero ningún tribunal científico ha dado crédito a sus argumentos. Su teoría acerca del coeficiente de plausibilidad universal es solo un disparate. Ha sido usted un gran físico, pero su tiempo ha pasado. ¿Por qué no lo acepta?

-Porque sé que tengo razón, maldita sea.-me dice él.-Pretende sacar energía del mismo flujo temporal. Va a abrir una brecha en el espacio-tiempo, a alterar el orden natural de las cosas. Ya le dije que el coeficiente de plausibilidad del universo es altamente inestable. La realidad en que vivimos es como es por un porcentaje casi despreciable. Un acto como el que se dispone a hacer hará que el universo mismo reaccione como defensa alterando el coeficiente de plausibilidad hacia un valor más alto...

-Lo he tenido en cuenta.-le digo, interrumpiendo la perorata.-Le llamaré para contarle como me ha ido.

Corto la comunicación justo cuando mi automóvil se posa sobre una plaza de garaje del parque tecnológico, junto al edificio de la multinacional japonesa que financia mis investigaciones. Tardo quince minutos en pasar los controles de seguridad vocal, retinal y de huella dactilar y llegar al área de I-D.

-Buenos días.-le digo a García, mi ayudante, nada más entrar en el laboratorio.- ¿Está todo listo?

-Todo listo.-me dice el joven, recién salido de la facultad.-El computador ha realizado las últimas simulaciones y ha concluido que todo es seguro.

El reactor está allí mismo, tras una mampara de cristal sintético de seguridad, vigilado por los ojos electrónicos de Silvia, el ordenador central del área de I+D.

-No tenemos porqué esperar más, entonces.-le digo.-Silvia, ¿estás preparada?

-Todo a punto, doctor.-me responde la suave voz femenina del ordenador.

Mi ayudante se sienta frente a la pantalla de monitorización. Yo me acerco más a la mampara. Quiero verlo de cerca.

-Actívalo.-le digo.-Veamos que ocurre.

Escucho una nota grave cuando se activa el reactor. Los indicadores de energía comienzan a dar pitidos en un emocionante crescendo.

-Está funcionando.-digo.

Entonces algo sale del reactor. Un aura luminosa de un brillo cegador que me obliga a cubrirme los ojos y que crece hasta tragarme. La luz es tan intensa que atraviesa mis manos y mis párpados hasta hacer arder mis retinas de dolor. Siento como si todo mi cuerpo se sacudiese violentamente sin moverse del sitio durante un instante que se me hace eterno.

La luz ha desaparecido, pero sigo deslumbrado.

-¿Estás bien?-me dice la voz de mi ayudante.

Es curioso, no suele tutearme. Deberá estar asustado, el pobre chico.

-Vamos tío, dime algo.-me insiste.-Me estás asustando.

-No es nada.-le contesto, sorprendido ante su forma de hablar.

Al fin puedo ver. Miro a mi alrededor, pero no veo mi laboratorio. Estoy en una oficina de aspecto triste. A mi ayudante le ha salido de pronto un pendiente en una ceja.

-¿Qué ocurre aquí?-le pregunto.

-Nada tío.-me dice él.-Mejor que nos pongamos a trabajar que si no el jefe nos mata.

Me acerco a una pequeña ventana y levanto la persiana. Debe de ser antiquísima, porque tengo que hacerlo tirando de una cuerda. La ciudad que veo al otro lado del río me recuerda la Sevilla de mi niñez. Y los coches que hay aparcados frente al edificio son muy antiguos, como los que tenia mi abuelo, de esos de gasolina. Al otro lado de la acera ha aparecido de repente un restaurante tradicional, de esos que sirven comida natural. Empiezo a comprender poco a poco lo que ha ocurrido.

-Tío, tú haz lo que quieras, pero el jefe nos va a dar la brasa con el informe en cuanto le dé la gana de llegar a su despacho.-me dice García.-Auque total, para la mierda de nos pagan. Seguro que ni siquiera te da para pagar ese cuchitril en el que vives.

Me siento frente a un ordenador tan anticuado que hay que usar el teclado para manejarlo. Entierro la cabeza entre mis manos y trato de consolarme pensando que le he devuelto el equilibrio al universo.

Al fin y al cabo, este mundo parece mucho más plausible.

Dedicado a todos los divulgadores y periodistas científicos que en los años 80 nos hicieron creer en un futuro que nunca llegó.



Autor: Juan Diaz

5 comentarios:

francoix dijo...

curioso relato con una mordaz dedicatoria.
Me quedo con la duda de si se trata de un exerimento fallido o de un sueño en medio del trabajo...

Ángel Vela dijo...

Aunque el relato no está mal, se me hace un poco largo para lo que cuenta,pero se lee muy bien, y en nada se llega al final.

Lo mejor, el por qué del relato y la dedicatoria.

Nos leemos.

Anónimo dijo...

¿Largo?. Pues tuve que contenerme porque el límite era de tres páginas a doble espacio, quería haber descrito mucho mas ese mundo del futuro que todos nos esperábamos en los 80. Lo hago mas corto y tengo que empezarlo con "Uno que llega....".

Ángel Vela dijo...

Buenas Juan, intento explicare mejor,no es que sea largo, pero el principio está escrito a modo de novela, lleno de pequeños detallles que le dan bastante color a este mundo futuro, pero me choca un principio tan largo para un relato que se resuelve en pocas frases. Está claro que estabas condicionado a un nunmero de palabras, tal vez fuera eso. Yo pienso que con el ritmo y las descripciones, le hubieran hecho falta minimo otras 2000 palabras para darle un remate acorde con el principio. Pero bueno los concursos es lo que tiene, a veces tiene que meter la tijera o cortarte y la historia lo sufre. A mi por eso no me gusta escribir para concursos, prefiero coger lo que tengo y tratar de encajarlo con el que hubiera de cuadrar.

Creo que te pasa un poco como a mí, te encuentras más comodo con el genero de novela porque te gusta extenderte.

Bueno, nos leemos.

ARH dijo...

Bravo. Sencillamente, bravo. No soy una experta en crítica literaria para ponerme analizar el cómo; siendo una simple humilde lectora prefiero quedarme en el qué y en el porqué, y ellos me conducen a asentir con la cabeza, hacerte una reverencia respetuosa y secarme con discrección una lagrimilla amarga que se me ha escapado vete tú a saber porqué.

Un saludo.

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